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¿Influencer real o digital? Las ‘nuevas Dulceidas’ ya no son de carne y hueso

Cuesta diferenciarlos de los miles de instagramers que aparecen en nuestros muros a diario, pero son solo una ilusión, que amenaza con cambiar para siempre el firmamento de estrellas de las redes sociales.

La influencer digital Miquela tiene más de 600.000 seguidores.
La influencer digital Miquela tiene más de 600.000 seguidores.

El efecto Mundo de Oz se apodera de las redes sociales en el sentido más estricto. Primero, los millenials se encargaron de generar una realidad pasada por el filtro de la felicidad, gracias a su habilidad para editar sus circunstancias. Ahora el medio se alimenta de influencers que solo existen en digital. El perfil de Miquela Sousa ha dado la vuelta a la red. Sus 568.000 seguidores en Instagram aun distan de los 107 millones de Kim Kardashian o los 133 de Selena Gomez, pero no están mal para alguien incorpóreo.

De dónde viene la fascinación de la industria y el público por avatares que viven en la versión Second Life de la realidad. “Si como marca quieres diferenciarte de lo que hace el resto, tienes que llevarlo a todas las escalas, también con tus colaboradores. Un perfil como Miquela habla más de ti y de tu forma de entender la moda y la industria, que una influencer de moda convencional”, cuenta la PR Digital Lucía Carbajo de la Guerra.

@Lilmiquela, como se la conoce en Instagram, tiene aspecto de chica, incluso dice haber cumplido los 19. Viste como alguien a quien se le podría copiar el estilismo, porque la modelo tiene rollo y es también artista pop. De hecho, su single Not Mine alcanzó el número 8 en la lista de éxitos virales de Spotify en 2017.

“Creo que estos perfiles son muy estimulantes, por un lado está su propia imagen que te lleva a cuestionar aspectos más allá del look. De hecho, es fascinante cómo Miquela utiliza los Stories, al nivel de una persona real, mostrando cosas que le gustan, sus «sentimientos» e incluso un vídeo durante un concierto”, añade Lucía.

Esta modelo no se limita a mostrar sus estilismos construidos a base de Chanel o Proenza Schouler, tiene voz propia y la ha manifestado ya en entrevistas, editoriales de moda e incluso pidiendo colaboración para acciones sociales a través de sus post. “No diría que mi identidad es colectiva. Soy una artista y he expresado opiniones que son impopulares y que me han costado admiradores”, comentó a la publicación Business of Fashion.

A diferencia de los humanos, ella no cobra por ponerse piezas, aunque confiesa que sí recibe regalos en especie. Un modelo de colaboración muy jugoso para las firmas que buscan repercusión en redes. “Dado que no tienen las mismas necesidades y que la forma de crear contenido es diferente, hay variables que pueden ser distintas a las de un influencer real para establecer la tarifa. Pero no en términos absolutos, en el fondo, la tarifa depende de la calidad del perfil”, explica Beatriz Portela, CEO de la agencia de talentos digitales Okiko Talents.

Existe también una versión masculina y amigo de la modelo, @Blawko22, un devoto del streetwear y de firmas como Supreme y Obey. Todavía no es tan amado por marcas y followers, pero teniendo en cuenta que apareció en Instagram en noviembre, será cuestión de tiempo que la industria lo adopte como su nuevo chico malo.

La que ya se ha coronado como embajadora de la línea cosmética de la maquilladora Pat Mcgrath es Miquela, que muestra en Instagram sus propuestas beauty con paso a paso incluido. Pero la escalada de popularidad de estos avatares conlleva, por ahora, una vuelta a físicos irreales y una fascinación por la perfección tamizada con Photoshop contra la que llevan años luchando estrellas como Lena Dunham, Kerry Washington o Inma Cuesta.

Un ejemplo de la vuelta a los cánones solo disponibles a base de licuados y filtros es Shudu Gram. Como su propio creador ha desvelado, Barbie es uno de sus referentes. A esta modelo virtual se le puede anteponer el título de top porque ya ha sido imagen de Fenty Beauty, la línea cosmética de Rihanna.

“Lo más interesante de estos perfiles es que permiten adaptar mejor los contenidos a las necesidades del cliente. Al carecer de verdadera personalidad pueden moldear según interese la que originalmente se les atribuye. Esta misma cualidad es también su cruz, pues al no tener verdadera ‘alma’ es más difícil que lleguen a emocionar como un perfil humano”, matiza Portela.

Cameron-James Wilson es artífice de shudu.gram, la diosa de ébano a la que denomina su musa. “Soy fotógrafo pero siempre me ha encantado la ilustración”, cuenta a S Moda este británico que se declara autodidacta en el arte del 3D. “Descubrí un mundo de creatividad ilimitada, más que con la fotografía y finalmente creé un personaje, una modelo que representa perfectamente mi idea de la belleza. Inspirada por la Princesa Sudafricana Barbie y la belleza de las mujeres de la tribu Ndebele, nació Shudu”.

Y como muchas maniquíes legendarias, fue descubierta de forma fortuita. Tokyo James, un amigo de Cameron, tomó la imagen de su perfil personal de Facebook y la compartió, entonces se hizo viral. “Tyra Banks la reposteó y comenzaron las búsquedas de la chica de la foto. Tuvo likes de modelos como Naomi Campbell y Whinnie Harlow”, cuenta Wilson que rápidamente creó su perfil que suma hoy 36.800 seguidores.

La tendencia ya ha despertado una onda expansiva en la industria. Solo hay que indagar en el perfil de Vetements para ver cómo algunos de sus protagonistas toman prestadas fórmulas faciales heredadas de humanoides. O como el modelo Nfon Obong cuenta con una versión digital para posar junto a Shudu. ¿Supone esto el inicio de una nueva generación de prescriptores a base de píxeles? “Ahora es una singularidad, pero en el futuro veremos un despertar de avatares digitales y al final del día los seguiremos por sus propias historias, por el contenido que generan y porque, honestamente, los encontramos bellos. No hay nada que frene a quien desarrolle todo esto en formato digital”, piensa Cameron.

Todavía las agencias no cuentan con categorías específicas para ellos, pero será cuestión de tiempo si existe una demanda real. “En este momento no acabamos de ver perfiles como estos dentro de Okiko… Pero la tecnología y la forma de trabajar varían a marchas forzadas, por lo que no podemos descartar que se cree uno verdaderamente interesante que pueda llegar a ser parte de nuestra plantilla. ¿Por qué no? ¡Nos encantaría ser pioneros en eso!”, concluye Portela.

La diseñadora e influencer Miranda Makaroff también piensa que la importancia de estos perfiles aumentará: “Creo que estamos encaminados hacia un futuro en el que serán cada vez más predominantes (a mí no es lo que más me gusta…), ya que veo que en general encanta crear yoes e historias virtuales. Si a la gente le hace feliz, ¡hay que respetarlo! Además, es posible que si estuviese en otra posición, limitada de algún modo, me apeteciese acceder a esta vida paralela”. Asimismo, enfatiza que no los ve como una competencia. “Al final alguien que existe en realidad es mucho más complejo y tiene más niveles”, añade.

Quizá los avatares sean una respuesta a una limitación que el entorno impone a la expresión y la capacidad creativa o quién sabe si una forma de controlarlas más. En palabras de Wilson: “Por primera vez, siento que tengo algo que ofrecer más allá de fotos bonitas”.

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