Tras el fracaso de Victoria’s Secret la lencería cambia de paradigma: este es el nuevo significado de ‘sexy’
Los creadores del mito de los ‘ángeles’ batallan por su supervivencia mientras la firma de lencería de Rihanna, Savage X Fenty, tiene cola de inversores dispuestos a financiarla. La trayectoria de ambas compañías ejemplifica la evolución de la imagen de la sensualidad femenina en los últimos años.
Todos los años por estas fechas la firma de lencería Victoria’s Secret comenzaba a filtrar noticias casi diarias sobre su mediático desfile: las modelos, el sujetador joya, el maquillaje, los artistas invitados… Pero este otoño, por segundo consecutivo, los ángeles no desplegarán sus alas. El testigo literal y metafórico lo recoge Rihanna, que ha copiado (y actualizado) algunas de sus prácticas. El desfile de su marca de ropa interior, Savage X Fenty, se celebrará el viernes y será retransmitido para los 200 millones de suscriptores de Amazon Prime en todo el mundo. Contará con las actuaciones de Rosalía, Travis Scott, Bad Bunny o Lizzo y la presencia sobre la pasarela de Demi Moore, Irina Shayk, Bella Hadid o Cara Delevingne.
Mientras Victoria’s Secret se desmorona en un bucle que daría para un buen guion de telenovela, la artista de Barbados propone un espectáculo diverso e inclusivo en el que la idea de qué es sexy la definen las mujeres. Lo sintetizaba muy bien hace unos meses la modelo Bella Hadid, que ha desfilado para ambas enseñas, en una conversación con Loïc Prigent: “Nunca me he sentido tan sexy como cuando desfilé para Rihanna”, dijo. ¿La diferencia? En Victoria’s Secret Ed Razek, el creador del concepto ‘ángel’, le susurraba al oído qué posturas adoptar al recorrer la pasarela (lanzar besitos, guiñar un ojo o formar un corazón con las manos), pero la cantante simplemente le pidió que hiciera lo que le ayudara a sentirse sexy. Un sutil cambio tectónico que supone evolucionar de la mujer objeto a la mujer sujeto, sin olvidar nunca de que en el fondo todo trata de vender ropa interior.
El problema viene de raíz. Desde la concepción misma: Victoria’s Secret fue fundada en los setenta por un hombre, Roy Raymond, con la idea de crear un espacio en el que los hombres pudieran comprar lencería a sus esposas y amantes sin sentirse intimidados. Aquella cultura sigue implantada en la empresa, con una mayoría de dirigentes masculinos, aunque hayan intentado suavizarla cubriéndola de glitter y mensajes de empoderamiento de los que gustan al patriarcado. El último desfile, en 2018 justo un año después del estallido del movimiento #MeToo, olía a naftalina. Aunque lo impregne todo, esa mirada trasnochada hacia la sensualidad femenina es solo uno de los múltiples problemas de la firma propiedad del conglomerado L Brands, que ya ha colgado un cartel de ‘en venta’ por el que nadie se interesa.
Las acusaciones de acoso y unas muy turbias relaciones de su presidente honorífico, Les Wexner, con Jeffrey Epstein son otro vértice cuanto menos polémico. El mismo Razek, escultor de los ángeles, se vio obligado a dimitir hace un año, meses después de una desastrosa entrevista en Vogue en la que defendía que en su espectáculo nunca habría ni tallas grandes ni transexuales, por ejemplo. Suma y sigue. A todo ello se le agregan los efectos aniquiladores de la pandemia, que ha sacudido con ahínco a una etiqueta especialmente dependiente del ladrillo. Solo su local estrella en Manhattan, en Broadway junto a los grandes almacenes Macy’s, les supone una factura mensual de casi un millón de dólares en alquiler. Y ya no renta. Los más de tres millones de visitantes que cada año se perdían en los pasillos rosas del local, ahora están confinados, sin poder viajar o temerosos de las pesimistas perspectivas. En el segundo cuatrimestre de 2020 sus ventas se recortaban un 39%.
Aunque el push up pasó a mejor vida, las mujeres no han quemado el sujetador. El mercado de la lencería se espera alcance los 280.000 millones de euros en 2025 según Edited. “Por supuesto nos siguen pareciendo más sensuales las prendas que tengan transparencias o tiras colocadas de forma estratégica, pero ya no se busca aquella voluptuosidad de hace unos años, sino que destaca una mujer (con curvas o sin ellas) natural, cercana y segura de sí misma”, opina Carlotta Jurado, la creadora de la firma Made in Spain Serendipity.
Una nueva representación de la sensualidad que Rihanna ha hecho propia en su etiqueta, con la misma facilidad con la que ha convertido su marca personal en un negocio muy próspero. En 2017 revolucionó el sector de la belleza junto a LVMH con una línea de maquillaje con 40 tonos. En 2018 se lanzó al sector de la lencería, con Savage X Fenty, una joint venture con TechStyle que ha recaudado 70 millones en un par de rondas de financiación y que ya supera los 150 millones de dólares anuales en facturación. En 2019 llegó su colección de ropa, también junto a LVMH y con las felicitaciones de diseñadores como Maria Grazia Chiuri o Simon Porte Jacquemus. Este año se aventura en la ropa interior masculina de la mano de Christian Combs.
Distintas divisiones pero asentadas todas sobre una potente idea: la aceptación. La belleza en 2020 no consiste en moldearse para encajar en el canon, sino en aplaudir las diferencias. Un concepto inclusivo que en Rihanna resulta creíble. En el desfile del año pasado se tradujo visualmente en modelos de todas las razas, con tallas grandes y pequeñas, con más o menos pecho, celulitis, estrías, cabezas rapadas, prótesis, mujeres trans… Con más de 87 millones de seguidores en Instagram y acceso directo a todo tipo de artistas, la cantante y emprendedora adoptó además su saber hacer para convertir el desfile en el espectáculo con más repercusión de la semana de la moda de Nueva York. El del viernes seguirá las mismas premisas: “Todo lo que está pasando a nuestro alrededor es muy duro y tiene una dimensión global”, confesaba el miércoles en WWD, “naturalmente la gente necesita un pequeño alivio, aunque sea un momento”.
Enfocada en lo digital, Savage X Fenty no se ha resentido tanto como sus competidores en los meses de confinamiento: en abril, el peor meses para el sector, las ventas de Victoria’s Secret se redujeron un 63%; las de la lencería de Rihanna crecieron un 218%. Aún así, no todo es brillo en el paraíso: el sistema de suscripción de TechStyle acumula comentarios negativos de clientes que no entienden por qué les cobran dinero (su filial Fabletics fue etiquetada como ‘estafa’ hace unos años) y las diferentes divisiones no terminan de congeniar. La lencería se ofrece a un precio medio-bajo, mientras que la línea de moda Fenty es lujo. La discrepancia de objetivos, sin distinción de marca, puede crear conflictos cuando ambas pretendan expandirse sin solaparse. Aunque de momento lo único que le preocupa a Rihanna es seguir compartiendo su visión con el mundo entero. Tras el desfile, por supuesto, las prendas estarán disponibles para la compra online y llegarán a sus fans en pocos días. Su máxima ahora mismo es clara: “Creo que la gente quiere seguir sitiéndose sexy, aunque sea en casa”.
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