Salomé, última ganadora española de Eurovisión: «De aquel festival quedamos tres ratas jugando al tute»
El 29 de marzo de 1969, la cantante ganó el certamen con su ‘Vivo cantando’ y su vestido de porcelana de Pertegaz. España no ha vuelto a ver la gloria desde entonces. Charlamos con la artista cuando se cumplen 50 años de su victoria.
Aquel 29 de marzo de 1969, Salomé, y su despampanante vestido de porcelana azul turquesa diseñado por Pertegaz, se subieron al escenario del Teatro Real. Ya sonaban los acordes, ya la esperaba el trío Valldemossa con su duduá. Uno, dos, tres, cuatro golpes de cadera y de su boca salieron estas palabras: “Cuántas noches vagando / por mil caminos sin fin”, y así empezó el mito de Vivo cantando, la última ocasión en la que España ha ganado el Festival de Eurovisión. Era una España que veía el espectáculo en televisores en blanco y negro pero que lo retransmitía en color para el resto de Europa, toda una metáfora de cómo estaban las cosas. En enero, la dictadura había decretado el Estado de Excepción a raíz de las protestas estudiantiles. Así que Eurovisión era la ocasión de demostrar al mundo que el régimen no era tan fiero como lo pintaban. El Ministerio de Información y Turismo, dirigido por Manuel Fraga, decidió tirar la casa por la ventana. Nunca TVE se volvió a volcar con un concurso de Eurovisión como en aquella ocasión, concentrando un elevado número de talentos para dar una imagen diferente del régimen franquista: Salvador Dalí hizo el cartel; Ceratto compuso la canción; Augusto Algueró hizo los arreglos; Amadeo Gabino diseñó la escultura que presidía la escenografía y, sí, Manuel Pertegaz diseñó el mítico vestido de porcelana. Si todo aquello (la dictadura, los artistas, la tecnología) ya era singular, el desenlace no le fue a la zaga: Salomé tuvo que compartir el premio con otras tres ganadoras ¡lo nunca visto! Pero aun así, ganó. Y eso es lo que cuenta. Poco podíamos pensar que aquella sería la última vez que iba a ocurrir. Salomé se retiró, pero María Rosa Marco Poquet (Barcelona, 1939) sigue dando mucha guerra. Tan locuaz y pizpireta como entonces, con una memoria envidiable, recrea para S Moda aquella noche mágica e intenta contestar a la pregunta que todos nos hacemos: ¿por qué no hemos vuelto a ganar?
Tu historia eurovisiva empieza un año antes, en 1968, cuando ya habías sonado como representante de España en Eurovisión…
Cuando Serrat decidió que no iba si no podía cantar en catalán, el siguiente nombre que se dio fue el mío. Pero dijeron que nones, porque yo también era catalana y podía hacer una barbaridad. Fue una decisión tomada desde las altas esferas, no por la televisión.
Te compensaron al año siguiente…
Claro, pero es que en 1968 la cama ya estaba hecha, porque aquel año tenía que ganar España y se hizo una promoción bestial. A mí me habría venido genial. Con las dos se hizo una promoción de narices, pero era de locos pensar que yo podía ganar al año siguiente. Un país que no había ganado nunca, ¡cómo iba a ganar dos años seguidos!
Aun así aceptaste. ¿Cómo se decidió el tema?
Se seleccionaron diez canciones. Y de esas diez se escogió Vivo cantando por votación popular en una gala celebrada en el Teatro Balear Palma de Mallorca.
Y a partir de ahí, la locura…
Yo era como un paquetito y me llevaban de aquí para allá. Después de la elección tenía que promocionar la canción. Me dediqué a darle un repaso por toda Europa. Entonces las promociones se hacían así. Te pegabas unos viajes que para qué. Yo pensé que no salía viva. Pero bueno, cuando salí al Teatro Real aquella noche, el resto de los países conocían muy bien la canción.
Siempre se ha dicho que Artur Kaps, realizador de TVE de origen austríaco, tuvo un papel decisivo en el concurso.
Para la promoción, Kaps fue importantísimo, conocía a todas las televisiones de Europa y estaba conectado con todos.
El día de autos, aquel 29 de marzo de 1969. ¿Cómo lo recuerdas?
Estaba en el Hotel Mindanao en Madrid, un hotel fantástico que acababan de abrir. A mí me trataron a cuerpo de rey. Solo tengo buenos recuerdos. Yo me lo pasé bomba.
¿Qué tenía Vive cantando que gustó tanto?
Con la canción no descubrimos América, Vive cantando es una canción festivalera y alegre, ni mejor ni peor. Si la comparamos con el Eres tú de Mocedades, que es un cancionón impresionante, pues… Pero bueno, ganamos. Ganar Eurovisión es cuestión de muchas cosas, entre ellas suerte.
Pues a mí me parece un temón. Todavía hoy es imposible no escuchar esas dos palabras, “vivo cantando” y no soltar un “¡eh!”. Supongo que ahí estaba la mano de Augusto Alguero y su capacidad para crear hitos pop.
Ganar Eurovisión es más fácil cuando se tiene un gran tema. Pero cuando tienes una canción graciosa y pegadiza, pues… Porque Vivo cantando no es una canción de arrancarse los pelos, por eso el mérito es doble. Tiene una primera parte repetitiva que te va subiendo en medios tonos. Arreglarlo y que te quede bonito, es de un genio, que es lo que era Augusto Algueró.
Hablemos del vestido de Pertegaz…
El vestido era más impactante que la canción, tampoco nos vamos a engañar.
¿Cuántas pruebas hiciste?
No me acuerdo, pero no muchas. Manuel Pertegaz le cogió en seguida el tranquillo. Yo era alta y delgada y no tenía recovecos para hacer ocho mil piezas. Y tampoco era necesario porque, entre otras cosas, Manuel era un genio de la costura.
¿Con cuántos meses de antelación supiste que lo ibas a llevar?
Yo vi una especie de boceto. Hubo que hacer pruebas porque, claro, la televisión entonces era en blanco y negro en España, pero para el resto de Europa se retransmitía en color. Y según qué color daba reflejos. El vestido como tal solo lo vi el último día, el día del festival. Me probaron el armazón, pero bordado no lo vi hasta entonces.
¿Y cuando viste ese azul turquesa espectacular?
Yo sabía más o menos como sería, pero la maravilla que fue después no la podía imaginar, claro.
Un colorido que se perdió esa España en blanco y negro…
Incluso un periodista español que no había estado en el Teatro Real me preguntó si era de paja. ¡Como si fuera el espantapájaros del Mago de Oz! Los españoles, al verlo en blanco y negro, creían que era blanco o beige.
Decías antes que eras alta y delgada… También fuerte, porque anda que no se ha hablado de los 14 kilos que pesaba la porcelana y que tenías que mover bailando…
Estaban repartidos por todo el cuerpo, tampoco es ninguna tragedia. Podría moverlos ahora, así que imagínate entonces. A mí no se me planta una mosca encima.
Al final, el vestido lo guardas tú…
Sí. El problema es que no se puede tocar. Al ser un vestido de porcelana bordado sobre una gasa, con los años, la gasa se ha pasado. Y por mucho cuidado que tengas es una tela es muy delicada… Lo tengo envuelto en papel de seda y con naftalina dentro de una caja. Tienes que abrir la caja con cuidado o el vestido se deshace.
El año anterior, Massiel lució uno de André Courrèges. ¿Crees que se ha perdido esa conexión entre la alta costura y Eurovisión?
Ha cambiado todo: tanto la música como la forma de estar sobre un escenario. Lo que no se puede decir es que lo de antes era mejor. Lo era para nosotros. Pero claro, es que antes no nos dejarían salir como ahora con un pantalón roto enseñando el culo. Ante salíamos bien vestidas, bien peinadas, bien maquilladas, y ahora parece que salen de un basurero. La vida y los gustos evolucionan. Para mí es peor, pero seguramente para la gente de ahora nosotras éramos las que estábamos equivocadas.
Se invirtió mucho en publicitar una imagen de modernidad del país. ¡No es poca cosa ganar un festival con un cartel diseñado por Salvador Dalí!
Son cosas que dan categoría al personal y al festival. Pero eso no te hace ganar. Te lo dicen 20 años después y dices, pues qué bien. Pero es que claro, por entonces, a mí lo que me preocupaba era hacer bien mi trabajo y el que hiciera el cartel me importaba un pito, la verdad.
En enero se había declarado el Estado de Excepción. Países como Austria pusieron excusas peregrinas para no participar. ¿Te afectaba esa anormalidad que era la dictadura?
Yo de aquello, ni idea. Yo no estaba con esas cosas. Yo sabía que políticamente interesaba que se mostrara que en España las mujeres no íbamos vestidas de manolas y con una navaja en el liguero y los hombres vestidos de toreros. Se hizo una promoción de narices a nivel internacional para lavarle la cara a la dictadura de Franco. Pero eso no te preocupa porque eres muy joven, estas en otras cosas y de todo esto te enteras después. De lo que me cuentas de Austria, por ejemplo, yo no tenía ni idea. De hecho, estuve en Viena haciendo promoción. Estaban ellos como para ir poniéndonos finos, cuando fueron los primeros que abrazaron el nazismo…
Y entre las delegaciones, ¿había tensión?
Se gastó mucho dinero. Las delegaciones que vinieron se volvieron locas de cómo se las trató y de cómo se comportaron con ellas… Se hicieron unas fiestas y unas comidas impresionantes. Ya te digo que las autoridades franquistas querían lavarse la cara y se la lavaron.
¿Cómo fue el momento en el que te comentan que has ganado? ¿Y cuando te dicen que además de ti, lo han hecho otras tres?
Estaba hablando con otras compañeras artistas. De hecho, con otras dos de las que ganaron, Lulu (representante de Reino Unido) y Frida Boccara (de Francia). Y estábamos con nuestras cosas. Lulu, y es algo que no sabe prácticamente nadie, estaba de viaje de novios, porque acababa de casarse con Maurice Gibb de los Bee Gees. No estábamos atentas a cómo iba el festival. De golpe vino Artur Kaps, me cogió de la mano y me llevó al escenario. No sé por dónde fuimos, porque de repente me encontré con las mismas personas con las que estaba hablando: Lulu y Frida. Creo que la holandesa llegó después…
La holandesa era Lenny Kuhr, que a ti no te gustaba nada.
Pero nada. Yo cada vez que oía «Kurh interpreta De troubadour», pensaba: «pero esto, ¿cómo lo han podido votar?» Era terrorífica. A mí la que me gustaba era la que cantaba Frida Boccara, la francesa, que para mí fue la mejor canción del festival, Un jour, un enfant. Era una canción magnífica y la defendió de maravilla, porque ella cantaba muy bien.
Sin embargo, leyendo las crónicas españolas de aquella noche, decían que Frida estuvo dubitativa y tú, sin embargo, arrolladora…
Es una cuestión de carácter. Yo, cuando tengo una responsabilidad, soy muy fría. Voy directa a lo que tengo que hacer. Sé dominar muy bien mis nervios. Soy un témpano de hielo. Sé que tengo que hacer una cosa y tengo que hacerla bien y que los nervios no me van a ayudar. Luego, cuando termino, puedo ponerme como un flan, pero no antes.
¿Tuviste una sensación extraña por compartir premio?
La cuestión es que se ha ganado. Es lo que queda.
¿Cómo celebraste el triunfo?
Después del festival, como lo organizaba el Ministerio de Información y Turismo se hizo una cena de gala con todos los artistas, con todos los mandamases, con Fraga Yribarne… Lo pasamos bomba.
Además de en inglés en francés y en italiano, Vivo cantando se grabó en todos los idiomas del Estado salvo el gallego. ¿Por qué?
Son cosas de las casas de discos. No sé lo que pensaron. Que igual no se venderían bastantes discos en gallego. Pero sí se grabó en euskera, en castellano y en catalán. También lo grabé en serbocroata, agárrate tú.
¿Y cómo se te dio?
Pues muy bien. Porque a mí los idiomas siempre se me han dado muy bien. Bueno, eso me dijo la persona con la que grabé, porque yo no sabía lo que decía, claro. No sabía si estaba diciendo Vivo cantando o “tu abuela se ha roto una pata”.
¿Por qué no hemos vuelto a ganar?
Bueno, algunas veces hemos hecho méritos. Se ha quedado bien, pero no se ha ganado. Karina quedó en segundo lugar, Mocedades quedó en segundo lugar y Betty Missiego también quedó en segundo lugar. Esta última no ganó porque TVE no quiso que ganara: encabezaba la clasificación y España votaba en último lugar. Votó para que ganara Israel. Porque ganar significa organizar el evento al siguiente año, y eso es un problema. El festival cuesta mucho dinero.
¿Era mejor Eurovisión en 1969 que ahora?
Visto el resultado, sí. Porque no veas lo que hay hoy… Yo cada año digo que no lo voy a ver y al final caigo, porque me interesa. Pero es que aguanto tres temas y me voy a dormir. Hay cada canción… Los cantantes son buenos, pero las actuaciones… Nosotros hemos mandado cada una que… agárrate los pelos del pecho que me llevo la escalera. No nos vamos a engañar.
¿Crees que se pone demasiado énfasis en la puesta en escena y poco en las composiciones?
Es que ahora es todo un croma e ir tocando botones. Ya no hay ni orquesta. A mí no me gusta nada. Es una cosa fría. Ya no sé si es un festival de canciones, de botones, de a ver quién la hace más gorda o un festival de esperpentos. Ya no sé lo que es. Cuando vi lo que había ganado el año pasado ya me pareció una tomadura de pelo total.
Por nuestro representante Rodolfo Chikilicuatre mejor no te pregunto, entonces…
No, mejor no me preguntes. Pero la culpa no fue de él. Fue de quien lo mandó. Él tenía un personaje, una caricatura… Y a unos señores de TVE se les ocurrió mandarlo a Eurovisión, y esos son los responsables.
Se te recuerda por la canción, pero tu carrera fue mucho más allá…
Entonces las cosas duraban más. Yo he tenido una vida artística fantástica. Y me he retirado cuando me ha dado la gana. Pero sin alharacas. Los años pasan para todo el mundo. Si tú has sido, ya no eres. Hay que ser feliz con lo que uno tiene y con lo que ha tenido. Los demás son bobadas.
Como ganadora de Eurovisión, ¿cómo es tu relación con los eurofans?
Les tengo una gran simpatía. Todos los años me llaman. Son una gente con más moral que el Alcoyano. Son muy entusiastas y activos. Si no fuera por ellos, el festival cojearía mucho.
¿Te reclaman eurofans extranjeros?
Ahora no reclaman a nadie. Después de 50 años yo me doy cuenta de las cosas y no me engaño a mí misma: a mí me conoce la gente por la calle en mi país. Me voy al de al lado y no me conoce ni mi abuela.
Supongo que habrá pasado lo mismo con las otras ganadoras…
Bueno, Lulu está desaparecida en combate. ¡Pero es que han pasado 50 años! Frida murió, la Kuhr esa no sé por dónde andará. De aquel festival quedamos tres ratas jugando al tute. Esto ya solo lo recuerdan los que eran jóvenes ahora. Pretender que sea de otra manera es ser tonto de nacimiento. De los que vayan este año, dentro de 25 años, y largo me lo fiáis, no se acordará ni su tía. Y el que no quiera darse cuenta de dónde está, está perdido.
¿Cuánto crees que tardaremos en volver a ganar Eurovisión?
No lo sé. Pero como tardemos 50 años, yo no me entero. En 50 años tendré más años que un bancal. A algunos nos quedan más y a otros menos, pero ya nos quedan pocos telediarios. El tiempo pasa para todo el mundo. Lo que hay que procurar es que la vida no te pase por encima sin enterarte.
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