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Manual para ver porno en pareja

La pornografía no solo empieza a salir del underground, sino que ya comienza a verse en compañía, ahora que empieza a mostrar una clara vocación unisex.

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En la edad de piedra de la pornografía las películas eran hechas por hombres y su fin era que el género masculino se excitara y se aliviara en el menor tiempo posible. Las cintas iban dirigidas no al intelecto ni a la cabeza, sino al pene entero, y lo de menos era la calidad. Con el tiempo, las mujeres empezaron a ver porno y, al darse cuenta de lo malo que era, algunas decidieron hacer películas especialmente diseñadas para ellas, en las que había algo más que penetraciones y felaciones interminables. Cintas en las que además de pechos, vaginas y penes se veía también las caras de los hombres –las de ellas aparecían siempre en un primer plano, cuando practicaban el sexo oral a sus parejas–. Esta idea generó bastante revuelo y a este tipo de pornografía se la llamó porno para mujeres. Algunos hombres, cansados de ver siempre lo mismo, se interesaron también en este nuevo género. La gente empezó a admitir que, de vez en cuando, veía películas 'guarras' y algunos lo hacían hasta en pareja. Y así, con el tiempo, el porno dejó de ser algo sucio para pasar a ser algo cool. Los cines X, que habían sido desterrados por obra y gracia de Internet, volvieron a existir y su prestigio era igual al de los cineclubs. La gente comentaba en el trabajo la última película porno que había visto, deleitándose en las mejores secuencias y, con el tiempo, aquellas primeras películas tan malas, que nadie admitía haber visto ni bajo tortura, pasaron a ser objeto de culto y veneración, como el cine de Fellini o la filmografía de Ed Wood, el peor cineasta de la historia.

En este relato de ciencia ficción, nosotros nos encontraríamos exactamente en el punto en el que la gente empieza a admitir que, de vez en cuando, se conecta a videosporno.tv o pornohub, porque ese es el primer paso para empezar a compartir un mismo interés. Aunque la confesión de ese pecado es producto también de la enorme mejoría que ha sufrido el cine porno, y del hecho de que su calidad vaya en aumento. Como comenta Erika Lust, escritora, guionista, directora y productora de cine erótico sueca, afincada en Barcelona, “el porno compartido es una tendencia cada vez mayor, que acaba de empezar a ser parte de la vida sexual en pareja. La mayoría de las personas veían o siguen viendo porno a solas porque los vídeos en los tubes son vergonzosos. Yo ofrezco algo distinto, algo novedoso que permite ser disfrutarlo entre dos. Si mis películas todavía están clasificadas como porno para mujeres me gustaría cambiarlo, porque mi público es mucho más extenso y complejo. Actualmente, mi audiencia está dividida entre un 50% de hombres y 50% de mujeres”.

Un estudio llevado a cabo en febrero de este año entre las cabeceras Marie Claire y Esquire reveló que el 17% de las mujeres norteamericanas admiten que ven vídeos porno –aunque seguro que hay más que no se atreven a reconocerlo–, y que uno de cada cuatro dólares que se gasta en pornografía, procede de los bolsillos femeninos. Pornhub, una de las webs más populares que ofrecen vídeos guarros gratuitos y que ven 156 millones de personas cada mes, ha reconocido recientemente que un cuarto de su audiencia mundial está compuesta por mujeres. Y dentro de este grupo, las de entre 18 y 24 años, la generación que ha sido amamantada por Internet y los smartphones, constituye el 35% de la audiencia femenina, seguida por el grupo de edad entre 25 y 34 años. Si la pornografía ya no está hecha para mastuerzos y si, además, se puede acceder a ella de forma anónima, es muy probable que cada vez haya más fans de este género que, además, lo reconozcan. Y, aunque muchos cineastas o productores vean las webs de porno gratuitas como una competencia desleal, yo diría que han hecho una importante labor de divulgación, mostrando algún que otro vídeo menos convencional y más interesante, que no ha hecho sino abrir el apetito y el interés por buscar algo que hacía tiempo que se necesitaba con urgencia, y que pensábamos que no podía existir: pornografía inteligente.

Si a los hombres les gustaba el porno y a las mujeres les empieza a interesar, no hay razón que impida que ambos vean juntos este tipo de películas, porque, como revela un reciente estudio llevado a cabo por los investigadores canadienses Kevin Alderson y Marley Resch y publicado en The Journal of Sex and Marital Therapy, las parejas que ven porno unidas permanecen unidas.

El experimento se centró en estudiar el impacto en las relaciones de pareja del uso de pornografía conjuntamente entre los dos miembros, o por separado y, en este caso, con las dos variantes posibles: cuando el otro compañero lo sabe y lo admite, o cuando se hace a escondidas. Los resultados fueron que cuando las parejas ven cosas sucias juntas, y han acordado previamente lo que es aceptable y lo que no, tienden a tener relaciones más satisfactorias sexualmente y más prósperas, debido al nivel de honestidad y comunicación. En el extremo contrario estarían las parejas en las que uno de los miembros ve porno, pero sin que el otro lo sepa, generalmente los hombres. Estas uniones eran las que puntuaban más bajo en satisfacción y en nivel de complicidad.

Pero para iniciarse en esta nueva asignatura en la vida sexual de las parejas, no estaría de más observar algunos principios o ideas básicas.

Es importante ver, al menos, la mitad de la película

Las películas o videos porno no son como esas clases de aeróbic o zumba, en las que hay que repetir e imitar los movimientos de la profesora, al mismo tiempo que las vemos. Tampoco debemos esperar que su efecto sea el que producían en nuestra infancia las películas de Supermán o de Tarzán, que nada más acabar nos urgían a hacernos con una capa o un taparrabos e imitar, incansablemente, el grito del amigo de los monos para horror de nuestros sufridos padres. De hecho, la visión de material erótico no tiene ni siquiera que acabar en sexo. Su función, como explica Erika, “es estimular, ya sea física o mentalmente. Empujar hacia la sensorialidad erótica y crear sensaciones de placer. Mi trabajo apunta a excitar más la mente e inspirar”.

Los que le dan al play y a los diez minutos están ya quitándose la ropa están de enhorabuena, pero eso no es ver porno. Eso es practicar el sexo con ruido de fondo. De la misma manera que cuando vamos al cine con alguien que nos gusta, elegimos los asientos de atrás y nos ponemos falda sin ropa interior, nuestra intención, probablemente, no es ver el último trabajo de Aki Kaurismäki.  

Hay que evitar compararse con las actrices y los actores que vemos en pantalla

La pornografía debe servir para estimularnos, no para hundirnos en la más absoluta de las miserias, por eso hay que evitar a toda costa compararse con las chicas y chicos que realizan esas proezas sexuales, porque seguramente saldremos perdiendo y con un nuevo complejo más en nuestra extensa lista: ¡maldición, no puedo bailar twerking al mismo tiempo que recibo sexo anal! Los investigadores canadienses del estudio anterior, mantenían la hipótesis de que la negativa de muchas mujeres a ver cintas eróticas, se debía a que “pueden ver la pornografía como una forma de competición, en la que ellas parecen no satisfacer las necesidades de sus parejas”. Lo que se agrava en el caso de que la visión de este tipo de material se haga a escondidas o de forma compulsiva. Algo que incluso algunas personas pueden sentir como un cierto tipo de infidelidad.

Pero los problemas que se derivan de la comparación pueden afectar también a ellos, que empiezan a considerar que sus penes no dan la talla o que eyacular antes de las dos horas encierra un trastorno fisiológico. En estos casos, hay que recordar que el cine es un mundo de ilusión y fantasía, que la sangre en la pantalla es salsa de tomate y que los actores porno tienen extras y ruedan las películas por secuencias, nunca de un tirón. Y que si nos pasara lo mismo con este género que con el cine de Hollywood, los hombres solo querrían ver películas de Mickey Rourke y ellas de Renée Zellweger.

El porno siempre puede enseñarnos algo nuevo

Jamás afirmaría que las webs de contenido pornográfico puedan sustituir a una buena educación sexual, especialmente en la adolescencia, si es verdad que, en la edad adulta, pueden resolver ciertas dudas o situarnos en el contexto adecuado, siempre y cuando uno haya comprendido el punto anterior. Existen términos y practicas sexuales que desconocemos y es aquí donde el cine porno puede sacarnos de dudas o presentarnos una panorámica que, según los gustos, resultará tentadora y nos incitará a probarla, o actuará a modo de mata pasiones, con lo que podemos tacharla ya de nuestra lista. Por el ciberespacio existen también tutoriales en materia erótica que tratan sobre aspectos muy específicos del sexo y dan consejos sobre ellos, como Guide to Wicked Sex, del educador sexual Tristan Taomino, en vivid-ed.com, y que contempla todos los temas, desde el bondage sexual, a como una mujer puede dar placer anal a un hombre.  

Hay que encontrar el subgénero que más nos motive

Esta nueva afición, compartida entre dos, hace que muchos cineastas empiecen a satisfacer los gustos de este colectivo. Erika Lust recomienda “XConfessions.com, es una buena opción pensada para parejas. Yo les diría que se hagan socios y que miren las pelis que rodamos, que se inspiren en ellas y que nos compartan sus confesiones y fantasías. Si son lo suficientemente buenas, tal vez las rodemos”.  

Pinklabel.tv, es una web que se publicita con el eslogan de “Porno con buen gusto” y en la que pueden encontrarse, además de porno feminista, cosas diferentes y aptas para todos los gustos. Mientras theromancesseries.com, en el lado opuesto, es otro portal especialmente indicado para románticos donde abundan las velas, los exquisitos decorados y la luz tenue.

No hay que olvidar que ellas son siempre más exigentes

Como Erika Lust declaraba en un artículo de The Telegraph, titulado What a girl wants. The rise of porn for women, “enseño, tacto, intimidad, conexión. Muestro los ojos, ya que las mujeres cuando ven porno se fijan también en la expresión de la cara del hombre, no solo en su cuerpo”. Un dato que, como comenta el artículo, confirma un estudio publicado en The Archives of Sexual Behavoir, que revela que mientras ellos se centran en las caras y cuerpos de las actrices, mientras ven porno; ellas tienen en cuenta a los dos géneros, dando prioridad a las caras masculinas y los cuerpos de su mismo sexo.

Esta especial predilección femenina por las expresiones y no tanto por las medidas o tamaños, hace que las mujeres sean más sensibles a la interpretación y detecten más rápido si los actores están disfrutando o no. Muchas féminas, como cuenta el artículo de The Telegraph, prefieren ver vídeos caseros, porque los consideran más auténticos y porque piensan que su fabricación ha sido un acto más voluntario. La trastienda del porno interesa también a las mujeres. Como Erika afirma en el artículo anterior, “las mujeres son mucho más críticas y tienen en cuenta todos estos aspectos”.

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