Susan Sontag y su acallada pasión por las mujeres
Se estrena ‘Regarding Susan Sontag’, un documental intimista que repasa la vida, vivida al máximo, de una de las intelectuales más destacadas del siglo XX. Hablamos con su autora.
Empezó la universidad a la edad de 15 años. A los 17 contrajo matrimonio con su profesor Philip Rieff, un sociólogo con el que mantuvo un fugaz noviazgo de diez días, y dio a luz a su único hijo antes de cumplir los 20. La modelo Harriet Sohmers Zwerling, el pintor Jasper Johns, la actriz Nicole Stéphane, la dramaturga María Irene Fornés o la fotógrafa Annie Leibovitz forman parte de la larga lista de amantes, hombres y mujeres, que pasaron por su alcoba y por su corazón. La indiscutible impaciencia por devorar la vida de Susan Sontag, una de las intelectuales más destacadas de la segunda mitad del siglo XX, es el leitmotiv de Redarding Susan Sontag, el documental intimista que repasa las vivencias del icono literario, político y feminista, cuando se cumplen diez años de su muerte.
“Me encanta estar viva. Me despierto cada mañana agradecida de estarlo”. Con esta declaración de intenciones, pronunciada por la propia Susan Sontag, arranca el enigmático documental de HBO, dirigido y producido por la cineasta independiente Nancy Kates autora, entre otras obras, de Brother Outsider: The Life of Bayard Rustin, un filme acerca del conocido activista y su intensa lucha por los derechos de los homosexuales.
Ese deseo de contar la verdad sobre una vida vivida al máximo, es el objetivo que impulsó a la autora a producir esta pieza: “Su muerte en 2004 me produjo una profunda tristeza. Sontag fue mi heroína durante mi juventud, igual que lo fue para muchas jóvenes de los 80 que no estábamos dispuestas a desempeñar un papel secundario respecto a los hombres. Cuando falleció, sentí que una voz importante había dejado el mundo y solo unos meses después, ya tenía claro que quería hacer una película sobre ella”, cuenta la directora del documental a S Moda.
Diez años después, y tras ganar una mención especial en el Festival de Cine de Tribeca, la HBO estrenaba esta semana la pieza (en España se podrá ver por primera vez el jueves 11 de diciembre en Canal +) en la que las imágenes de archivo, las palabras de Sontag (que cobran vida gracias a la voz de la actriz Patricia Clarkson) y las representaciones experimentales se completan y complementan con las declaraciones de quienes coincidieron en espacio y tiempo con una de las novelistas, intelectuales y ensayistas más destacables de su generación. Familiares, amigos, colegas y amantes de Sue -diminituvo con el que firmó algunos de sus trabajos- se colocan frente a la cámara para completar el complejo puzzle de su existencia. Figuras como Don Levine, con quien trabajó muy de cerca y la ayudó a editar varios de sus libros en la década de los 70, su hijo David Rieff o su hermana Judith, resultan piezas clave para penetrar en su vida. Sin embargo, es la parte más pasional de su existencia, la que más interés ha despertado.
Aunque cierta culpabilidad y el posible temor a que salir del armario truncase su prolífica carrera la empujó a ser bastante discreta en lo que a sus relaciones homosexuales se refiere (asumió su bisexualidad tras divorciarse de su marido en 1959 y obtener la custodia de su hijo), los diarios publicados tras su muerte (previstos en tres volúmenes de los que ya han visto la luz los dos primeros) son bastante reveladores respecto a su “promiscuo apetito”, como ella misma lo define. Según explica Alice Kaplan, jefa del departamento de francés de la Universidad de Yale, la novelista quería que toda esa información se conociese después de su muerte. “Me sorprende que en el año 2014 todo el mundo le esté dando tanta importancia a esto. Tuvo muchas relaciones, principalmente con mujeres, pero también con algunos hombres. Mi intención no es convertirla en objeto de sensacionalismo, sino contar la verdad acerca de su vida sin simplificarla ni limpiarla en exceso. Si hubiera sido un hombre con un montón de amantes, nadie haría comentarios al respecto”, sostiene la autora de esta biografía audiovisual.
Cortesía ‘Regarding Susan Sontag’.
Más allá del morbo que para algunos pueda causar descubrir con quién se iba a la cama, la presencia de Harriet Sohmers Zwerling, que la introdujo en el ambiente gay de San Francisco y más tarde en el círculo de expatriados de París (ciudad en la que convivían y donde pasó parte importante de su vida), los testimonios de la coreógrafa Lucinda Childs, las historias acerca de su relación con María Irene Fornés o con Annie Leibovitz, con la que compartió una duradera relación sentimental durante sus últimos años, ofrecen una visión de la cara más humana y personal de Sontag. Dibujan una mujer que podía llegar a ser egocéntrica, egoísta e insensible, según se desprende del testimonio de la escritora alemana Eva Kollish, con la que también mantuvo una estrecha relación.
Un carácter complejo no exento de un magnetismo que la convirtió, más allá del plano intelectual, en una especie de celebridad. Era aventurera e inquieta (estaba muy orgullosa de haber cumplido los 40, 50 y 60 en China, Francia, y en tiempos de guerra de Sarajevo, respectivamente), fotogénica (posó para Warhol) y glamourosa. “Su mente y su belleza la llevaron a la fama. Ella misma buscaba y necesitaba el reconocimiento público y logró su objetivo”, apunta Kates. Esa necesidad de llamar la atención la empujaba a ser extravagante en sus declaraciones (definió la “raza blanca como el cáncer de la historia de la humanidad” durante la guerra de Vietnam), a autoimponerse banales cuidados ("comer menos" o "mejorar su postura" son algunos ejemplos) y a asegurarse de no quedar relegada a un segundo plano en un mundo intelectual dominado por hombres como experimentaron otras mujeres de la esfera pública en los años 60 y 70 (no dudaba en corregir a quien la presentase como una "mujer escritora", alegando que simplemente debía ser tildada de escritora a secas).
Pero Regarding Susan Sontag también muestra su lado más comprometido y explora el significado de su obra literaria y cinematográfica y sus motivaciones. Nacida en Nueva York, siempre sintió gran apego por sus raíces judías. Su apellido biológico era Rosenblatt, a pesar de que heredara de su padrastro 'Sontag' después de que su padre falleciera cuando tenía cinco años. Su origen le hacía sentir que debía comportarse como una especie de defensora de los desvalidos. Sus viajes a las zonas de guerra, su crítica a la política exterior norteamericana tras el 11-S, su cruzada por acabar con los prejuicios que rodean a enfermedades como el sida o el cáncer (La enfermedad y sus metáforas: El sida y sus metáforas) y su propia lucha contra esta última afección (padeció cáncer de mama y de útero y la leucemia le ganó la batalla en 2004) quedan reflejados en los fotogramas del filme.
“Durante el proceso de documentación y creación, descubrí muchas cosas sobre ella que no conocía, pero este trabajo me ha hecho reflexionar, sobre todo, acerca de cómo a pesar de que deseaba ser una gran novelista, acallaba una de sus más profundas pasiones: las mujeres. Por eso su ficción estaba escrita desde la cabeza, no desde el corazón, lo que limita un poco su atractivo”, reflexiona Kates. Quizá ese freno que se autoimpuso hizo que algunos de sus relatos no hayan alcanzado la categoría de virtuosos. En 1963, Time calificó su primera novela El Benefactor como "una traducción imprecisa de otro idioma" y años después, Harriet Sohmers Zwerling, pareja de Sontag en aquel momento, la recuerda como "horrible", por mucho que lograse ser traducida a 18 lenguas.
Cortesía ‘Regarding Susan Sontag’.
A pesar de la escasa simpatía que la propia Sontag pofesaba al género biográfico, esta pieza consigue en poco más de hora y media trascender la Susan intelectual para retratar la intensa existencia de una mujer que pasó de puntillas por la infancia ("odiaba ser un niña porque no podía hacer lo que quería. Yo deseaba estar despierta toda la noche, ver el mundo, hablar con la gente", recuerda acerca de aquellos años) y que conoció el verdadero significado de vivir después de concederse permiso para intentar descubrirse a sí misma.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.