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Variaciones para cambiar el ritmo

Vestirse para combatir el sistema o para dejarse llevar. Los estrenos en Mugler y Carven marcan el ecuador en la semana de la moda de París

El desfile de Mugler del jueves ha sido el primero del portugués Miguel Castro Freitas para la marca.

Tras los debuts en los últimos días en Versace y Dior, todos esperan expectantes ver qué pasa con Loewe (el viernes) y, sobre todo, con Chanel (el próximo lunes). Pero lo cierto es que hay nombres desconocidos para el público que han logrado al fin ostentar la dirección creativa de marcas históricas, aunque no tan mediáticas como las primeras. Creativos que han pasado décadas siendo directores de diseño (es decir, los segundos de a bordo) y que han ascendido por derecho propio a la primera línea esta temporada.

El portugués Miguel Castro Freitas es uno de esos nombres. Con un currículum apabullante que incluye el Dior de Galliano y Raf Simons o Prada, en los últimos tiempos era el director creativo de Sportmax, la linea experimental del grupo Max Mara que nunca da nombres ni pone rostros a sus diseñadores. Pero en su primera colección para Mugler, celebrada este jueves por la mañana, se ha notado a la primera su pasado en la marca italiana: su propuesta lo apuesta todo a la monocromía (rosa empolvado y negro) y a los juegos geométricos con la siluetas.

Una imagen desde el ‘backstage’ del desfile de Mugler.

Castro Freitas no lo tenía nada fácil. Mugler, propiedad del grupo L’Oréal, ha tenido tres diseñadores en los últimos tres años. Cada uno ha explorado una faceta diferente del archivo del creador alemán: Nicola Formichetti tiró de excentricidad y espectáculo, David Koma, de la mujer poderosa y glamurosa y Casey Cadwallader encontró en el mono de lycra con transparencias una manera de comercializar (y democratizar) la forma. Pero el portugués ha sabido, muy inteligentemente, desligarse de sus antecesores y no caer en los clichés asociados al fundador, sino buscar un lugar propio en una marca que habla del cuerpo, el poder y la osadía. Su Mugler tiene trajes de chaqueta con las caderas marcadas, tops que parecen corsés pero que por suerte no constriñen la cintura, cuerpos de plumas que evocaban aquellas colecciones de Thierry Mugler sobre la mujer-cisne, vestidos rectos de hombros pronunciados o faldas largas de charol. Puede a Castro Freitas le falte aún rodar, sobre todo porque ha llegado a una de las marcas más complicadas (por lo comercial y por lo histórico), pero ha sentado unas bases más que pertinentes en su Mugler, con cuerpos musculados pero no esbeltos, con prendas que no oprimen y con diseños que hablan de una sensualidad propia y libre, ajena a la clásica mirada masculina.

Mugler primavera-verano 2026

Todas las imágenes del desfile.

También se estrenaba el jueves Mark Thomas al frente de Carven, el único que llega al puesto de director creativo por promoción interna y no por baile de sillas entre diferentes etiquetas. Thomas había sido el segundo de Louise Trotter en las tres temporadas que la inglesa permaneció en la marca antes de dar el salto a Bottega Veneta y había trabajado antes con ella en Joseph y Lacoste. Por eso recogía el testigo con calma y respeto, con la intención de retomar el rumbo en una casa que ya ha tenido bastantes vaivenes en los últimos años. Desde que Guillaume Henry (director creativo entre 2009 y 2014) abandonó su puesto, la marca se declaró en bancarrota en 2018 y fue comprada poco después por el grupo chino ICCF Group.

Pero Thomas quería abrir capítulo en una página en blanco que retoma la historia de su mentora y de la propia fundadora, Carmen de Tomasso, que creó su propia orquídea junto al botanista Marcel Lecoufle. Esa anécdota le servía aL inglés de hilo para desarrollar una colección delicada pero con fundamento, como la flor atávica. Una propuesta que continua evolucionando algunas de las ideas que ya trató Trotter, como las blusas con cuellos que se desbordan sobre el pecho, gabardinas de moiré, vestidos lenceros con detalles de sastrería o transparencias y superposiciones en prendas que se llevan a medio abrochar y con lazadas deshechas. El resultado es ligero y fresco, pero a la vez pragmático y no se olvida de los bolsillos que tanto gustaban a su predecesora.

En la dirección creativa de Rabanne no hay estreno, ni falta que hace. La casa presume de una de las relaciones más solidas y productivas con Julien Dossena (en el cargo desde 2013), que ha sabido dotar a la marca española de una identidad contemporánea, relevante y global. Aún así, los cambios también han estado presentes en su panel de inspiración, solo que él ha preferido analizar qué sucede justo antes de llegar a un punto de inflexión. “La colección se mueve entre un velo de optimismo y el presagio de un cambio disruptivo”, decían las notas del desfile. Las corrientes que primero de manera imperceptible anticipan el viraje, como la agitación cultural que comenzó a moverse en los tradicionales años cincuenta, una década antes de que Paco Rabanne fundara su marca.

Rabanne primavera-verano 2026.

“Domesticidad aspiracional, estrellas de la gran pantalla, escapismo vacacional opulento: todas señales de prosperidad que ocultan las tensiones más profundas y los desafíos por venir”. Referencias que en la coctelera de Dossena se transforman en criaturas que emergen del océano con bañadores estructurados, trajes de neopreno estampados o con vestidos decorados con flores, como las de los gorros de natación de la época. El resultado es un juego optimista y suculento, pero con un punto de desafío, como el que comenzaba a emerger en los cincuenta detrás de tanta domesticidad.

Rabanne: primavera-verano 2026

Todas las imágenes del desfile

Algo de rebelión había también en la colección de Acne Studios, que buscaba replantearse los clichés del género en el vestir. Celebrado en el Collège des Bernardins, un antiguo colegio cisterciense del siglo XIII a pocas manzanas de la Sorbona, el desfile exploraba la fluidez de género con severos uniformes y cortes andróginos. Americanas arrugadas, chaquetas de cuero envejecido, camisas de cuadros, vaqueros plastificados o botas cowboy hasta la rodilla; en contraposición, algunos elementos del tradicional armario femenino, pero descontextualizados y despojados de su significado sumiso, como corsés que se llevaban desabrochados, transparencias de todo menos sensuales o pendientes de pedrería tan grandes que no colgaban del lóbulo, sino que se sujetaban abrazándose a toda la oreja.

Acne Studios primavera-verano 2026.

Su director creativo, Jonny Johansson, explicaba así este homenaje a las identidades disidentes de la norma: “Siempre he sentido que la creatividad trata quizá de ver el mundo de una manera en la que no pensaste que pudiera ser visto. Hay gente que puede hacer eso para ti, hacen que el mundo se vea distinto, sobresalen y te cuentan una nueva historia”.

Los detalles femeninos se despojan de cualquier paralelismo con la sumisión en Acne Studios.

Balmain por su parte viró de estética, sin necesidad de estrenar director creativo. Su escenario, el monumental salón de baile del hotel Intercontinental en París, predisponía para la magnificencia a la que suele ser asiduo Olivier Rousteing, pero el diseñador optó por una inspiración mucho más relajada. Inaugurado por Eugenia de Montijo a mediados del siglo XIX, el salón había sido también el elegido en 2011 por el francés para su estreno en la casa, un punto de partida al que regresaba en la noche del miércoles. Solo que con una colección antagónica a la que mostró hace 14 años. Si aquella fue el germen de lo que después se viralizó como el #BalmainArmy, el ejército de Balmain (mujeres con corsés entallados, chaquetas afiladas y acentos dorados), en la noche del miércoles se desplazó en otra dirección. En vez de construir rígidas estructuras, liberó a sus prendas de cualquier armazón interno para que los tejidos fluyeran y cayeran balanceándose sobre el cuerpo. Algunas de esas formas aparecieron ya en su colección para este otoño-invierno, pero en esta ocasión va más allá, quizá porque se lo permite la playa como inspiración.

El verde militar estuvo muy presente, pero ahora en prendas rebajadas y desprovistas de cualquier acepción bélica. Un particular baile con vestidos de crochet, prendas drapeadas, largos flecos o jerséis de canalé con un punto bohemio. Como el que se coge en el último momento para echarse por encima ycubrirse de la brisa nocturna junto al mar. Un armario no para hacer la guerra, sino para vestir el relajado tiempo de ocio, que para las clientas de la marca probablemente sean muchas horas del día.

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