El viaje de Carhartt: cómo la ropa de trabajo de Detroit se convirtió en el fetiche de moda en París
A través de su división europea Carhartt Work In Progress, la firma ha afianciado su papel como colaboradora con grandes marcas de lujo. Tras su alianza con Marni o Junya Watanabe, le ha tocado el turno a la japonesa Sacai
En las fotos de street style de las últimas semanas de la moda de Londres, Milán o París no era difícil localizar chaquetas marrones con el parche cuadrado identificativo de Carhartt Work In Progress (WIP) en el lado izquierdo. Los privilegiados que tienen asegurado su asiento en los mejores desfiles predican a los cuatro vientos su devoción por esta marca sin importar el estilo, la edad o el género. Influencers de todo pelaje y celebrities tan variopintas como Jaden Smith, Kristen Stewart, Kaia Gerber o David Letterman defienden orgullosos sus Carhartt WIP como las prendas imprescindibles de unos armarios que, sin duda, contienen piezas mucho más caras y lujosas, pero probablemente no tan cool. La marca que naciera a finales del siglo XIX con el propósito de vestir a trabajadores ferroviarios y obreros es ahora mucho más que una insignia de ropa utilitaria. O lo que es más interesante: aun siendo una marca de ropa funcional y de trabajo ha logrado convertirse en sinónimo de ir a la última.
En 1889 Hamilton Carhartt funda la firma en Detroit, la meca industrial de los Estados Unidos hasta mediados del siglo XX. Con cuatro máquinas de coser, cinco empleados y un motor eléctrico de escasa potencia, comenzó a fabricar monos para los trabajadores de las fábricas. Los inicios fueron complicados. La empresa no conseguía despuntar, así que el propio Hamilton decidió reunirse con trabajadores de las empresas ferroviarias de la zona para poner en común sus necesidades y anhelos. Y ahí nació la prenda que catapultó la compañía al éxito: el peto de lona elástica que hoy se ha convertido en un básico de armario de los trabajadores estadounidenses.
20 años después de aquella la compañía ya contaba con seis fábricas a lo largo de todo el país, almacenes en Canadá e Inglaterra y oficinas en capitales como París y Nueva York. Tanto durante la I Guerra Mundial como en la II, Carhartt transforma su estructura y se convierte en proveedor del ejército estadounidense: empezaron a fabricar desde uniformes para las misiones en la jungla de los marines como ropa de trabajo para las mujeres que se presentaban voluntarias en las fábricas para sustituir a los hombres que habían partido al frente. Los años de la Gran Depresión fueron duros pero la empresa ya comandada por los herederos del fundador consiguió establecerse como la marca de referencia de la ropa de trabajo.
El primer giro de guion se produjo en los ochenta, cuando la marca se convirtió en favorita de figuras como Tupac Shakur, Dr. Dre o Wu-Tang Clan: ellos fueron los primeros en reivindicar este tipo de códigos de vestimenta como patrimonio del hip-hop. El segundo giro ha venido ya en la última década: desde que Kim Jones iniciara la revolución del streetwear de lujo, las grandes casas buscan colaboraciones con firmas de culto o beben directamente de su imaginario en interpretaciones más o menos fieles a las originales. No hay más que ver la reciente colaboración entre el Louis Vuitton capitaneado por Pharell Williams con Timberland, otra enseña vinculada a la clase obrera. El cantante y director creativo de la división masculina de la maison francesa combinó precisamente esas botas en su propuesta para el próximo otoño-invierno con chaquetas que homenajeaban la eterna influencia de Carhartt, esta vez sin asociación mediante.
La propia marca ha tejido distintas alianzas con grandes diseñadores y etiquetas de autor como Junya Watanabe, Marni o Sacai. Para ser exactos es Carhartt WIP, fundada en 1994 por Edwin Faeh, la división europea de la marca que firma estas colecciones y la mayoría de las prendas que vemos llevar a los entendidos en moda. Mientras que Carhartt a secas sigue fabricando la ropa resistente que utilizan los trabajadores, Carhartt WIP se encarga de reinterpretar sus clásicos para acercarlos al público general.
Si los petos y los gorros de lana fueron sus grandes éxitos en el pasado, ahora son sus chaquetas las que se llevan toda la atención. El modelo Detroit, reconocible por su tono marrón tabaco combinado con solapas de pana color chocolate, se lleva la palma convirtiéndose, incluso, en fuente de inspiración para el lujo. Marcas como Louis Vuitton, Prada, Miu Miu, Fendi, Valentino y hasta la propia Zara han lanzado chaquetas que parecen directamente sacadas de una tienda de Carhartt WIP.
Notarán la diferencia, sobre todo, por el número de ceros que marcan sus etiquetas: si una chaqueta Detroit ronda los 180 euros, la de Prada primavera-verano 2024 puede comprarse por 2.500. Puede que cuando nació la alta costura hubiese sido impensable subir a la pasarela ropa vinculada al trabajo y la clase obrera: en la actualidad la épica de dicha clase inspira a los creativos que buscan en los referentes estéticos de la vieja economía industrial nuevos símbolos cool.
Al calor de este desmedido interés actual por la marca y sus creaciones, el mercado de chaquetas Carhartt vintage y de segunda mano también se ha disparado. Hacerse con una chaqueta usada, un poco desteñida y marcada por los rigores del paso del tiempo es tanto o más exclusivo que hacerse con una pieza de nueva fabricación, ya tenga el logo de Carhartt, Carhartt WIP o el de una firma como Louis Vuitton.
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