Los espectadores, el gran problema de los Goya 2018
Ninguna de las cinco películas con más nominaciones en esta edición de los premios ha conseguido colarse en el top diez nacional de lo más visto. ¿Influirá este divorcio en los datos de audiencia de la gala televisada?
“Este año solo han nominado a películas que no ha visto ni Dios. Además, tienen un premio especial para aquellas que ha visto aún menos gente. Esto ya es café para los muy cafeteros. Todo ello votado por blogueros a los que no lee nadie. ¿Alguien me puede decir qué cojones hacemos aquí esta anoche?”. El desconcierto expresado por Julián López durante su monólogo de inicio en la gala de los Premios Feroz provocó la carcajada general del patio de butacas y del espectador de Movistar+. Apenas habían transcurrido 5 minutos de gala y ya contábamos con la primera duda existencial: ¿Qué hacíamos todos allí? El primer evento mediático de la temporada de premios del cine español no dudó en poner de manifiesto la cruda realidad a la que se enfrentan este año los responsables de que la audiencia mantenga su atención en los mismos: (casi) nadie conoce las películas nominadas. Handia, El autor, La librería, Verano 1993… Ni uno solo de los cinco filmes que más candidaturas acumulan para los premio Goya 2018 consiguió colarse entre las diez películas nacionales más vistas por los espectadores.
Hace solo un año los titulares de la prensa especializada se congratulaban del matrimonio entre público y académicos, siendo Un monstruo viene a verme la película más nominada (con 12) y también la más vista de ese año. Era un fenómeno que no ocurría desde 2005, con Mar Adentro, y que presagiaba otro buen dato de audiencia con el popular Dani Rovira a los mandos por tercera vez consecutiva. Emoción, quinielas, empatía con los premiados, decepción por las apuestas falladas… Los Feroz o los Goya son programas de televisión que se rigen por las mismas reglas que cualquier formato de prime time: la identificación del espectador con sus protagonistas. Si, como es el caso en esta edición, el público ignora a los candidatos: ¿estamos ante un potencial descalabro de audiencia para TVE?
Este nuevo divorcio llega en una época de bonanza taquillera, superando el cine español los 100 millones de euros de recaudación por cuarto año consecutivo. Pero la comedia, clave en este hito, sigue siendo ignorada por quienes gozan de derecho a voto en los Goya. Especialmente llamativa resuena la ausencia de Álex de la Iglesia, que con Perfectos desconocidos y El bar ha tenido uno de los mejores años de su carrera en cuanto a entradas despachadas. Es por tu bien, Toc Toc o los thrillers El secreto de Marrowbone, El guardián invisible o Contratiempo (histórico éxito en la cartelera china) también han sido ignoradas. Colossal de Nacho Vigalondo, la mejor baza nacional en el periodo de festivales y uno de los mejores filmes del año para medios como The Guardian o Rolling Stone, tampoco ha contado con el entusiasmo de los votantes, privándonos además de la posibilidad de ver desfilar a una estrella como Anne Hathaway por la alfombra roja madrileña.
Fue el mismo De la Iglesia, antiguo (y muy polémico) presidente de la Academia, el que puso sobre la mesa la pregunta que plantean unas nominaciones, cuando no injustas, sí elitistas: ¿los Goya premian a la mejor película del año o a la película que más necesita ser considerada la mejor del año? Su Perfectos desconocidos es el segundo filme más taquillero y cuenta con el respaldo unánime de la crítica (sí, hasta a Boyero le ha encantado), además de un reparto calificado de “superlativo” con Eduard Fernández, Belén Rueda o Ernesto Alterio. ¿A qué se debe la indiferencia de nuestro cine con este fenómeno?
De la Iglesia parece haber recibido de buen grado el carnet de pertenencia al ‘Club Almodóvar’, aquel cuyos miembros han alcanzado un grado tan alto de popularidad que dejan de ser de interés para los académicos compatriotas. Hace más de una década que ni el director manchego, Alejandro Amenábar, Isabel Coixet o León de Aranoa, por poner cuatro ejemplos, consiguen el premio a la mejor película. Los Goya se han convertido en una Fundéu cinematográfica, prescriptores del qué deberías ver, no del qué es lo mejor que puedes ver. A cambio, pequeñas joyas que son un ejemplo de diversidad como Verano 1993 o Handia gozan de un escaparate incomparable para que el público general se acerque a ellas.
Joaquín Reyes y Ernesto Sevilla serán los anfitriones de la 32 edición de los premios Goya, que se celebrará este 3 de febrero. Sobre sus bromas chanantes recaerá la tarea de amenizar al televidente la entrega de 28 categorías y el premio de honor (a Marisa Paredes) durante las 3 horas y media de duración aproximada de la cita. Aunque los Goya se rigen ante todo por el estricto juicio de sus votantes (en está década se han llevado reconocimientos a mejor película Pa Negre, Blancanieves o Vivir es fácil con los ojos cerrados, obras de escasa taquilla), en los últimos años había optado por dejar espacio también a favoritas del público como la mencionada Un monstruo viene a verme, Kiki, el amor se hace, Palmeras en la nieve, El niño u Ocho Apellidos Vascos. No es el caso de este año.
Buscando reclamos para el próximo sábado, cabe destacar que las dos mayores estrellas del cine español, Penélope Cruz y Javier Bardem, están nominados por sus interpretaciones en el filme Loving Pablo, basada en la relación del narco Pablo Escobar con la periodista Virginia Vallejo. Sin embargo, arrastra el hándicap de no haberse estrenado aún en salas comerciales debido, quizá, a las malas críticas recibidas en su paso por varios festivales. Lo más parecido a una elección populista en esta edición son el filme de terror Verónica (7 candidaturas) y la comedia musical La Llamada, que con sus 5 nominaciones y la repercusión mediática de sus creadores promete protagonizar los momentos más emocionantes de la gala. Los Javis no necesitan arrasar en estatuillas (su Goya a mejor dirección novel apunta a Carla Simón por Verano 1993) para ser los protagonistas de la ceremonia, como se demostró en los pasados Feroz con el recurrente gag sobre la fiesta de celebración en su piso. Seguro que más de un espectador (y más de un directivo) estaría más interesado en presenciar lo que allí acontezca que la propia entrega de premios. Café para los muy cafeteros.
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