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Tania Llasera: «He escrito un libro para todas las mujeres que estamos hasta el coño, que literalmente somos la mayoría»

En su último libro, ‘Mujer tenía que ser’, la popular presentadora e instagramer aborda, sin tapujos, los obstáculos, presiones y sentimientos a los que diariamente tienen que hacer frente todas las féminas.

Tania Llasera es un gran ejemplo de reinvención. En agosto de 2020, tras 11 años trabajando sin apenas descanso, Mediaset prescindió de sus servicios. Desde ese verano, la presentadora ha permanecido en un segundo plano en la pequeña pantalla. Aunque no puede decirse lo mismo de su actividad en Instagram: más de 776.000 personas la siguen actualmente. Entre otros motivos, por cómo habla, sin filtros ni atisbos de idealización, de la maternidad o el llamado body neutrality: un movimiento que —a diferencia del body positive— anima a que aceptemos nuestro cuerpo, aunque no siempre nos sintamos a gusto con él.

Su reciente libro, Mujer tenía que ser: Para todas las que están hasta el coño (editado por Libros Cúpula), no es una excepción. En resumidas cuentas, la comunicadora hace un repaso a su vida, en particular, y a la de todas las mujeres, en general, que a diario tienen que batallar con una interminable retahíla de obstáculos y presiones sociales.

Hace ocho años le sugirieron escribir este libro. ¿Por qué se ha demorado tanto?

Entonces no consideré que fuera el momento para hacerlo. Tiempo atrás, cuando me lo propusieron, pensaba que no tenía nada que decir o aportar. Ahora, sin embargo, parece que las cosas están cambiando. Por fin se habla de la menstruación, los hombres se están involucrando más en otras cuestiones que tradicionalmente nos han atañido a nosotras y los géneros están más diluidos. Me parece la ocasión perfecta para sacar este libro.

Lo increíble es que, en 2022, aún sea necesario un título así. ¿Qué está ocurriendo?

Pensamos que hemos cambiado y que somos supermodernos. Pero, en el fondo, las cosas no han cambiado ni tanto ni tan rápido. Este libro es para todas las que estamos hasta el coño. Literalmente, somos la mayoría. Y es algo global, no solo pasa en España. Tenemos una carga y una salud mental cada vez más deplorable porque intentamos abarcarlo todo. Nos han vendido el empoderamiento femenino como «yo puedo con todo». Y no es así. No pasa nada por admitirlo. No somos perfectas; tampoco máquinas.

Este sentimiento de hartura no entiende de edades. Sin ir más lejos, su madre también lo manifiesta en esas páginas.

Es el rolling gag de ser mujer. Es decir, la constante comedia que hay en el drama de ser mujer. Desde pequeña te dan el carrito y los juguetes de limpieza son rosa. Y, al hacerte mayor, cuando más tienes que decir y más sabia eres, más te silencian, menos te escuchan y te vuelves invisible. Vivimos una constante injusticia. Estamos en casa y no dejamos de trabajar, siempre es un esfuerzo. Al final se hace muy cansado. Lo que quiero poner de manifiesto es que hay otra vía. Gracias a dios, poco a poco vamos uniéndonos, ayudándonos y aupándonos entre nosotras porque, muchas veces, la que más flaco favor se hace es una misma.

¿Hay que aprender a plantarse y decir más «no»?

Sí, claro. De hecho, ya está ocurriendo y se ven síntomas por todas partes. Es obvio que no podemos con todo, que la salud mental, sobre todo la de los más jóvenes, está empeorando. Algo cambia o vamos abocados al desastre. El empoderamiento femenino, en realidad, puede ser quedarse en casa y no trabajar. Depende de quién seas, y cuáles sean tus circunstancias, tu empoderamiento puede variar completamente. El no llegar a todo puede crear un sentimiento de frustración y resentimiento porque piensas que estás haciendo las cosas erróneamente, que estás intentando abarcar demasiado. Como se ha dicho toda la vida, quien mucho abarca poco aprieta.

¿A su pareja le ha sorprendido?

Se ha sorprendido. Cuando le iba pasando los capítulos, me preguntaba: “¿Pero este libro es necesario? ¿Tan hasta el coño estás?”. A medida que lo leía sí me dijo que, al ser hombre, no se daba cuenta de muchas de las cosas que aquí explico. Eran invisibles para él. Odio la palabra, pero vivimos en una sociedad patriarcal y ningún hombre tiene los problemas que nosotras sufrimos de manera mucho más aguda. Para él fue un abrir los ojos a lo que es ser mujer en España.

¿Ha sido una catarsis para usted?

Totalmente. Ha sido un poco como vomitar todo lo que es ser mujer hasta este punto de mi vida. Realmente ha sido un libro en el que he llorado y en el que me he abierto como nunca. Para mí marca un antes y un después.

¿Qué episodio de su vida le ha costado más rememorar?

Lo más difícil y valiente ha sido poder hablar de mis abortos espontáneos. Cuando me ocurrieron, en dos ocasiones, no quise hablar de ello porque me parecía muy personal y privado. Pero es verdad que creo que puede ayudar a mucha gente a desestigmatizar lo que es un aborto. Es algo de lo que no se habla. No obstante, cuando pasas por eso, sí que el resto de las mujeres se atreven a verbalizar su propia experiencia. Aquello ocurrió en 2014, justo cuando dejé de fumar y, al engordar unos kilos, se me atacó duramente. Todo el mundo debería tener claro de una puñetera vez que no se debe criticar o juzgar el físico de alguien. Nadie sabe por lo que estás pasando por una simple foto publicada en la prensa. Se te puede haber muerto el padre, por ejemplo, o vete a saber. Dejemos de enjuiciarnos unos a otros, físicamente y en todos los aspectos si puede ser.

¿Cómo gestionó esa oleada de comentarios dañinos que, en 2014, hubo tanto en redes sociales como en algunas cabeceras de la prensa rosa?

Sinceramente, no sé cómo lo hice. Yo me sentía fuerte porque ya llevaba un par de años yendo a terapia. Era consciente de que había engordado una sana cantidad de kilos por haber dejado de fumar y porque me quería quedar embarazada. Luego, efectivamente, en las fotos que me sacaron ya estaba embarazada y ni siquiera lo sabía. Y después lo perdí… Fue una etapa muy oscura de mi vida, pero me veía guapa, sana y cómoda con mi cuerpo. Los que te critican, sobre todo los haters, son gente gris. Obviamente, no tenían el conocimiento de que me estaban criticando en un momento anímico personal tan bajo. Por eso, quiero remarcar lo que ya he dicho antes: nadie sabe lo que, de puertas para adentro, o en tu corazón, te está pasando. Ojo, cuidado. Yo no dije nada porque iba a petar y no me parecía el momento. Ahora, pasados ocho años y con dos niños preciosos, sí puedo decirlo de una forma saludable y supertrabajada. Entonces no fui capaz de articular palabra porque me hubiese puesto a llorar sin parar.

Tania Llasera.
Tania Llasera.

Entre la televisión, las revistas y las redes sociales, la cosificación está a la orden del día. ¿Hay que tener la cabeza muy bien amueblada para restarle importancia?

 Es imposible que te resbale absolutamente todo porque, además, muchas veces estamos rodeadas de gente tóxica en la cercanía de una madre, una hermana o una mejor amiga. Es muy difícil luchar contra la cosificación. Está tan arraigada que mucha gente no la ve, es invisible, no la nota. Hace poco, en una barbacoa a la que me invitaron, una chica comentó que tenía que mantener la línea porque, al dedicarse a la moda, nadie quiere trabajar con feas o gordas. Otra, ahí presente, soltó que apenas comía entre semana para no engordar. ¿Perdona? ¿Por qué se nos enseña a las mujeres que nuestra arma más poderosa es la belleza, la apariencia? ¿Por qué? ¿No tenemos mil millones de atributos más? Me parece muy binomial, muy básico todo.

En el libro narra que un tal Amato, el jefe de una productora para la que trabajaba, le comentó que, si quería salir en la tele, debía adelgazar 10 kilos. Lo hizo. Pero, no contento con ello, al poco tiempo le sugirió que pasara por el quirófano para hacerse una rinoplastia y aumentar su pecho.

Fue hace muchos años. Estoy muy orgullosa porque finalmente no me operé de nada. Justo lo que me diferenciaba era mi pelo corto y mis tetas pequeñas. Era lo que me hacía especial porque el resto de compañeras sí se estaban operando. A día de hoy, lo que no habría hecho es quitarme esos kilos porque alguien me lo dijera. Soy una buena comunicadora, me van a querer igual tenga los kilos que tenga. Cosas así siguen pasando. A las chicas, en particular, se les continúa diciendo que se operen esto o aquello, como si fuéramos moldeables, para alcanzar el éxito. A mí me encanta el perfil de mi madre y el frontal de mi padre. No quiero ser otra muñeca más con la nariz pequeña.

Asimismo, nunca ha tenido problemas para hablar de la cara menos amable de la maternidad.

 Te cambia el punto de gravedad. Yo ya no soy la misma: soy una Tania versión 3.0. con dos personitas a mi cargo. Es curioso. Fui al podcast Estirando el chicle, charlamos sobre la maternidad y salí de ahí pensando que no había dicho nada nuevo. La sorpresa vino cuando, días después, cantidad de madres con carritos se daban la vuelta, con lágrimas en los ojos, para confesarme: “Gracias por decir verdades y hablar de lo que nadie habla. Nos hiciste llorar de la emoción de ser comprendidas, de ser validadas en nuestra experiencia de que no todo es de color de rosa”. Hay caca, pañales que explotan, días de soledad máxima y lloreras. En la maternidad hay momentos deprimentes, preocupaciones, miedos, frustraciones e inseguridades a saco. No sabes si lo estás haciendo bien. Es muy complicado. Sobre todo, porque los niños gravitan hacia ti; no hacia el padre. El confinamiento fue horrible. Eran muy pequeños y estaba en un piso en el centro de Madrid haciendo lo correcto. Pero, madre mía, ¡la de lloreras que me pegué en el trastero y hasta delante de ellos! No me quedó más remedio que decirles: “Mamá no puede más. Mamá ha petado”.

En dichas páginas habla del concepto de posmaternidad: ese periodo en el que los niños ya no son tan pequeños y, en cierto modo, se vuelve a ser una misma. ¿Está pasando por eso actualmente?

 Sí, lo estoy. La posmaternidad ha llegado a mí. Hay un punto en el que te diluyes en esa cueva cavernosa de la demanda total y te olvidas de quién eres, qué quieres y de qué eres capaz. Como los niños ya son medio autosuficientes —saben vestirse solos, se limpian los dientes, corren y andan—, lo que toca es recolocarse. No vuelves a ser la misma, pero sí vuelves a recordar quién eras, escucharte y darte tiempo para ti.

En mayo de 2021 decidió no mostrar más a sus hijos en Instagram. ¿Qué motivó esa decisión?

 Estamos en las mismas: la maternidad es muy difícil y, antes de nosotras, nadie ha sido madre con redes sociales. Es un nuevo problema que traen las tecnologías. ¿Es correcto o no enseñarlos? La respuesta es tan personal como la propia maternidad. Cada uno lo hace como buenamente puede y con las mejores intenciones. Sinceramente, no sé qué es mejor. A mi marido le horrorizaría que los sacara. También son sus hijos, de modo que tengo que respetar que él no quiera. Y, además, me parece bien. Como somos nuevos en esto, prefiero pecar de menos que de más.

¿Es la primera sorprendida de que la siga tantísima gente en esa misma red social?

 Por supuesto. Llevo muchos años en Instagram y soy como una enferma de las redes sociales. Mi mundo, el de la comunicación, siempre está cambiando y no puedes apoltronarte porque te pierdes. Sí es verdad que jamás pensé que viviría de ello. Pero también te digo que me he sentido muy arropada y tengo la suerte de despertar simpatías en general. No me puedo quejar. Al revés: me hace muchísima compañía y me ayuda con todo. Es una maravilla estar conectada de este modo. Me parece un regalo. Durante el confinamiento sacó lo mejor del ser humano.

¿Extraña aparecer en la televisión?

Claro que lo echo de menos. Lo que más extraño es tener un equipo, salir de casa para hacer una cosa nueva cada día. La tele me encanta. Es donde nací y espero morir, sinceramente. Aunque estoy en un momento de sequía televisiva, no pasa nada. Me digo a mí misma: “Chica, si tiene que ser, será. Y si no, pues no será y ya está”. Por lo menos me estoy ganando la vida. No tengo motivos para quejarme.

Más allá de las librerías y las redes, ¿podremos verla en otro lugar próximamente?

Lo cierto es que no lo sé. Tengo varias cosas en el horno, algunas televisivas que espero que sí salgan. Y, en caso de que no, pienso montarme un podcast para soltar mis soliloquios. También me encantaría hacer algo con mi madre, ya que unir a varias generaciones es interesante. Lo más inminente, eso sí, es una colaboración con la firma Bondesio. La colección abarca pantalones, faldas y camisas de la talla 36 a la 46.

La portada de ‘Mujer tenías que ser…’, el libro de Tania Llasera. (Cortesía de Libros Cúpula)
La portada de ‘Mujer tenías que ser…’, el libro de Tania Llasera. (Cortesía de Libros Cúpula)

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