París en Asia: el lujo exhibe su poderío mundial
La moda es una industria global. Dior ya lo sabía y organizó presentaciones en Japón en 1953. Hoy, la casa francesa apuesta por seguir estrechando lazos con el país nipón.
En ningún otro lugar hay un mercado tan sediento de moda como en Japón. Va más allá de la relación histórica del país con la maison –aunque existen lazos muy fuertes con el imperio del sol naciente (Dior vistió a la Corte)–», contó Raf Simons al diario británico Financial Times tras la presentación en diciembre. «Es algo de lo que, como director creativo, no solo eres consciente, sino que agradeces enormemente. Los consumidores y compradores nipones no temen ser arriesgados. Como diseñador de una línea masculina con mi propia marca, en cierto modo les debo mi carrera. Creo que monsieur Dior fue un visionario. Entendió que la moda es una industria global, tal y como hoy funciona. Un sector en el que el cliente japonés desempeña un papel fundamental. De ahí que la idea de desfilar en Tokio surgiera de una manera natural, sobre todo teniendo en cuenta que, con esta colección, quería ir un paso más allá», añadió.
Final del desfile fall 2015 de Dior, en el el estadio de sumo Ryogoku Kokugikan de Tokio (Japón).
Cortesía de Dior
Mucho más que un desfile. El espectáculo que la casa francesa escenificó en la capital asiática fue una declaración de marketing e intenciones. Era la primera vez que la firma mostraba sus propuestas de avance de otoño sobre una pasarela (Dior añadió esta línea a su calendario de presentaciones en 1995, hace justo 20 años, cuando el ritmo de la industria empezaba a volverse frenético). Quizá el furor que despierta China desde hace años no se haya desinflado –en octubre el gigante asiático superó a Estados Unidos y se convirtió en la primera potencia económica del mundo según datos publicados por el FMI–. Firmas de lujo como Louis Vuitton, Gucci, Valentino, Chanel, Burberry o Michael Kors apuestan desde hace tiempo por montar desfiles en Shanghái. Pero mientras parte del mundo de la moda mira con atención (y ojos de inversor) los avances del Gran Dragón, a veces olvida que Japón sigue siendo la tercera potencia del mundo (supone el 13% del suculento segmento del lujo).
Abrigo Suzurka-San de lino bordado a mano, de la colección de alta costura de p-v 2007, diseñado por John Galliano, e Inspirado en La gran ola de Kanagawa, de Katsushika Hokusai (1830-1833).
Laziz Hamani / Dior
«Tras presentar la colección crucero en Nueva York en mayo, Tokio parecía la siguiente parada lógica. La reacción del mercado local fue increíble cuando anunciamos la noticia», explicó Sidney Toledano, CEO de la maison francesa. «A pesar de la recesión actual y la elevada deuda pública [la mayor del mundo], los japoneses tienen dinero y les gusta invertir en productos de lujo», añadió.
Afinidad cultural. El escenario elegido para la puesta en escena fue el estadio de sumo Ryogoku Kokugikan. Un salón gigantesco con capacidad para 10.000 localidades que Dior reservó para apenas 1.200 invitados. El ambiente, en palabras de la bloguera Susie Bubble, reflejaba «la atmósfera de una película de samuráis». Pero ese fue el único guiño obvio a Japón. Ni obis ni kimonos. «Empecé a esbozar los diseños de la colección antes de saber dónde desfilaríamos. Cuando se confirmó la ciudad, añadimos piezas extra», admitió Simons en una entrevista con Bubble. La estructura de la chaqueta Bar (1947) dio paso a versiones más gráficas, casi de estética manga. Parkas en algodones acerados. Chalecos de punto. Minivestidos que podrían formar parte del armario de las Lolitas de Ginza. Tejidos utilitarios. Elementos deportivos. Cremalleras. Siluetas dinámicas. Referencias a Blade Runner (1982). Y jerséis de lana bordados con paillettes. «Normalmente odio las lentejuelas. Pero si les das un giro, puedes conseguir que parezcan cálidas», defiende Simons.
La primera boutique de Christian Dior en Japón se inauguró en Ginza (Tokio) en 1998 y reabrió sus puertas en abril de 2012.
Cortesía de Dior
Raf lleva 30 años viajando a Japón (donde su marca homónima empezó a venderse en los 90). Su popularidad se hizo evidente tras el desfile. Rodeados de fans a la caza de un selfie, el creador se unió a los invitados en la pista, algo inusual en esta industria [en la que los diseñadores desaparecen para escaparse a una after-party privada a la que solo están invitados amigos y modelos]. «Me gusta esta ciudad, su energía. Lo primero que hice cuando aterricé fue irme a dar una vuelta y ver lo que se está cociendo. En ninguna otra metrópolis del mundo la gente se expresa con tanta libertad a través de la ropa», cree Simons.
Los bocetos del creador belga concentran el dinamismo de las calles de Tokio, pero también la visión arquitectónica del maestro Christian Dior, presente en la historia de la moda nipona moderna. «Existen paralelismos con Yohji Yamamoto, Rei Kawakubo e Issey Miyake. Al examinar las piezas de los archivos de la maison, sorprende la complejidad constructiva que se esconde bajo unos looks tan femeninos», comentó Simons a The Guardian.
Vestido en jacquard de seda de la colección de alta costura de Dior de o-i 2014.
Patrick Demarchelier para Dior.
Viaje a través de la memoria. «La escalera estaba decorada con grandes paneles pintados inspirados en escenas japonesas que llegaban hasta el techo. Estas interpretaciones de Utamaro y Hokusai eran mi capilla sixtina. Todavía me veo allí, contemplándolos durante horas y horas […]», escribió el propio Dior en los años 50, al recordar las estancias de la planta baja de la casa familiar en Granville, Normandía, en la que su madre había querido reflejar el gusto por el orientalismo de la época. Aquella fascinación infantil jamás desapareció, ni siquiera en sus años de couturier. El imaginario nipón continuó presente en su universo estético. Tanto en los eventos de la maison, como en sus diseños. Del vestido Tokio (1952), al vestido Jardín japonés (1953) o el abrigo Rashomon (1954), bautizado en honor al filme de Akira Kurosawa, y confeccionado con tejidos Nishijin del taller Tatsumura de Kioto.
El eterno reflejo de la inspiración nipona
Laziz Hamani / Dior
La admiración fue mutua desde el principio. El 12 de febrero de 1947 monsieur Christian Dior presentó su primera colección a la prensa en los salones de la avenida Montaigne de París. Su popularidad trascendió la capital francesa y llegó a Oriente. Apenas cinco años después, en 1953, el atelier firmó un acuerdo con los almacenes japoneses Daimaru para adaptar las creaciones del modisto a la silueta nipona y confeccionar sus patrones con tejidos franceses y japoneses. Ese mismo año, en otoño, Dior viajó al país del sol naciente para presentar sus propuestas en Kioto, Kobe y Tokio. A los ojos de las compradoras locales, los modelos del genio francés se convirtieron en objeto de devoción. Hasta tal punto que, en 1959, la corte encargó al couturier el diseño de los tres trajes (uno de día y dos de noche) que la princesa Michiko lució en los fastos por su matrimonio con el príncipe heredero Akihito.
Una delegación japonesa visita el atelier de la casa francesa en el número 30 de Avenue Montaigne, París, en 1965.
Cortesía de Dior
Tras la muerte del fundador, la casa siguió estrechando lazos con el imperio asiático. Marc Bohan repitió la fórmula de desfiles itinerantes con presentaciones en Tokio y Osaka. «Admiro el equilibrio entre modernidad y tradición de Japón», declaró Bohan. En 2007, Galliano rindió tributo al país de Oriente con una espectacular colección que incluía motivos emblemáticos de su cultura (del origami al kimono). Y en 2013, con Simons al frente de la dirección creativa, la firma recuperó la técnica tradicional shibori en líneas inspiradas en la pureza arquitectónica japonesa. «Creemos en el mercado nipón y tenemos planes de expansión para el país asiático. Es el momento perfecto para hacerlo», resume Toledano.
La princesa Michiko se casó con el príncipe Akihito el 10 de abril de 1959. Tras la ceremonia religiosa optó por un vestido occidental diseñado por la maison Dior.
Keystone-France / Getty Images / Cortesía de Dior
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