_
_
_
_

Aliens y trajes vaqueros ‘lisérgicos’ del legendario Nudie Cohn: el lenguaje secreto que habla el vestuario de’¡Nop!’

La conquista extraterrestre del Oeste de ¡Nop!, la última de terror afrocéntrico de Jordan Peele, recupera el legado del sastre ucranio emigrado a California que ideó el glam ranchero y terminó vistiendo a la realeza del country-rock. Un oportuno huevo de Pascua escondido en una película repleta de metáforas indumentarias.

ana-fernandez3
Getty Images / Universal Pictures

Las invasiones extraterrestres ya no se combaten en uniforme militar, pantalones cargo, traje sastre negro impecable o armadura de bruto mecánico. Ahora, los héroes de la película lucen merchandising de sus bandas favoritas, sudaderas promocionales, ropa de trabajo con etiqueta guay (Carhartt, no hay spoiler aquí), gorras de camionero y desechos de segunda y hasta tercera mano. Cierto que algo de eso también se había vestido en Mars Attacks! (Tim Burton, 1996) y, sobre todo, Attack The Block (Joe Cornish, 2011), con aquellos chavales de barriada de viviendas sociales londinense que despachaban depredadores del espacio exterior en streetwear, pero lo que ha hecho Jordan Peele en ¡Nop!, su tercer largometraje como director, es llevar el estudio/retrato de personajes a través de lo que visten al siguiente nivel.

Como Hitchcock eligiendo los bolsos y zapatos de sus gélidas rubias, el realizador, guionista y antes actor afroamericano tampoco deja costura psicológica sin rematar merced a unas decisiones indumentarias cargadas de simbolismo. El ranchero negro coleccionista de camisetas de grupos punk-rock de Los Ángeles que se cubre con trucker hats inestables a la manera del hip hop, subversión de la clásica imagen del vaquero blanco. La hija pródiga que regresa a casa con lo puesto tras probar fortuna en Hollywood y se apaña el estilismo pillando de aquí y allá, sea del hermano o de la madre, oda a la herencia familiar tanto como crítica al capitalismo textil. El colega providencial que pasa del polo de cadena de tiendas de cacharrería electrónica al atavío metalero, espejo del nihilismo y la precariedad juveniles (Fry’s Electronics, la cadena de marras, existió y arrastraba un controvertido historial de fraudes y abusos cuando cerró el año pasado, con la pandemia como excusa). La diseñadora de vestuario Alex Bovaird dispara metafórico prêt-à-porter a discreción, especificado en el guion de la que puede ser la película con más conciencia de moda en lo que va de año. Tanta que incluso ha dado lugar a una colección cápsula tramada por el actor Daniel Kaluuya, protagonista de la ficción, y su amigo el diseñador Jide Osifeso. Camisetas con motivos gráficos ad hoc aparte, incluye la broma de la sudadera naranja de El rey escorpión. Merchandising del merchandising. Todo muy meta, como le gusta a Peele.

Daniel Kaluuya, Brandon Perea y Keke Palmer, en un fotograma de ‘¡Nop!’.
Daniel Kaluuya, Brandon Perea y Keke Palmer, en un fotograma de ‘¡Nop!’.Universal Studios

Sí, hay que estar atento y conocer el percal de antemano para percatarse de esas camisetas de Rage Against The Machine, Earth o Jesus Lizard que cuentan sus propias historias. Por eso se agradecen obviedades como el conjunto de vaquero superstar que defiende el desdichado personaje de Steven Yeun. Ricky Jupe Park es un juguete roto de la televisión (la industria del entretenimiento devorando a los suyos, otro subtexto) que dirige un parque temático y viste como el jefe de pista de un circo Far West. Su traje rojo con bordados y vivos en contraste de color, completado con sombrero de cowboy blanco, resume el sueño americano de un emigrante asiático de segunda generación que ha conocido días mejores. «Todo su mundo se basa en lo que cualquier tipo blanco entiende por Americana«, explica Bovaird en el portal Consequence, exponiendo el fetichismo folclórico que nutre la mística cultural estadounidense. La diseñadora tuvo que convencer a Peele, que no acabó de verlo claro hasta que salió la referencia proverbial: el de Jupe es un Nudie Suit, el uniforme de la aristocracia country. Y venga capas de lectura en un (no tan simple) título de terror.

Steven Yeun interpreta a Ricky Jupe Park, con un atuendo inspirado en los Nudie Suits.
Steven Yeun interpreta a Ricky Jupe Park, con un atuendo inspirado en los Nudie Suits.Universal Studios

En aquella etiqueta de la pin-up sentada en la valla del corral (como la maja, vestida o desnuda) echando el lazo que dibuja Nudie’s en el aire caben todos los clichés que la cultura pop asocia a la estética del salvaje Oeste. Una mitología que el creador del Nudie Suit cultivó de niño, viendo películas de indios y vaqueros en el cine de Kiev donde trabajaba su madre. Sorpresa, o no: esa extravagancia cowboy que une en estilo y sin ironías a una nación forjada en la conquista a plomo y plata fue obra de un inmigrante ucranio, Nuta Kotlyarenko, renombrado Nudie Cohn cuando desembarcó en la isla de Ellis con 11 años, en 1913. La historia oficial dice que estuvo dando tumbos, de Nueva York a Minnesota, empleándose como limpiabotas y boxeador, codeándose con gángsteres, carne de gran novela americana, hasta que se casó con Helen Bobbie Kruger en 1934. En plena Dust Bowl, el matrimonio dejó el emprobrecido y polvoriento Medio Oeste, volvió a Nueva York y, aprovechando la precoz formación de Cohn como aprendiz de sastre en su país de origen, abrió Nudie’s for The Ladies, taller de corsetería para starlettes y cabareteras. Menos de una década después ya estaba instalado en Los Ángeles. Go West. Y, a partir de ahí, la leyenda.

Más madera genuinamente americana: Nudie Cohn creó la marca definitiva del estilo cowboy en el garaje de su casa (con una máquina de coser comprada con el dinero que le prestó el bluesman Tex Williams). Hollywood era entonces la meca para medrar en el negocio del vestir, como ya habían demostrado el sastre chicano William Arenas y, en especial, el ruso Sy Devore, que venía de triunfar en Broadway y manejaba una clientela entre la que se contaban el Rat Pack de Sinatra y la mayoría de los caballeros de la edad de oro del sistema de estudios cinematográficos. El ucranio batió a sus rivales derivando el traje al territorio de sus sueños, las chaquetas más largas, los pantalones más estrechos, las camisas con canesús y puños caprichosos. Y luego la fantasía de bordados multicolores, apliques de pedrería y cristal, flecos y cenefas que serían su firma desde 1947, cuando inauguró Nudie’s Rodeo Tailors en la esquina de Victory Boulevard con la avenida Vineland. Lo que salió de allí durante las cuatro décadas siguientes no solo es parte de la historia del rock y la música country-western, sino también de la identidad indumentaria estadounidense y, claro, de la propia moda.

Michael Clarke, Pete Kleinow, Chris Ethridge, Chris Hillman y Gram Parsons, The Flying Burrito Brothers, en 1969 vistiendo Nudie Suits.
Michael Clarke, Pete Kleinow, Chris Ethridge, Chris Hillman y Gram Parsons, The Flying Burrito Brothers, en 1969 vistiendo Nudie Suits.Getty Images (Getty Images)

El conjunto blanco recamado con pentagramas y notas musicales negros que hizo aún más legendario a Hank Williams un año antes de morir, en 1953. La torera y el pantalón mostaza adornados con guitarras con los que Little Jimmy Dickens se presentó en el Grand Ole Opry de Nashville. El traje de lamé verde con motivos indios de Rex Allen y el de lamé dorado con solapas y cenefas plateadas que Elvis Presley lució en la portada de su cuarto recopilatorio, 50.000.000 Elvis Fans Can’t Be Wrong (el llamado traje de los 10.000 dólares, que en realidad costó 2.500; una idea de su mánager, Colonel Parker, concebido en 1957 para su «chico de oro» y que el rey del rock detestaba). La locura bordada en hojas de marihuana, amapolas opiáceas, píldoras y desnudos femeninos con la que el malogrado Gram Parsons y sus Flying Burrito Brothers lograron que se hablara más de sus atuendos que del disco con el que debutaron y para cuya cubierta habían sido diseñados (The Gilded Palace of Sin, 1969). «Tener un Nudie Suit era un rito de iniciación y una demostración de orgullo», explicaba Jamie Lee Nudie, nieta del creador, en una entrevista en 2016. Y añadía, yendo más allá: «Siempre he mantenido que la historia de Nudie debería ser parte de la educación de las nuevas generaciones. Es el ejemplo de que cualquiera puede salir de la nada trabajando duro y siendo creativo, viviendo su propia versión del sueño americano».

De izquierda a derecha, Porter Wagoner, con un Nudie Suit, junto a Dolly Parton, hacia 1967; Nudie Cohn junto a Elvis Presley, que luce el diseño conocido como ‘el traje de los 10.000 dólares’, y Gram Parsons, en 1969, con uno de los conjuntos creados por Nudie Cohn.
De izquierda a derecha, Porter Wagoner, con un Nudie Suit, junto a Dolly Parton, hacia 1967; Nudie Cohn junto a Elvis Presley, que luce el diseño conocido como ‘el traje de los 10.000 dólares’, y Gram Parsons, en 1969, con uno de los conjuntos creados por Nudie Cohn.Getty Images

«De los harapos a la pedrería y a la riqueza», solía repetir el sastre ucranio, que calzó botas desparejadas hasta su muerte, en 1984, recordatorio de sus muy humildes orígenes, cuando ni podía comprar zapatos. Se entiende que hiciera de su existencia un continuado alarde de ostentación, exuberancia y lujo en cuanto tocó el éxito, elevado al delirio en su colección de coches, los Nudie Cars, tan maqueados como los trajes que confeccionaba. Su negocio le sobrevivió 10 años, defendido por la esposa (fallecida en 2006) y la nieta, que aún mantiene la llama en el Nudie’s Custom Java, una coffee-shop en el valle de Santa Clarita donde despacha camisetas y bolsas de tela ilustradas con el logo de la pin-up vaquera. Ya puede estar contenta Jamie Lee, porque a su abuelo le honran hoy precisamente los jóvenes ídolos del pop y el rock, de Miley Cyrus a Post Malone, que encargan sus versiones del Nudie Suit a revivalistas del estilo rhinestone cowboy como Kathie Sever, diseñadora de la marca Fort Lonesome con sede en Austin; Jerry Atwood, artífice de Union Western Wear en Indiana, o las angelinas Jenny Lewis y Judith Rothman, de fama Pierce’s RoseCut. El de ¡Nop!, según revela Alex Bovaird, se hizo en un atelier de Texas, con expertas bordadoras que dieron forma al platillo volante (ojo ahí) que se adivina en la espalda de la chaqueta. También podría haber sido un Gucci de Alessandro Michele, o un Jeremy Scott, pero no.

Con todo, el verdadero continuador del legado Nudie no es otro que Manuel Cuevas. Manuel a secas en los anales del vestir country-rock y legítimo heredero de Cohn, para el que ejerció de jefe de diseño durante 14 años y del que fue breve yerno (estuvo casado con Barbara, la única hija del ucranio). De hecho, muchas de las claves estilísticas de Nudie’s Rodeo Tailors fueron en realidad hallazgos de este sastre mexicano de Michoacán licenciado en Psicología, que cruzó la frontera a mediados de los años cincuenta al volante de un descapotable blanco. Se lo rifaron en cuanto pisó Los Ángeles. Sy Devore, con el que trabajó un par de años, lloró cuando le dijo que se iba. Manuel, en fin, fue el responsable de vestir a Elvis con monos blancos y a Johnny Cash de riguroso traje negro, de ponerle flecos a Neil Young y bordarles rosas, ducho en labores de hilo y aguja, a Loretta Lynn y Dolly Parton. Aunque no eran diseño suyo, las chaquetas de Sgt. Pepper’s las hizo él (o eso se atribuye él mismo), igual que el vaquero de James Dean en Gigante, que confeccionó a instancias de Edith Head. A sus 89 años, sigue atendiendo a su célebre clientela en Manuel American Designs, la tienda-taller en Nashville a la que peregrinan Keith Richards, Jack White o Brandon Flowers cada vez que necesitan un traje para brillar. Hasta Lady Gaga tuvo que ir allí a que le tomara las medidas cuando se empeñó en lucir Manuel en 2016, momento Joanne.

En ¡Nop!, un vaquero impostado de ascendencia coreana se aferra al ideal americano vistiendo un Nudie Suit, la fantasía estilística de un sastre ucranio en la tierra de las oportunidades, mientras se afana en hacer negocio con una entidad llegada de otro de mundo. Menuda metáfora. Que no se les escape: al fin y al cabo, la conquista del Oeste siempre fue cosa de aliens.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_