Josep Font dice adiós a Delpozo
Tras seis años al frente de la firma, el arquitecto responsable de rejuvenecerla y convertirla en objeto de deseo a nivel internacional, deja la dirección creativa.
«Gracias Delpozo por estos seis maravillosos años. Me he sentido como en familia, y estoy muy orgulloso de todas las cosas que hicimos juntos». Con esta escueta frase, escrita en inglés, Josep Font se despedía de la dirección creativa de Delpozo en Instagram. Casi al mismo tiempo, la firma publicaba un retrato del diseñador con formación de arquitecto agradeciéndole su trabajo durante estos años. La delicada visión del barcelonés al frente de la histórica casa fundada por Jesús del Pozo llega a su fin.
Font fue el responsable de «rejuvenecer y continuar el legado de Jesús (del Pozo)”, tal y como ha afirmado Pedro Trólez, el presidente de Grupo Perfumes y Diseño, propietario de la enseña, haciendo de la marca española una de las más deseadas del panorama internacional. «Tiene una capacidad extraordinaria de mezclar colores, texturas y volúmenes, convirtiéndolos en colecciones delicadas y femeninas. Estoy agradecido por su lealtad y por haber formado parte de esta primera etapa de Delpozo», ha añadido Trólez. Bajo su mandato, la casa trasladó sus desfiles a Nueva York para después cambiar la Gran Manzana por Londres estas dos últimas temporadas. Allí presentó hace unos días su espectacular colección primavera-verano 2019 que, sin que trascendiera en aquel momento, sería su último show para la casa.
La mujer Delpozo que inventó Font se caracteriza por las siluetas arquitectónicas (se formó en la materia, aunque en los 80 decidió cambiarla por la moda), una exquisita paleta de colores que baila entre los tonos pastel más oníricos y los tonos más saturados y diseños que, como recién sacados de un sueño, han vestido a una buena colección de celebrities. Cate Blanchett, Julianne Moore, Keira Knightley, Kate Mara o Kiernan Shipka son algunos de los rostros conocidos que han lucido sus delicados vestidos popularizando la firma en Hollywood. También la cantante Ana Belén, amiga y musa de Jesús del Pozo, la eligió para recibir su Goya de Honor. Elena Anaya o Leticia Dolera, por poner otros ejemplos nacionales, también han llevado piezas del nuevo Delpozo.
El barcelonés, firme defensor de la artesanía, ha apostado por los bordados de calidad que al principio les hacían unas monjas de clausura, hasta que reclutaron personal de la escuela de Lesage para trabajar en su taller. Una tarea complicada –la de buscar la excelencia– cuando se tiene que comenzar una nueva colección cada mes. «La industria está perdida. Es un ritmo muy duro. Antes eran dos colecciones, ahora son cuatro, más el punto, más las novias, más los bolsos… es muy duro sí, pero hay gente que está peor», reconocía a S Moda. De momento no se conocen los motivos de su marcha, si habrá tenido algo que ver el ritmo frenético de las colecciones o podría haber sido reclutado para dirigir otra gran firma. Tampoco ha trascendido quién será el encargado de sustituirle al frente de la marca española que, gracias a él, ya es una de las mejores representantes del prêt-à-couture patrio en todo el mundo.
Josep Font, que ya había logrado hacerse un nombre dentro de la industria gracias a su propia marca homónima, fichó por Delpozo en 2012, casi un año después de la muerte del maestro Jesús del Pozo. Uno de sus primeros pasos al frente de la casa fue el de simplificar el nombre apostando por el apellido del creador para darle un aire más internacional y poder expandirse en Oriente Próximo, países en los que la palabra ‘Jesús’ está prohibida. Seis años después, la firma cuenta con una intachable reputación dentro y fuera de nuestras fronteras y se vende en templos del lujo como Moda Operandi o MyTheresa. La clave del éxito: prendas más cercanas a la alta costura que al prêt-à-porter y una visión incomparable del guardarropa femenino. «Desde que empezamos, además del diseño, nuestro principal objetivo ha sido revalorizar las prendas bien hechas», resumía Font en un encuentro con S Moda.
Lejos de recurrir a los manidos puntos de inspiración de otros creadores (véase el ubicuo «mujer cosmopolita que sabe lo que quiere»), Font bebía del arte, la música o la arquitectura en cada nueva colección. El compositor Xavier Cugat y su glamurosa vida, la obra de la fotógrafa María Svarbova o el trabajo artesanal del cristal de Fulvio Bianconi son algunas de las referencias de las que ha partido en sus últimas colecciones. El resultado es un universo tan personal como reconocible. Pocas firmas pueden presumir de crear diseños que al primer golpe de vista se identifiquen con la marca sin titubeos. Sin necesidad de logos. «Eso es un Delpozo» es una de las frases más repetidas al ver uno de sus vestidos en las alfombras rojas o en las imágenes de street style, donde Miroslava Duma o Indre Rockefeller han sido dos de sus máximas defensoras.
«Aunque esté haciendo camisetas, tienen que estar impecables. No se trata solo de ver algo bonito, sino que puedas darle la vuelta y ver lo bien que está hecho», contaba a esta revista Marisa, jefa de taller de Delpozo. Una frase que sintetiza muy bien el grado de excelencia que el catalán ha impuesto a todo lo que hace. En tiempos de sudaderas a mil euros, zapatillas feístas a precio de oro y logos por doquier, Font ha puesto en valor las piezas bien hechas, la moda pausada y el buen gusto por encima de todo. Las siluetas arquitectónicas, el tul, los volúmenes imposibles han adquirido un nuevo significado en sus manos y han hecho soñar a las privilegiadas mujeres que los han vestido. Pero, sobre todo, a las que han soñado con hacerlo.
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