Que lo absurdo se venda depende de Twitter
Las redes sociales se han convertido en el termómetro que mide la posible salida comercial de los elementos más inverosímiles presentados en las pasarelas.
Las últimas semanas de la moda han confirmado que para tener impacto en las redes sociales, lo que hace falta sobre la pasarela son elementos inverosímiles. Y es que una vez la mayoría de desfiles pueden seguirse en directo vía streaming, las reacciones susceptibles de pasar de una cuenta a otra son las que crean confusión al estilo ¿pero qué invento es esto? Y no vale desconcertar con la estética global: cuanto más concreto es el elemento pertubador, mejor, más de cerca se puede analizar y más vueltas se le puede dar hasta decidir si ha de llegar o no a las tiendas. Es la ventaja de presentar las colecciones con seis meses de antelación.
Las marcas son cada vez más conscientes de que cuanto más descabelladas son algunas de sus piezas, más comentadas, deseadas y por lo tanto únicas. En un momento en el que está todo inventado y casi todo es imitable, el más difícil todavía es lo único no susceptible de acabar en las estanterías de cadenas de pronta moda. Al menos en su forma original. Una licencia que es más fácil permitirse en relación a accesorios como joyas, bolsos y zapatos u otros elementos ornamentales, aunque este invierno la excepción se confirme con los diseños de Maison Martin Margiela para H&M o los volúmenes tridimensionales de Comme del Garçons. Con ellos encima se han paseado por Instagram, pasarelas y eventos, profesionales del sector como Taylor Tomasi-Hill y Giovanna Battaglia, o la mismísima Lady Gaga, y de repente algo que parecía improbable es demandado por parte del público. Marc Jacobs no se lo pensó mucho a pesar del rechazo posteriormente convertido en necesidad –según Bryan Boy– que despertaron sus sombreros inspirados en Jamiroquai cuando los presentó en febrero pasado. Ahora se venden como churros por casi 3.000 euros en su tienda online. Pocos daban un duro por los visores de plexiglás que mostró Sarah Burton en el desfile otoño-invierno 2012/13 de Alexander McQueen y desde que Anna dello Russo los trató como unas vulgares gafas de sol, se pusieron a la venta.
Taylor Tomasi-Hill y el equipo del portal de venta privada y anticipada, Moda Operandi, se divierten probándose unos vestidos de Comme des Garçons que posteriormente se agotaron en su web.
Algo así debió pensar Miuccia Prada en relación a su colección Primavera/Verano 2013. Sus botines calcetín y zuecos Geta fueron el topic más comentado del momento en las redes sociales. Y de ahí la discusión saltó a los medios. Todo el mundo dijo la suya acerca de un calzado que rompió esquemas desde el minuto uno hasta que llegó Elle Fanning y rompió la barrera de la incredulidad calzándoselos para el estreno de la última entrega de Crepúsculo. Ahí el efecto horrorista se perdió y lo que en un primer momento parecía atroz pasó rápidamente a posiblemente comercial. Algo que ya ha pasado en anteriores ocasiones con sus planaformas de goma y esparto o sus zapatos llama.
Anna dello Russo pregunta en Instagram por el bolso hula hoop de Chanel.
Las editoras y periodistas de moda, estilistas y especialmente compradores -que son los que visitan los showrooms y toquetean el producto recogiendo así las reacciones de posibles consumidores en sus cuentas de Twitter o Instagram- suelen contribuir a normalizar este tipo de tendencias: el poder de las redes sociales y blogs va, en sus manos, pasando previamente por las nuestras, más allá, y un accesorio pensado en exclusiva para un desfile puede llegar a producirse e incluso llegar a ser un best seller dada la expectación creada a su alrededor. Un comentario positivo, un retuit o un like son, en ese sentido, inmediatamente traducibles a venta potencial.
Eso parece haber pasado con los bolsos hula hoop y las minaudières Lego de Chanel que Karl Lagerfeld presentó en el desfile Primavera/Verano 2013 de la firma en París. Primero fue Karl Lagerfeld el que borró el recelo de nuestra mente al poner negro sobre blanco el carácter práctico y viable de su aro. Ese aparato acolchado que parecía completamente inútil y de atrezo estaba pensado para llevar una toalla de playa dentro. Los grandes almacenes Printemps y Barneys echaron el resto haciéndose inmediatamente con él al comprobar su impacto pululando por la red. Siguiendo ese mismo patrón se convirtieron también en éxito -llegando a las estanterías de las cadenas de gran distribución- sus abrigos y botas yeti del invierno 2010.
Lo mismo han hecho los compradores con los sandalias y stilettos forrados de pelo de Céline. Lo que no sabemos si llegará a sus tiendas son los salones con pedicura.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.