Estos son los rincones turísticos más feos del mundo

La estación de autobuses más grande del mundo es una mole de hormigón de 230.000 metros cuadrados en el centro de Tel Aviv. Desde hace un par de años forma parte de las rutas turísticas que ofrece el colectivo de artistas local CTLV. Ver el búnker que se construyó durante la Guerra del Golfo con capacidad para 16.000 personas o recorrer sus pasillos terroríficos atrae a turistas de todo el mundo, que pagan 1.000 shéquels israelíes –230 euros– por visitarla en grupos de 10. «Tiene rincones donde la gente puede encontrar su espacio, te da libertad», cuenta Yonatan Mishal, artista que realiza las rutas.

El turismo a destinos fuera de los cánones estéticos habituales es la nueva vía a explotar. «Hay un tipo de viajero experimentado, que no turista, que elige lugares que no son bonitos, buscando una determinada estética más industrial, más abandonada; en algunos casos desea tener sensaciones apocalípticas, sentir cosas diferentes», cuenta Jorge Traver, experto de la agencia de viajes Pangea.

En el ranking de lugares feos más visitados en el mundo está la estación nuclear de Chernóbil y la ciudad fantasma de Prípiat (Ucrania), que acogía el reactor accidentado en 1986. Hay agencias locales que por 300 euros hacen visitas de dos días con guía, trajes especiales y contadores de radiación. «No son destinos fáciles de organizar, pero me han llegado a pedir que montara un viaje a Fukushima, en Japón –sufrió otro accidente nuclear en 2011–», cuenta Traver.

La estación de metro de Bahnhof Zoo, en Berlín, lleva 35 años siendo visitada por los seguidores de las historias turbias. Fue el escenario de la película de 1981 Yo, Cristina F, que narraba la historia de la toxicómana más joven de Europa, y hoy es esencial en las guías alternativas de la oficina de turismo de la capital alemana. Esta primavera ha adquirido aún más fama tras ser elegida por la firma Gucci como escenario para su última campaña.

Lugares abandonados como Neft Dashlari, un pueblo fantasma sobre una plataforma petrolífera del mar Caspio, en Bakú (Azerbaiyán), ha cogido impulso turístico desde que se rodara allí, en 1999, El mundo nunca es suficiente, de James Bond. La última ciudad en llegar a estos tours feístas es Norilsk, cerrada al público desde 2001, excepto para locales, está al norte de Siberia y fue denominada como la peor urbe del mundo para vivir, por su temperaturas próximas a la congelación y tener más contaminación que Hiroshima (Japón).