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Supermodelos sin edad

A los 44 años Christy Turlington y Helena Christensen se mantienen en la cumbre. Una campaña de lencería y unos desnudos demuestran por qué.

clavin klein

Mucho ha cambiado desde la década de los noventa. Atrás hemos dejado los teléfonos públicos, las cuentas de Hotmail y la idea de que la arquitectura o el periodismo eran profesiones con algo de futuro. Otras cosas permanecen inalterables. Los Gallagher siguen liándola, las camisas de cuadros no han dejado de llevarse y las supermodelos siguen vendiéndonos ropa interior de Calvin Klein.

Christy Turlington, uno de los rostros de esa década, vuelve a protagonizar una campaña de lencería para esa marca. A sus 44 años, esta madre de dos hijos se muestra tan magnífica como la primera vez que posó para Calvin Klein en 1998.

Kate Moss la critica por vestirse con twin-sets como una señora rancia, pero esta temporada a Turlington no hay quien le tosa. Protagoniza las campañas de Calvin Klein, Prada y Jason Wu y luce un tipazo que ya quisieran muchas de sus colegas.

Christy Turlington en un campaña en los 90.

Helena Christensen, de también 44 años, es otra de las tops por las que no parecen haber pasado el tiempo. La danesa, quien según Gianni Versace era poseedora del cuerpo más bonito del mundo, se ha quitado la ropa para la revista Future Claw. Nadie diría que han transcurrido más de dos décadas desde que el video Wicked Game la catapultase a oscuro objeto de deseo de la generación X.

Es imposible negar que estas mujeres ganaron el gordo en la lotería genética y que una vida dedicada al cuidado corporal ha dado sus frutos. Pero también hay que reconocer que han evitado ese rostro clónico y almohadillado que deja la peor cirugía estética. Turlington jura que no ha pasado por el quirófano, lo que en ocasiones le hace sentirse "la única superviviente”. La modelo y filántropa agradece su físico al yoga, que practica regularmente desde hace veinte años. Atiende Miranda Kerr: ella ya lo hizo antes. Como no sólo de yoga vive la maniquí, la californiana además menciona los suplementos vitamínicos, las dietas desintoxicantes, los masajes y  los tratamientos faciales como ayudas para luchar contra el envejecimiento.

Helena Christensen en una campaña para Triumph en 2011, con 42 años.

Christensen prefiere el ejercicio aeróbico. Va a clases de boxeo dos veces por semana, juega al tenis con su hijo Mingus y cuando tiene la oportunidad nada en el mar. Elige hidratantes “cuanto más grasientas mejor” y como tantas otras modelos asegura que el secreto de mantenerse en forma reside en el ejercicio constante y una dieta sana. Dice detestar cierta prensa que utiliza a las famosas (ella incluida) para que las lectoras se sientan mal con su propio cuerpo: “Han lavado el cerebro a la gente. Es increíble que hayamos caído tan bajo” ha declarado.

Helena Christensen posando para la revista Future Claw en una fotografía de Gregory Derkenne.

Ambas tienen en común haberse mantenido ocupadas con actividades pararelas a la moda y apenas haber dado la murga en photocalls. Mientras otras alternaban en fiestas, Turlington asistía a clases de religión y filosofía oriental en la universidad de Nueva York. Tiene un máster en sanidad pública y después de sufrir complicaciones al dar a luz a su hija mayor, fundó la organización benéfica Every Mother Counts para prevenir las muertes de madres durante el parto. En ocupaciones más habituales para su profesión fue una pionera. Diseñó una línea de yoga para Puma mucho antes de que Stella McCartney se aliara con Adidas y lanzó la línea de belleza ayurvédica Sundari cuando la cosmética natural todavía no se había puesto de moda. Christensen prefiere revolver en mercadillos y tiendas vintage a seguir las  tendencias y se ha labrado una carrera bastante sólida detrás de la cámara. Ha publicado sus imágenes en Nylon, Elle y Marie Claire y su escuela fueron las sesiones que compartió con los fotógrafos Herb Ritts, Bruce Weber, Irving Penn y Richard Avedon.

Dos casos excepcionales en un mundo obsesionado con la novedad y lo desechable. Pero también el testimonio de que las mujeres maduras cuentan cada vez más. Que en tiempos difíciles la moda hace guiños a mujeres con más arrugas y más poder adquisitivo.
 

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