Qué piensan y sobre qué escriben las nuevas autoras de las letras españolas
Reunimos a siete escritoras que destacan con novelas que abordan las inquietudes de una generación. Hablamos con ellas sobre el futuro de la ficción y de cómo acabar la etiqueta de ‘literatura femenina’.
Hay entre ellas puntos en común: Llucia Ramis, Nuria Labari, Laura Ferrero y Karina Sainz Borgo vienen del periodismo, colaboran o trabajan en medios de comunicación. Irene Solà, María Bastarós y Alba Carballal parten de una formación relacionada con la creatividad: estudiaron Bellas Artes, Historia del Arte y Arquitectura, respectivamente. Tienen entre 27 y 42 años y todas han publicado al menos una novela. Son el presente de unas letras que exploran nuevos caminos y narrativas con distintas temáticas y aproximaciones, en un momento en el que se reivindica el papel de las autoras en la historia (el pasado 14 de octubre se celebró la cuarta edición del Día de las Escritoras) y se abren nuevos debates sobre el futuro de la literatura (en España se publican unos 63.000 libros al año y el 32,8% de la población no lee).
«Por nuestra edad, todas estamos expuestas a unas sensibilidades parecidas. Nacimos antes del 2000, somos una bisagra. Los que nacen a finales de un siglo nunca saben muy bien si viven un fin de ciclo o el comienzo de otro», afirma Karina Sainz Borgo (Caracas, 1982), que este año despertó la expectación del mundo editorial con La hija de la española, un debut novelístico traducido a 15 idiomas que se publicará en 22 países sobre la vida en su Venezuela natal. Para ella, «escribir te ayuda a entender las cosas que pasan, te da perspectiva». Más que como una generación literaria al uso, unida por temáticas o estilo, estas autoras se identifican como cronistas de una realidad generacional. Llucia Ramis (Palma de Mallorca, 1977) explica que con sus libros –desde que publicó en 2008 su primera novela, Cosas que te pasan en Barcelona cuando cumples 30 años, a su último libro, Las posesiones, de 2018– persigue «hacer el retrato de una época, la de la que quizá haya sido la última generación que vivió tranquilamente la ilusión de un futuro y ahora vive en una provisionalidad y una inestabilidad permanentes, sin nada seguro».
Dice Ramis que la literatura debe entender el momento actual, en el que «las series han sustituido en gran parte a la novela» y cada uno cuenta su historia al mundo en las redes sociales: «Estamos viendo constantemente el ‘yo’ de los demás, la intimidad es ya algo público, compartido, y lo único que te queda es la reflexión de por qué hemos llegado hasta aquí, cuando todo es cada vez más caótico e incierto». Coincide María Bastarós (Zaragoza, 1987) en que «los jóvenes españoles están atravesados por la crisis y se escribe sobre esas perspectivas de futuro que no llegarán, porque ahora domina la precariedad». En su debut el año pasado, Historia de España contada a las niñas, mezcló sucesos, arte, feminismo y la reivindicación del mundo rural, la conocida como España vaciada. «Hay una conciencia que se ha empezado a despertar sobre cómo estamos destruyendo el planeta, la mala calidad del aire que respiramos, y eso está haciendo que el campo, que estaba algo denostado, se esté mirando incluso de manera romántica», subraya.
Llucia Ramis: Estamos viendo constantemente el ‘yo’ de los demás, la intimidad es ya algo público, compartido, y lo único que te queda es la reflexión de por qué hemos llegado hasta aquí, cuando todo es cada vez más caótico e incierto
Irene Solà (Malla, Barcelona, 1990) profundizó en ese mundo rural para escribir Canto yo y la montaña baila, Premi Llibres Anagrama 2019. Cree que «el mundo está lleno de historias, hay tantas como maneras de mirar, y hay que preguntarlas, investigarlas, escucharlas y contarlas». Es lo que buscó hacer en este libro, una novela coral muy poética narrada por animales, humanos, seres fantásticos y objetos. Fue su forma de introducir nuevos temas: «Quise reflexionar sobre cómo construimos el lenguaje, y mostrar que no todas las voces o perspectivas han podido explicar su propia historia en la literatura. De las brujas, por ejemplo, sabemos lo que de ellas contaron los hombres que las torturaron, juzgaron y mataron. Estas señoras nunca son las narradoras de su propia historia». Porque para Solà es necesario «repensar temas vitales en relación con el feminismo».
En la actualidad, asuntos como el parto o la maternidad cobran importancia. «Está casi todo por escribir. El último Informe de lectura dice que todavía hoy el 70% de los libros que se publican los han escrito hombres. Con el boom y la supuesta sobrexposición de las autoras solo hemos conquistado un 30%-70% del mercado… Si estamos en 2019 normalizando la menstruación, imagínate las historias que nos quedan por contar», argumenta Nuria Labari (Santander, 1979). En su primera novela, Cosas que brillan cuando están rotas (2016), abordó los atentados terroristas del 11-M y en la segunda, La mejor madre del mundo (2019), eligió hacerlo sobre la maternidad. Afirma que con esta decisión ha pasado «de ser una escritora mixta» a estar bajo la etiqueta de ‘libros para mujeres’, algo que parte de un prejuicio: «Les damos pereza. Richard Ford escribió Mi madre y Vivian Gornick Apegos feroces. Pues el de él es un libro universal y el de ella se ve como literatura feminista. El problema no es la temática, es la firma».
Laura Ferrero (Barcelona, 1984), que en 2015 publicó sus relatos Piscinas vacías y en 2017 su primera novela, Qué vas a hacer con el resto de tu vida, incide en que «la escena literaria ha sido monolíticamente masculina» y añade que «hay que dar cauce a esas narrativas que siempre han existido y no son solo para mujeres, son universales». Cree que la clave está en que «se han silenciado gran parte de los relatos de las mujeres, etiquetando lo que escriben de ‘literatura femenina’, cuando en realidad no existe diferenciación entre literatura de hombres y de mujeres». A la hora de elegir un tema, Ferrero asegura que ella no escoge lo que quiere contar, sino que siente que hay temas de los que debe hablar: «Analizo la comunicación, los vínculos, cómo nos relacionamos unos con los otros… Pienso que todos escribimos tratando de responder a aquello que no entendemos».
A veces la temática obedece a una experimentación. La ópera prima de Alba Carballal (Lugo, 1992), Tres maneras de inducir un coma, que le ha valido elogios de autores como Antonio Muñoz Molina o Eduardo Mendoza, tiene que ver con eso, explica ella: «Hice una comedia negra que es un experimento formal en el que utilizo elementos del guion cinematográfico, el teatro o la novela picaresca. Creo que los géneros, tanto literarios como en general, no son una cosa estanca, sino algo mucho más fluido, más queer, que juega en el gris, en los resquicios». Reivindica «la ficción pura en estos tiempos de autoficción y ensayo» y sostiene que «las narradoras están renovando la literatura también a nivel formal al hablar de cosas diferentes con una mirada ausente durante muchos años. Hoy se pone el foco en asuntos que estaban en la sombra».
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