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La moda más rancia de Instagram que no queremos que llegue a España

Más de un 1.100.000 posts responden a la etiqueta ‘#genderreveal’ en la red social. A pesar del furor en Estados Unidos, hasta la misma inventora de las fiestas para revelar el sexo de un bebé dice que no son buena idea.

Típicos 'cupcakes' para una fiesta de revelación de sexo de bebé.
Típicos 'cupcakes' para una fiesta de revelación de sexo de bebé.Getty (Getty Images/iStockphoto)

Formas improbables para anunciar, no solo la llegada de un bebé, sino cuál será su sexo biológico mediante un fiesta artificiosa. En internet no se agotan las ideas. Todo empezó en 2008, cuando Jenna Karvunidis compartió en su blog y algunos foros las imágenes de la fiesta que había dado en familia para celebrar su embarazo tras varios abortos espontáneos. Con una tarta de interior coloreado en rosa, quiso celebrar que había llegado a ese punto del embarazo en que “podía saber si era un niño o una niña”, según ha contado a The Guardian. Pero el tiempo le ha quitado la razón.

La propia Karvunidis lo ha explicado con una publicación abierta en Facebook en la que expone con una foto familiar que ha tenido “muchos sentimientos encontrados” sobre su “contribución involuntaria a la cultura”. Una aportación que, apunta, está poniendo “más énfasis en el género de lo que nunca ha sido necesario para un bebé (…) Lo hice en ese momento porque no vivíamos en 2019 y no sabíamos lo que sabemos ahora: que asignar enfoque de género al nacer deja de lado gran parte de su potencial y talento, que no tienen nada que ver con lo que hay entre sus piernas”. Y reconoce al periódico británico que se ha dado cuenta de que «esto afecta a las personas trans o no binarias», así como la lección sobre el constructo y las normas de género que le llega ahora a través de su propia hija. “Giro de guion, el primer bebé post fiesta revelación de sexo del mundo es una niña que lleva trajes”, escribe sin perder la condición de influencer que le valió marcar moda entonces; aprovechando el mensaje para promocionar el perfil de su hija Bianca en Instagram que gestiona ella misma.

Durante esta década, el éxito de las fiestas para revelar el sexo del bebé ha crecido exponencialmente de la mano de la explosión de las redes sociales y, especialmente, de Instagram. Su máxima es impresionar, demostrar estatus y supuesta felicidad a base de imágenes que, cuanto más espectaculares sean, mejor. Y en esto, las tartas apetecibles con cubiertas rutilantes e interiores coloridos, las bengalas y bombas colocadas en el tubo de escape del coche que al arrancar dejan una estela de humo o los globos que estallan en purpurina y confeti -todos en rosa o azul-, tienen muchas papeletas para llevarse el ‘me gusta’.

Las gender reveal parties son más populares en el mundo anglosajón, donde su denominación apunta directamente a que lo que descubriremos en el evento será el ‘género’ y no el ‘sexo’. Se han convertido en un negocio rentable. Más de un 1.100.000 posts responden a la etiqueta ‘#genderreveal’ solo en Instagram, Pinterest ofrece carpetas y listados infinitos para buscar inspiración y tampoco falta todo un arsenal de productos y juegos creados ex profeso para que los futuros padres depositen con confianza el resultado de la amniocentesis o la ecografía a un desconocido que, en función del resultado, añadirá a su artefacto, pastel o piñata uno u otro color.

La moda se ha desmadrado tanto que las imágenes de estas celebraciones alcanzan la viralidad no solo por su espectacularidad, sino también por sus (accidentales) catastróficos finales, convertidos en un género en sí mismos en YouTube, como contaba Carina Chocano en su ensayo Los peores fracasos de las fiestas para anunciar el sexo de un bebé (The New York Times). Dos ejemplos: el del vídeo tomado por un dron que, desde arriba, sigue a un coche que echa a correr en carretera australiana desprendiendo humo azul y acaba en llamas. O el caso del agente de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza estadounidense que desató la “revelación más infame de todos los tiempos”, según la escritora. Usó explosivos codificados por colores cuyo estallido provocó un incendio forestal de 19.000 hectáreas en Arizona (Estados Unidos). Los daños se cuantificaron en ocho millones de dólares, de los cuales el agente pagó 220.000 a modo compensatorio y tuvo que protagonizar un anuncio preventivo por parte del Servicio Forestal del país. La suma de varones a estos eventos y fiestas que Chocano identifica como tradicionalmente femeninos, ha dado lugar a lo que entiende ha sido un reemplazo de “los juegos típicos de dichos eventos con algo más agresivamente masculino; la revelación del sexo de un bebé ahora es como un baby shower con escenas que pretenden ser de películas de acción”.

Imaginar las consecuencias de estos eventos sobre los bebés en gestación y sobre sus familias no es difícil hoy en día. Como apuntaba Jenna Karvunidis, no parecen tener cabida en un escenario en el que la ruptura del binarismo de género y de la cisnormatividad forman parte de la conversación pública. Holanda ya ha incluido el género neutro en su registro civil y en España una veintena de colectivos de personas trans de todo el país acaban de reclamar a Pedro Sánchez con urgencia la necesidad de un proyecto de ley «específica» e «integral» que acabe con la «desigualdad» y la «discriminación» del colectivo, que se da sobre todo en los ámbitos sanitario, de educación y laboral. La paradoja es que ver esas instantáneas coloridas inundadas de globos y guirnaldas con tipografías misterwonderfulizadas que rezan ‘it’s a boy!’ y personas sonrientes transmitiendo una falsa perfección, parece tan propio de estos tiempos por su forma como anticuado por su contenido -a pesar de que la separación de lo masculino/femenino por colores es un invento relativamente reciente: se usa desde mediados del S.XX con la finalidad de crear mercados separados y así vender más-.

La otra cara de la moneda: la crianza en género neutro

Conviviendo en el espacio-tiempo, otra forma de afrontar -y de retransmitir- el nacimiento y la crianza de los niños. La crianza en género neutro encuentra una importante comunidad de apoyo en redes sociales y tampoco faltan los padres influencers que hacen público el relato del crecimiento de sus criaturas, huyendo de las etiquetas y estereotipos de género. A diferencia de las fiestas para revelar el sexo del bebé, que traspasan la división del rosa-azul para abanderar estereotipos aún más hondos con temáticas como ‘pistolas-princesas’; quienes se aventuran a desafiar las normas de género lo hacen desdibujando fronteras, dejando a sus retoños elegir si, como hizo Adele con su hijo Angelo, quieren llevar falda o pantalón, si juegan con camiones o muñecos y sin referirse a ellos en masculino o femenino.

La escritora Aixa de la Cruz reflexionaba sobre cómo afrontar la crianza en estos tiempos y con estas convicciones en La Marea con su texto Niño o niña. “Te llamarás Noa y no dejaremos que ningún ecógrafo te ponga etiquetas que son como cicatrices”, compartía con su óvulo recién fecundado. «Lo encontré en una lista de nombres unisex, porque aquello era lo único que me importaba: que tuviera identidad antes que género”. De la Cruz acaba contando cómo, finalmente y al conocer el sexo biológico de su bebé, asume: “No anticipaba lo mucho que me costaría serle fiel a este propósito. Mi discurso está años por delante de mí misma. Por mucho que me resista, llevo la diferencia incrustada en los cimientos”. La única certeza es que su hija “haría kárate o kick-boxing o ballet clásico, lo que ella quisiera, pero nunca por esa etiqueta identitaria que es como un corte, y nunca por los miedos de su madre ni de su abuela ni de sus tías”.

Como explica Victoria Ferrer, Catedrática de Psicología Social de Género en la UIB a S Moda, sería clave “darle una importancia menor a la que le damos en esta sociedad a la genitalidad. Tomamos la decisión de cómo van a ser sus identidades (si llevarán vestidos o tendrán habitaciones rosas) porque tienen vulva o no. Fundamental también que la sociedad la construyéramos de una forma menos dicotomizada y excluyente. Lo de que hay características que son exclusivamente ‘de niño’ o ‘de niña’ es absurdo, también las hemos construido nosotros. Para las personas trans esto llega a ser un verdadero problema, el género no coincide con lo que se supone que marca su cuerpo”. Aunque la experta reflexiona sobre la dificultad de poner en práctica real la crianza en género neutro, por todos los factores sociales externos que interfieren, subraya que sería importante “esperar a que la personita que acaba de nacer empiece a expresar su personalidad, que les escuchemos, qué quiere o qué no quiere hacer. El rosa y el azul son etiquetas. En vez de apresurarnos a ponerlas nosotros, esperar, escuchar y respetar la diversidad con el objetivo de llegar a una crianza no sexista”.

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