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Madre obesa, hijo obeso

Hablamos con el Doctor Bellver, que ha realizado un estudio que demuestra que los hijos de madres obesas tienen un 40% de posibilidades de serlo también.

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IstockPhoto

Durante siglos la humanidad pensó que las mujeres entradas en carnes tendrían bebés más saludables que las más delgadas. Hoy la ciencia ha demostrado justo lo contrario: la obesidad materna puede acarrear graves complicaciones durante el embarazo tanto para la madre como para el feto, así como problemas de salud en los hijos que darán la cara en la infancia tardía, en la adolescencia o ya en la edad adulta.

“Una de esas complicaciones es la obesidad. Los hijos de madres obesas tienen un 40% de riesgo de serlo en la edad adulta mientras que si se trata de madres con sobrepeso el riesgo será del 26%”, afirma el doctor José Bellver, del Departamento de Reproducción del Instituto Valenciano de Infertilidad y Profesor Asociado en el departamento de Ginecología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Valencia en su estudio Female obesity: short- and long-term consequences on the offspring (Obesidad femenina: consecuencias a corto y largo plazo en la descendencia) publicado en 2013 junto a la también ginecóloga Daniela Galliano.

Este destino fatal se gesta dentro del útero, sobre todo en los tres primeros meses del embarazo, que es cuando se forman los órganos vitales del ser humano. “El ambiente en que se desarrolla el feto condiciona el modo en que se va a comportar en la vida posnatal. No hablamos de mutaciones en la cadena de genes del ADN, sino de factores epigenéticos, es decir, de cómo se van a expresar esos genes. Si estos factores no son los correctos en un momento crucial en el que se están desarrollando los tejidos y órganos del feto, luego no se adaptarán bien a las condiciones fuera del útero”. Los ginecólogos lo denominan memoria metabólica, programación fetal o plasticidad del desarrollo y viene a significar que si el feto se forma en un ambiente más o menos tóxico al nacer podrá desarrollar diferentes patologías, más o menos evidentes. Como si al transmitir un mensaje importante hubiera mucho ruido y el contenido se interpretara de manera errónea.

Bellver recuerda también que en un estudio publicado en 2009 Patrick Cataneo demostraba que en los fetos de madres obesas un 13,1% de su peso es tejido graso frente al 11,6% de los fetos de madres con peso normal. Además la resistencia a la insulina es de un 1,51% frente al 1,06% de los fetos cuyas madres no padecen obesidad (la resistencia a la insulina predispone a padecer diabetes tipo II). “Cuando la madre tiene obesidad, porque come mal u otros motivos, se produce una situación de inflamación crónica en todo su organismo, mayor estrés oxidativo, un incremento de andrógenos, alteración del metabolismo de la glucosa y la insulina así como de otras hormonas. En este escenario, las señales hormonales y metabólicas que el feto necesita para su crecimiento se distorsionan”.

Afortunadamente, un aumento exagerado de peso en los últimos meses de embarazo tiene menores consecuencias sobre la predisposición del feto a ser obeso (la correlación entre el aumento de masa grasa de la gestante y el tejido adiposo del bebé es tan solo de r=0,11). En la lactancia no hay estudios que evidencien que la obesidad se trasmita a través de la leche materna.

Tras el parto, el bebé puede parecer perfectamente sano, sin embargo, algo está mal programado en su interior. Son defectos más sutiles que pueden permanecer latentes durante años como riesgo de obesidad, pero, además, cáncer, autismo, diabetes tipo 2… “En cuanto a la obesidad se ha observado que los niños de madres obesas, aun comiendo menos comida basura o incluso menor cantidad de alimentos que otros niños de madres de peso normal, están más predispuestos a ser obesos”. Una cruz con la que cargarán toda su vida y que les obligará a mayores esfuerzos apara controlar o reducir peso.

En el caso de las mujeres se produce el círculo vicioso de hija de madre obesa que desarrolla obesidad y que, al quedarse embarazada, puede transmitir esa obesidad a su descendencia. Pero, ¿y si el padre es obeso? “La obesidad afectará a la calidad del semen, pero en las mujeres afecta al ovario y al útero, que es donde el feto va a gestarse durante nueve meses”.

Una situación de sobrepeso o de obesidad puede estar en la base de las dificultades para concebir de algunas parejas. “El exceso de peso lleva asociados trastornos metabólicos y hormonales que afectan a todo el organismo. El aparato reproductor no es una excepción”. Por eso, los ginecólogos recomiendan a las mujeres que planean quedarse embarazadas trazar un plan de reducción de peso y modificar sus malos hábitos nutricionales al menos entre tres y seis meses antes de ponerse a intentar concebir. Se sabe que durante el embarazo un exceso de peso allana el camino a complicaciones como la diabetes gestacional, la hipertensión e incluso, la muerte del feto. La obesidad está en la base del 18% de las muertes durante en el embarazo. A la hora del parto se multiplica el riesgo de infecciones de la herida, hemorragias e incluso complicaciones anestésicas. “Es mucho más difícil localizar el espacio exacto donde poner la epidural a una mujer de gran obesidad. Además hay que utilizar catéteres y agujas mucho más largas. En casos extremos puede llegar a resultar imposible poner la anestesia”, sostiene el doctor Bellver. El riesgo por fallecimiento a causa de la anestesia durante el parto se dispara hasta al 80% en mujeres con obesidad severa.

Pero, además, un exceso de tejido adiposo supone un serio obstáculo para un eficiente diagnóstico fetal. “En general, todas las mujeres con obesidad tienen más riesgo de malformaciones. Se debe que no llegan nutrientes necesarios al feto para su desarrollo como el ácido fólico así como a alteraciones metabólicas como el exceso de glucosa o insulina en el primer trimestre”. Malformaciones que en un embarazo normal son fácilmente detectables con una ecografía. “Sin embargo, los ultrasonidos se atenúan a medida que van atravesando tejidos. Si la mujer tiene una considerable capa grasa en el abdomen ves muy mal la imagen y ciertas anomalías pueden pasar desapercibidas y no se verán hasta el nacimiento. Esto nos priva de la posibilidad de decidir si interrumpir el embarazo o dar algún tipo de tratamiento en caso de existir esta posibilidad”.

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