De Michelle Obama a Eleanor Roosevelt: el legado de estas 13 Primeras Damas
Por sus causas, su popularidad e incluso por el estilo que dejan. Así son recordadas las últimas mujeres de los presidentes
Aún no ha comenzado su candidatura, pero Melania Trump ya ha dejado claro que utilizará su papel de primera dama para luchar contra el cyberbulling. Antes que ella, 14 mujeres desde el s. XX han traducido su paso por la Casa Blanca en un legado de diferentes niveles que van del papel de esposa al activismo más influyente.
Las activistas
“No me metáis en un avión para enviarme a algún sitio a que sonría”, llegó a decir Michelle Obama a sus asistentes. En su candidatura (2009-2017) ha dejado claro que no iba a ser como el resto de primeras damas. A ninguna otra hemos visto girando un hula-hop, bailando en la tele o practicando kickboxing en un vídeo. El paso de Michelle por la Casa Blanca ha supuesto 8 años de intervenciones y discursos virales en los que ha insistido en el acceso a la educación y sobre todo, en la lucha contra la obesidad infantil: “Estoy bastante dispuesta a parecer una tonta con tal de que los niños se muevan”, comentó esta “mamá en jefe” que priorizó a sus hijas y a su familia y termina ahora su faceta de primera dama convertida en activista.
Los canales que ha utilizado para difundir su mensaje no son los tradicionales. Un control perfecto de las redes sociales y apariciones en programas como el show de Ellen DeGeneres dejan atrás las ruedas de prensa a las que se limitaron algunas antecesoras suyas, salvo Eleanor Roosevelt (1933-1945), quien a comienzos de s. XX ya participaba en un programa de radio y escribía en periódicos y revistas: “My Day” se llamaba su columna. Para algunos historiadores, Eleanor definió el rol de una primera dama activista. Desarrolló gran independencia de las acciones de su marido apoyando causas como los derechos de la mujer, los derechos civiles o los de los mineros y fue la primera mujer de presidente que testificó ante el Congreso. Lo hizo dos veces, según el Chicago Tribune. En ella encontraba inspiración Hillary Clinton (1993-2001), una de las que más ríos de tinta han hecho correr por su autonomía y su temperamento.
Hace un par de años, el diario The New York Times describía a Clinton como “una fuerza independiente dentro de la Casa Blanca” que puso por su cuenta el cuidado de la salud en la agenda política (lideró una comisión para reformar el sistema de sanidad que acabó fracasando) y tuvo una relación muy complicada “con los distritos electorales republicanos y los asistentes de la Casa Blanca”, así como con su propio marido. Se convirtió en una figura política por derecho propio y lo demostró siendo la primera (y única) primera dama con un despacho en el ala oeste de la casa presidencial. Una década antes que ella, Rosalynn Carter (1977-1981) también presionó para que se revisasen las políticas relativas a la sanidad, específicamente a la salud mental, y testificó ante el Congreso (la segunda primera dama en hacerlo) para un acta que su esposo Jimmy Carter aprobaría en 1980. Bajo su candidatura se aprobó la Public-Law 95-750, uno de los mayores avances para el Despacho de la Primera Dama porque suponía, como expone Lauren A Wright en On Behalf of the President, “integrar en el mismo presupuesto las alas este y oeste” de la Casa Blanca. O lo que era lo mismo, un paso más en el reconocimiento y la profesionalización de los deberes de la mujer del presidente.
Si hubo una primera dama que convirtió la igualdad de derechos en su causa principal, esa fue Betty Ford (1974-1977). En este artículo de la CNN se explica cómo jugó un papel importante en la aprobación de la Enmienda de Igualdad de Derechos, por la que organizó a posteriori del mandato de su esposo, Gerald Ford, una campaña que incluía marchas, eventos, y más de 170 mítines en 42 estados. A pesar de los esfuerzos, finalmente la enmienda no siguió adelante. Otros de sus caballos de batalla fue el cáncer, que tuvo que superar tras someterse a una mastectomía semanas antes de ser nombrada primera dama. Se acabó convirtiendo en portavoz de su concienciación, y de la importancia de las mujeres de hacerse auto-exploraciones. Además, fue bastante criticada por su libre opinión al respecto de los gays, la marihuana o el aborto, del que se mostró a favor. Fue elegida una de las mujeres del año por la revista Time en 1975.
Su antecesora Pat Nixon (1969-1974) fue la primera primera dama que apoyó la Enmienda de Igualdad de Derechos. Si en un principio se la criticó por su falta de involucración política, con la reelección de Nixon en 1972 se habló de una nueva Pat que “tenía algo que decir al respecto del aborto, de los derechos de la mujer, hizo presión por la presencia de una mujer en el Tribunal Supremo” y fue la primera mujer de presidente en ser fotografiada con pantalones, según recogía Marlene Cimmons en un artículo de Los Angeles Times. Lejos de quedarse en la Casa Blanca, fue una de las primeras damas que más viajó. De hecho, fue la primera en visitar China y la Unión Soviética en consonancia con la mejora de las relaciones entre Estados Unidos y los países comunistas.
La del activismo medioambiental fue Lady Bird Johnson (1963-1969). Si bien se interesó por la pobreza o los derechos civiles, su legado quedó marcado por sus esfuerzos en embellecer el país. The New York Times explicaba que de las casi doscientas leyes que se aprobaron relativas al medio ambiente durante la administración de L.B Jonshon, prácticamente todas llevaban su sello. Esta lucha se tradujo en una causa pionera de la protección de la naturaleza gracias al programa “Beautify America” que llegó a buen puerto (legislativo) con la aprobación de la Highway Beautification Act.
Los iconos de estilo con legado histórico en la Casa Blanca
Aunque las separan más de un siglo, es imposible no trazar ciertos paralelismos entre los excesos de Jackie Kennedy, Nancy Reagan y Mary Todd Lincoln. La que fuera esposa de Abraham Lincoln fue muy criticada por el coste de la redecoración que quiso hacer sobre la mansión presidencial, proyecto que también marcó la trayectoria de sus sucesoras. Debido a su educación, Jackie Kennedy (1961-1963) desarrolló gran sensibilidad hacia las bellas artes, por lo que no dudó en cambiar la decoración de la era Truman por piezas auténticas que hiciesen honor a la casa de un presidente. Susan Swain, autora de la serie de televisión First Ladies, apunta que Jaqueline “dejó un enorme legado en preservación histórica de la Casa Blanca. Es responsable de crear la White House Historical Association y la preservación del parque de Lafayette Square de alrededor”.
En el caso de Nancy Reagan (1981-1989), fue la extravagancia llevada al extremo. La revista Architectural Digest recogió en 1981 la exclusiva de una reforma liderada por Ted Graber que había costado unos 800.000 dólares recibidos de donaciones. A eso le sumó renovar vajilla de porcelana por unos 200.000 dólares y otros excesos en el menaje del que da buena fe la subasta que salió hace unos meses en Christie’s. “¿Estoy gastando mucho dinero? Estoy siendo yo misma”, contestó a las críticas. Su derroche, con el que no se sentían nada identificados los americanos de la recesión, se hizo patente desde la fiesta inaugural: la de Ronald Reagan fue, en palabras del Washington Post, “la más cara hasta la fecha”, valorada en 8 millones de dólares (la de Carter fue de unos 3,5).
Tanto para Jackie como para ‘Queen Nancy’, la moda fue uno de los mayores hitos en sus legados. Para muchos, ellas restauraron la elegancia propia de la Casa Blanca, más visible tras periodos de austeridad como el que marcó la era de los Carter. Ambas vistieron alta costura de sus diseñadores de cabecera: Oleg Cassini era a Jacqueline lo que James Galanos a Nancy, pero también promovieron otros diseñadores como Halston, Oscar de la Renta o Carolina Herrera. Dior, Balenciaga o Givenchy fueron algunos de los nombres extranjeros que más se repitieron en los eventos de la Casa Blanca bajo la candidatura de Kennedy.
Ni Jackie ni Nancy fueron muy activas en términos de política. Mientras el interés de la primera fue la promoción de las Artes en Estados Unidos, la lucha principal de Nancy fue contra las drogas. Con su masiva campaña “Just say no” presionó contra la glamourización que hacía el cine y la televisión de las mismas. Su proyecto fue visto como uno de los más exitosos en la historia en la trayectoria de las primeras damas, ya que consiguió reducir la adicción de las drogas y el alcohol entre los jóvenes.
Esposas tradicionales a la sombra
A Eleanor Roosevelt y su trayectoria tan activa les secundaron dos primeras damas que prefirieron quedarse a la sombra de sus respectivos maridos. Ni Bess Truman (1945-1953) ni Mamie Eishenhower (1953-1961) tuvieron una vida tan pública como la suya o la de Jackie. Representaron una figura más acorde con el de las amas de casa de los años 50, la imagen de una madre y esposa abnegada. Aunque Truman siempre decía que su mujer era su “mayor consejera”, ella describió el papel de primera dama como el de una esposa “que se sienta junto a su marido en silencio y se asegura que su sombrero esté bien puesto”. En cuanto a Mamie, El País daba una idea clara en su obituario de lo que suponía su día a día: no se interesaba por la política, nunca se levantaba antes de mediodía y todas las tardes se reservaba unas horas para jugar al bridge. Sobre la liberación de la mujer, dijo “que no entendía de qué tenían que ser liberadas”.
Aunque décadas más tarde, el enfoque de Barbara y Laura Bush (2001-2009) también fue el de primeras damas tradicionales que aportaron una cara amable a las candidaturas de sus maridos. En el caso de Barbara, llamada “la abuela de todo el mundo”, la principal causa por la que será seguramente recordada es su campaña contra el analfabetismo, que consideró “el asunto más importante que tenemos”. Con la búsqueda de un Estados Unidos más alfabetizado, contribuyó a otras causas como el voluntariado o el sida. The Seattle Times describía cómo ella raramente hablaba en público de asuntos de política y casi nunca contrariando a su marido.
En el caso de Laura, su legado pasa precisamente por su popularidad. A pesar de la crítica a la administración de Bush, Gallup la situaba como una de las primeras damas preferidas: “Todo el mundo la adora, aunque haya gente que no aguante a su marido”, explicaba un historiador para The Washington Times. Su alta valoración viene de campañas a las que se adscribió, como la alfabetización, pero dejó claro en una sesión de tres horas con historiadores y periodistas cómo quería ser recordada: por su pasión por los derechos de la mujer y la alfabetización global.
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