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Aprenda idiomas con Marion Cotillard

La actriz se ilustra como especialista de los acentos extraños con las dos películas que presenta en Cannes. Hoy ha llegado la primera, ‘Blood ties’ dirigida por su compañero sentimental, Guillaume Canet

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"Creo que te voy a dar un beso". Contra pronóstico, esta frase, pronunciada por Marion Cotillard durante la rueda de prensa de presentación de su nueva película, no iba destinada a su pareja, el actor y cineasta Guillaume Canet. Iba dirigida a un periodista italiano que tuvo el detalle de piropear a su acento en Blood Ties, la película que reúne al director con su musa tres años después de Pequeñas mentiras sin importancia. Pero esta vez no se trata de un lacrimógeno melodrama generacional protagonizado por pescadores más sabios que Pitágoras y Einstein juntos (el ostricultor Joel Dupuch se convirtió en estrella en Francia), sino de un thriller de gángsters y policías ambientado en los bajos fondos del Nueva York de los setenta.

Canet ha convertido a Cotillard en Mónica, una prostituta de origen italiano, así como la madre de los hijos del protagonista, Clive Owen, un exconvicto que intenta reformarse a duras penas. Para clavar el papel, Cotillard trabajó su inglés y su italiano durante varios meses con la ayuda de dos coach, esa profesión a la que dan de comer las docenas de actores europeos que en los últimos tiempos han dado el gran salto en Hollywood.

"Ya intenté hablar italiano en otra película [Nine, donde su personaje debía tener esa nacionalidad] pero fue una catástrofe. Me sentí incapaz de hacerlo y pedí al director que convirtiera al personaje en una mujer de origen francés", ha relatado Cotillard en la rueda de prensa matutina, vestida con un conjunto verde de Antonio Berardi, antes de enfundarse en un Dior de cara a la alfombra roja de la noche. Esta vez, Cotillard se ha atrevido con el desafío lingüístico pese a lo que le imponía. "Entenderá que su cumplido me haga especial ilusión", dijo al periodista que decidió sacar el tema. Pese al elogio mencionado, el resultado es desigual. Ilustra una tendencia que se expande a lo largo y ancho del último cine estadounidense: el inglés de coach. Fonéticamente cercano a lo impecable, pero que, de tan perfecto, acaba sonando falso. Cotillard podría ser una de las jefas de fila del movimiento. Se le notan las horas pasadas corrigiendo consonantes, pero en detrimento de la propia credibilidad del personaje. En su crítica de la película, Variety también destacó el acento como uno de los desaciertos de Blood Ties. "Incluso la normalmente inatacable Cotillard parece encontrarse a la deriva, luchando con un acento extranjero no identificable que genera más suspense que el resto de cosas en la película", sentenció la publicación estadounidense. En cualquier caso, Cotillard reincidirá con un acento polaco de principios del siglo XX en su segunda película en Cannes, titulada The Immigrant y a cargo del realizador James Gray. "Me costaron más cuatro páginas en italiano que veinte en polaco", insistió ayer Cotillard, que parece empeñarse en querer tomar el relevo de Meryl Streep como dueña y señora de todo acento posible.

Otros integrantes de esta escuela son Javier Bardem (por ejemplo, en lo último de Terrence Malick) y Penélope Cruz (aunque en algunos casos no queda claro si el coach se haya ganado su sueldo). El oscarizado Jean Dujardin, otro actor con oído difícil, habría trabajado durante meses para afrontar el rodaje de su próxima película, a las órdenes de Martin Scorsese. En vista de su presentación en los últimos Oscar, unos dólares muy mal invertidos. Los británicos, aficionados a machacar a todo actor estadounidense que se atreve a recitar a Shakespeare, inventaron la expresión Van Dyke accent para designar a los intérpretes que fracasan al intentar convencer con un personaje de nacionalidad distinta a la suya, en referencia al actor que interpretaba al deshollinador de Mary Poppins, cuyo acento londinense dejaba bastante que desear. Como sentenciaba este artículo, "por cada Meryl Streep hay doce Keanu Reeves". Los europeos ya no quedan a salvo del escarnio.

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