Houghton, la firma de moda nupcial que fascina a las ‘millennials’
Frente a la pompa y boato de los trajes clásicos, los sobrios diseños de la creadora estadounidense Katharine Polk se han convertido en todo un fenómeno de masas.
Existe un término medio entre las líneas casi ascéticas del vestido de novia de Fabiola de Bélgica y los volantes y las mangas de farol que lució Diana de Gales el día de su boda. Ese espacio intermedio, donde la sencillez convive con el detalle y el horror hecho volumen se relaja, se ha convertido en el lugar predilecto para la cohorte de millennials –las nacidas en la década de los 80 y principios de los 90– a punto de casarse. Quien mejor las conoce es la diseñadora californiana Katharine Polk, una suerte de verdugo de los volantes que ha devuelto la esperanza a quienes han rehusado casarse vestidas de princesas.
Su firma se llama Houghton –homenaje al segundo nombre de la actriz Katharine Hepburn–, un proyecto concebido para ofrecer vestidos de novia “sexy, atemporales y sencillos” a mujeres del siglo XXI. Así es como los define su autora. ¿El secreto de su éxito? Un universo romántico sin caer en la obviedad, tejidos que desafían la rigidez de la organza y un aquelarre de vuelos vaporosos para vestir la modernidad. Sus diseños easy chic, como algunos los llaman, desprenden un carácter indudablemente juvenil. Se acabaron las meninas con faldas armadas.
El mérito de Folk consiste en haber sabido conectar con una generación emergente que ha dejado de vestirse para el día más importante de su vida –ahora los días importantes son todos–. Ese matiz, aunque tonto, separa dos mundos. Ya lo apuntaba el diario The New York Times hace unas semanas. Se trata de dos formas de entender las bodas, dos maneras de afrontar la ceremonia del matrimonio: la de la era de Instagram y la otra, la que ya no interesa.
Primavera-verano 2016.
Getty
El debut de Polk en la creación nupcial se produjo hace tres años. La diseñadora puso en práctica todo lo aprendido durante sus años en el California’s Fashion Institute of Design & Merchandising y en los talleres de Badgley Mischka, con quien aprendió el oficio. Desde entonces, y gracias al favor de muchas editoras de moda que han visto en ella un talento desbordante, su lista de pedidos se ha multiplicado por diez. Su tienda de Nueva York y el canal de venta online de su página web ofrecen vestidos que cuestan desde 2.100 euros hasta 11.400 euros –los envíos también llegan a España–.
“Las chicas Houghton tienen una mirada ecléctica y no se asustan a la hora de afrontar los retos. Se ponen pieles con pantalones de cuero y calzan zapatos planos el día de su boda. Comen ostras y beben champán, y prefieren gustarse que esforzarse en agradar. ¿Su edad? Entre los 20 y los 65 años”. Así definía Polk a sus clientas en una reciente entrevista. En realidad, esa descripción bien podría hablar de la mayoría de mujeres que viven en el planeta Tierra. Su éxito reside precisamente en eso mismo, en haber sabido fabricar un producto amable y bonito, un diseño que no intimida a quien lo lleva. Es, según se desprende del fervor que despiertan los modelos en las redes sociales y en el blog de la firma, una promesa liberadora para un día en el que la libertad individual pasa a ser compartida.
El fenómeno de masas en el que se ha convertido Houghton es una expresión más del buen estado de forma que goza el negocio de la moda nupcial en todo el mundo. Sin ir más lejos, España es una potencia en este sector. Según las cifras facilitadas por los responsables de la última edición de la Barcelona Bridal Week, evento en el que Houghton fue una de las firmas invitadas, “una de cada diez novias en el mundo se casa con un vestido nupcial de sello español”. Pronovias y Rosa Clará son sin duda las firmas más conocidas del mundo. Mención aparte merecen en nuestro país otras marcas de corte más alternativo que también se han adentrado recientemente en el sector: Encinar (mujer) y García Madrid (hombre). No parece descabellado pensar que, tras Houghton, quizás la próxima historia de éxito protagonizada por una modesta firma pueda llevar una etiqueta: Made in Spain.
Colección primavera 2016.
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En su web se pueden comprar también vestidos como estos de otras temporadas.
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Uno de los modelos de la temporada 2014.
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La diseñadora Katharine Polk con su perro Jonesy en los estudios Milk de Nueva York.
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