Rocío Quillahuaman: “Solo me afectaron los ‘haters’ cuando me acosaron por mostrar mi opinión política”
Reivindica sus raíces latinas y critica la falsa meritocracia. Con 11 años su familia dejó su Perú natal y en Barcelona empezó a definirse como artista con unos vídeos animados que compartía en Instagram para liberar estrés.
Trescientos mil ojos contemplan a diario lo que la artista Rocío Quillahuaman muestra al mundo a través de su cuenta de Instagram. Sus vídeos animados, que comenzó a hacer para liberar estrés, la han convertido en un referente generacional. En ellos visibiliza problemas sociales desde experiencias personales con humor e inteligencia, y critica el postureo o la falsa meritocracia. Para presentarse ante la cámara que realiza un making of de la sesión de fotos dice: “Soy Rocío Quillahuaman, animadora, ilustradora, y en general creativa… Uf, qué horror. Poned el qué horror para que se note mi vergüenza”, dice riendo. Y superando su vergüenza arma todo un discurso necesario.
Comenzaste haciendo vídeos sobre cosas que te daban ansiedad para poder rebajarla. ¿Lo has logrado?
Un montón, pero porque hace un año empecé a ir a terapia. El origen de las animaciones era porque yo no sabía canalizar la rabia, el rencor y los sentimientos negativos y los transformaba a través de mis vídeos. Podía parecer que había algo bonito en eso de transformar el odio en algo creativo pero al final acababa con todo el sentimiento negativo dentro. Por eso decidí ir a terapia y eso ha hecho que me relaje mucho y no sea tan rencorosa. Bromeo con que igual es el fin de mis animaciones pero estoy comprobando que soy capaz de hacerlas sin destrozarme por dentro. Ya incluso me río en el proceso y no gruño.
De todos los mensajes que lanzas en tus animaciones, ¿cuál te gustaría que calara más?
El de que si no eres una persona creativa también eres una persona válida. No pasa nada si no eres artista, fotógrafo, pintor o alguien que hace performance. Hay gente que es artista de verdad y otros que se lo toman como un estatus social. Esta era la razón por la que yo me sentía mal en Barcelona, donde parecía que solo eras válida si hacías videoclips con Canadá. Yo quiero que la gente se plantee por qué quiere hacer algo creativo: porque tienes espíritu creativo o porque crees que la gente te va a hacer más caso. Ahí está la clave de que luego persigas algo que nunca consigues. Y eso es horrible. Hay quien se desvive por tener cierta fama, estar en la onda y ser creativo y no vale la pena porque luego ves a artistas que tienen un mensaje vacío, pero que están ahí porque tienen dinero y se lo pueden permitir. Da mucha rabia.
La transparencia de los artistas es algo que denuncias a menudo.
Claro, porque no pasa nada. Cuando me meto con artistas que vienen de familias pijas me preguntan: ¿qué hacemos?, ¿no valoramos su talento porque es rico? No, pero que no adopten ese papel de soy Carrie Bradshaw y puedo hacer dos artículos y vivir en un pisazo en Nueva York. Porque por culpa de esta gente que no es transparente hay otros que se crean complejos. Solo digo que si te hacen una entrevista digas de dónde vienes, quiénes son tus padres, dónde estudiaste, etc. Explica esas cosas y así sabemos quién eres y nadie se va a acomplejar ni a perseguir algo que no va a lograr.
¿Tú te llegaste a acomplejar?
Es que si te dedicas a esto y sigues a muchos artistas en Instagram es inevitable no acomplejarse. En ese momento yo no sabía qué hacer con mi vida. Estaba sin trabajo, entraba en Instagram y todo el mundo subía que publicaba en el New York Times o que hacían la portada de no sé qué y yo pensaba que era una inútil. Esa es la farsa de la meritocracia donde parece que no consigues cosas por tu culpa, pero es mentira porque hay muchísimos factores a parte de tu talento como que puedas estudiar fuera, tener contactos, conseguir determinados trabajos, etc.
¿Por qué es importante para ti reivindicar tus raíces latinas?
Crecí en Perú, a los 11 años me vine aquí y he tenido varias crisis de identidad porque soy de un sitio, soy de otro y de ninguno. He tenido que aceptar mis orígenes y por mi identidad reivindicar de dónde vengo. Buscaba referentes latinos en la tele, en el cine y no encontraba nada. El único personaje latinoamericano que veía era Boris Izaguirre y el pobre ha tenido que llevar todo el peso de Latinoamérica encima. Cuando quería estudiar Comunicación Audiovisual busqué referentes para mostrárselos a mi madre, que en realidad pensaba que iba a estudiar Medicina. Yo quería convencerla de que los latinos también podíamos hacer cine, pero no encontré nada fácilmente. Me entristece pensar que si creces en una familia que igual no tiene acceso otro tipo de cultura más que la que se ve por la tele no encuentres a ningún latino. Eso es un problema.
Mencionas a tu madre en muchas ocasiones. ¿Cómo ha sido su apoyo?
Es la figura más importante de mi vida y para mí era importante que entendiera que no quería estudiar Medicina. Ella me lo metió en la cabeza porque había vivido una pobreza que no quería que yo viviese. Así que tenía que ser médica, ingeniera, abogada o algo parecido. Mu madre trabaja limpiando casas y cuando le preguntaban qué estudiaba su hija se inventaba carreras porque sentía vergüenza. Un día me lo confesó. Ahora está orgullosa de lo que he conseguido. Y que ella esté orgullosa es lo que más contenta me pone.
¿Cuándo sentiste la necesidad de hablar de Perú?
Desde que estudiaba la carrera quería hacer cosas sobre personajes latinoamericanos porque siempre me ha fastidiado la falta de representación. Cómo es posible que estemos por todas partes y no estemos representados. En un festival de cine, cuando se habla de Latinoamérica me jode que siempre tiene que ser cine social, pobreza o política. Yo quería hacer algo de vidas “normales” sin perfiles estereotipados. Me surgió una oportunidad de hacer un monólogo en el festival Princesas y Darthvaders, organizado por Lucía Lijtmaer, y a partir de ahí empecé a escribir un guión sobre cosas que he vivido como latina llevado al humor. De ahí salió publicar un libro con la editorial Blackie Books, pero como es sobre mí estoy tardando mucho. Se publica después de verano.
¿Cuál es el punto de partida de tu libro?
Cuando me lo propusieron, lo primero que pensé fue en el tema de la representación latina. Y todas las veces que he estado a punto de tirar la toalla, porque escribir es un infierno, me decía que tenía que seguir porque tengo esa responsabilidad. No tendría por qué, pero pienso que cuando era más pequeña me hubiera gustado ir a una librería y encontrar un libro así en el que sentirme identificada. Parece una chorrada pero es muy importante. Si no hubiera sido por el tema de la representación hubiera pasado de hacer el libro.
¿Qué te hace sentir en casa?
Escribiendo el libro me he dado cuenta de que no echo raíces en ninguna casa porque he vivido en varias. Lo que me hace sentir en casa es tener cerca a mi marido, mi madre, mis hermanas y mi perro. Antes me daba envidia cuando llegaba la Navidad y la gente decía que se iba a ‘Casa Padres’ porque nosotras no teníamos eso. Ahora tenemos un piso y nos tendremos que mudar dentro de unos cinco años cuando nos suban el alquiler. No tenemos casa. Somos nómadas. Así que mi casa en con quien estoy más que el lugar en sí.
¿Los ‘haters’ en tus redes sociales comenzaron cuando empezaste a hablar de política?
Sí. A raíz de los vídeos que hice sobre Perú empezó a seguirme gente de Latinoamérica y algunos me decían que por qué hablo como española, que si soy una vendida… Pero solo me afectaron los ‘haters’ cuando empezaron a acosarme por ser una tía racializada que mostraba su opinión en política. Me llegó mucho odio por parte de la derecha más peligrosa. Pero decidí no parar de hablar de política porque eso era dejarles hablar a ellos. Y siempre que puedo lo hago.
¿Y una se acostumbra al odio?
Bueno, yo decido exponerme porque tengo mi discurso detrás. Entonces no lo vi venir pero ya lo tengo en cuenta y estoy preparada mentalmente. La gente es muy mezquina y muy racista.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.