Karmele Marchante: «No perdono a Carmen Maura, al final es una pijoburguesa que perjudica a las mujeres»
Charlamos con la periodista sobre su libro ‘Puta no se nace’, la huelga del 8-M o cómo fue militar desde el periodismo en el feminismo de los 70.
Karmele Marchante descubrió que era feminista gracias a Lidia Falcón. «Leí un libro suyo que me cambió la vida. Busqué su teléfono en el listín, vi que vivíamos cerquísima en Barcelona y la llamé. Luego tuvimos visiones distintas sobre el movimiento porque ella era marxista, pero fue mi revelación personal». Marchante ha vuelto unos días a la capital catalana para ofrecer una charla sobre Puta no se nace (Lo que no existe, 2018), un libro denuncia contra la explotación sexual de mujeres y niñas a través de la prostitución. Un retorno a su faceta periodística de investigación –para documentarse siguió el rastro de la trata por Nigeria y por Europa– tras unos años muy mediáticos en Telecinco. Sin ánimo de borrar esta última etapa que la desvió de la comunicación feminista, una de las pioneras del periodismo contracultural en España durante la Transición, fundadora de El Club de las 25 y masona miembro de la legión de Clara Campoamor («no puedo hablarte de esa faceta, lo siento»), charla con S Moda sobre la huelga del 8-M, su posición frente a las mediáticas «feministas de salón» o por qué el activismo debería tener más sentido del humor.
¿Por qué la necesidad de escribir Puta no se nace?
Porque en el movimiento feminista se ha abierto un debate que no está en la sociedad, especialmente sobre la prostitución y la trata. Yo soy abolicionista, es decir, entiendo que la prostitución y la trata no existirían si no hubieran putómanos (Marchante aclara que prefiere ese término al de ‘puteros’ porque «suena mejor en mi cabeza») que se deciden a comprar los cuerpos de las mujeres en situación de vulnerabilidad.
¿Por qué al feminismo le cuesta tanto llegar a un acuerdo en el debate sobre la prostitución?
Está dividido en el sentido de abolir o legalizar. Las que quieren legalizar yo las llamo sindicalistas, porque, desde mi punto de vista están equivocadas y pagadas por los proxenetas o explotadores. ¿A quién van a sindicar? ¿A las mujeres de 27 nacionalidades, que prácticamente no saben leer ni escribir, que las han captado vendidas por sus familias y las mafias? Es imposible, es una locura. La industria del sexo quiere hacer entender que esto son los mundos de Yupi, y no es así. Ninguna de las mujeres que he entrevistado me lo ha retratado como un mundo ideal.
En el libro apuntas que son las propias prostitutas las que tienen que «tener voz para legalizarse, abolir o tener derechos». Entonces, ¿planteas una tercera vía entre estas dos posiciones tan enfrentadas?
Yo me he hecho una corriente, sí. Para abolir la prostitución hay que hablar con ellas y no por ellas. Es muy fácil posicionarse desde una atalaya académica pero si no hablas con ellas, entonces nunca sabrás lo que quieren. Es una lógica de manual.
¿Has conocido a muchos ‘putómanos’ trabajando como periodista?
Sí, desde directivos a redactores rasos. No hay límite de edad ni barrera en la condición social.
Dedicas una parte del libro al 8-M. Explicas tu “cabreo” por La Manada y las cifras de abusos y violaciones. ¿Cómo vivirás el próximo 8-M?
Pues fenomenal, secundaré la huelga, obviamente. Para mí es un 8 de marzo más de todos los 8 de marzos de mi vida. Yo quiero que las calles se tiñan de violeta de nuevo y la clase política se entere de que las mujeres tenemos peso y voz en la sociedad.
Los hombres, ¿qué posición deben adoptar respecto a la huelga?
La huelga es de las mujeres, que somos las cuidadoras y las que no disfrutamos las oportunidades que tienen ellos. Si ellos quieren unirse a nosotras, que cubran los huecos de sus compañeras, que cuiden, hagan su trabajo ese día y se vayan a la manifestación, pero a los espacios mixtos, no a los espacios de mujeres como hacen muchos. Que trabajen, pero para nosotras.
En el libro también hablas sobre el impacto que supuso que las que tú denominas como «gurusas» mediáticas –líderes femeninas de los programas matinales y de las radios– hiciesen huelga. ¿Crees que se repetirá este año?
Mira, hasta donde yo sé, Ana Rosa Quintana ya ha dicho que va a trabajar este 8-M. Al final, han demostrado que son feministas de palo, de salón, nada más. No nos sirven, no quiero a esas mujeres en el feminismo.
Cargas contra la RAE y su falta de voluntad por el lenguaje inclusivo, ¿por qué?
Porque son unos machirulos que no aceptan que la mitad de la población somos mujeres. Yo a la RAE la quemaba con todos los académicos dentro. Hubo uno que no quiero ni nombrar (se refiere a Arturo Pérez Reverte) que decía que si se aceptaba el lenguaje inclusivo, que se iba de la RAE. Pues mira, que se vaya, con todos. Además, las mujeres feministas hace tiempo que ya pasamos de la RAE, no nos importa lo que digan. Utilizamos el lenguaje inclusivo desde hace muchísimos años. Nos da igual.
¿Te molesta que tu última etapa en la televisión haya eclipsado el perfil de periodista feminista y contracultural?
Ha sucedido, sí, y sigue sucediendo en ciertos ambientes. Pero quien me conoce y quien me quiere sabe ya sabe qué he hecho en mi vida y cómo soy. Yo por supuesto que lucho por recordar mi labor como periodista, pero convivo con esa última etapa y no la considero algo vergonzante. Es parte de mi vida. Ahí está mi currículo y quien quiera que lo lea. No tengo problema con ello.
Pepe Ribas contó en esta revista que gracias a ti Ajoblanco «contrarrestó la ola pornográfica de Interviú» y que instruías a todo el equipo en «el pensamiento del feminismo radical». ¿Era difícil hacerse oír en las redacciones supuestamente progresistas y revolucionarias?
Entonces no. Era facilísimo, te escuchaban más. Ahora es más complicado porque estamos retrocediendo por culpa de la derechona del poder.
¿Cómo se vivió la liberación de la mujer en las redacciones?
Con euforia, con alegría y con satisfacción, porque la hicimos nosotras, no ellos.
¿Cómo reaccionaban los hombres de las redacciones cuando os hacíais valer?
Ellos estaban muy politizados, algunos te escuchaban. Otros lo aceptaban a regañadientes porque, al fin y al cabo, eran tíos pero lo aceptaban en su mayoría.
Aquí explicaste que en las míticas jornadas libertarias de Barcelona te enfrentaste a Dany El Rojo por ser “un machista que iba de gurú”. Eso fue en 1977 y en 2019 se viralizan pintadas en las que se puede leer ‘El Che en la calle y en casa Pinochet’. ¿Qué pasa con el machismo en la izquierda?
Pues que de boquilla mucho y a la hora de la verdad, nada. Mira, la liberación sexual la hicimos nos la curramos nosotras. Ellos gritaban: ‘Follem, follem, que el món s’acaba’ (follemos, follemos, que el mundo se acaba) y nosotras les dijimos: ‘Muy bien, fenomenal, pero follaréis siempre con preservativo y si nosotras queremos follar y os atenéis a una serie de circunstancias. El ‘No es no’ no es nuevo, ya lo acuñamos las feministas a finales de los 70.
Junto a María Rodríguez y otras compañeras fundasteis el grupo performático LAMAR (Liga Antipatriarcal de Mujeres Antiautoritarias y Revolucionarias). ¿Qué acciones recuerdas con más cariño?
Pues mira, con Sánchez Dragó tenemos una muy buena a inicios de los 80. Él nos había llamado a las feministas ‘amargadas, feas, lesbianas, bigotudas, etc’, lo de siempre, vamos (se refiere a una entrevista en El Periódico donde aseguró que condenaría a las feministas «al fuego eterno»). Decidimos ir un grupo a un coloquio que ofrecía en Barcelona con Manolo Vázquez Montalbán (que era mi maestro de periodismo y al que admiraba muchísimo). Yo avisé a Manolo, le dije: ‘Mira, vamos a ir y vamos a montar algo con Sánchez Dragó, tú no te pegues mucho a él que contigo no va la cosa’. Así que en un momento de la charla, una se levantó y le preguntó por lo que había dicho, y acto seguido le cosimos a tartazos con forma de pecho de mujer. Fue divertidísimo.
También nos dedicábamos a quemar Interviús y las revistas del destape en la plaza Catalunya. Hacíamos una hoguera y bailábamos, cantábamos alrededor del fuego. Una cosa totalmente impensable hoy en día. El feminismo hay que tomárselo con sentido del humor, yo no sé tomármelo de otra manera. Con mis compañeras recuerdo que cuando las académicas se ponían pesadas nosotras hacíamos punto de cruz en medio de las charlas. Y nos lo pasábamos mucho mejor.
¿Era más revolucionaria La Tribuna Violeta durante la Transición que las secciones de feminismo de los diarios generalistas de hoy en día?
Uy, ahora hay secciones buenísimas de feminismo en muchísimos medios, no creo que se esté haciendo mal. El grupo de Las Periodistas Paramos, además, es muy activo. Lo que sí fuimos María Rodríguez y yo como pioneras fue tener una sección dedicada al feminismo donde jamás nos pusieron límites. Hablábamos de lo que nos daba la gana: aborto, cosificación de la mujer, prostitución. Una maravilla. Con El Club de las 25 este año, además, 25 años. Para mí es una cosa muy importante, porque el feminismo es una parte muy importante de mi vida.
¿Qué opinas de que actrices como Carmen Maura o Loles León, afines al sector progresista, últimamente hagan declaraciones en contra del #MeToo o de las feministas “que quiere enfrentarnos a los hombres”?
A Loles León, que es sindicalista de la prostitución y hemos discutido muchísimo por este tema durante muchos años, se lo perdono porque es muy amiga mía y porque sé que se posiciona así con el feminismo por motivos personales de su vida privada. A Carmen Maura, no. Maura que siempre ha sido de la progresía dorada, en el fondo es una pijoburguesa, otra feminista de salón. Y ha dicho unas tonterías que perjudican mucho a las mujeres, porque ella sabe que la escuchan con atención.
¿Qué activista feminista es la que más te inspira?
Teresa Meana, especialista en lenguaje no sexista y una mujer francamente divertida. Nosotras nos reímos de todo y trabajamos por la igualdad de todas las mujeres. Que no nos encasillen en el prototipo de que somos malas y que solo queremos cortar pollas, porque no. Y porque total, para lo que sirven…
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