‘Yo no soy esa’, el himno feminista de Mari Trini en el que miles de mujeres encontraron consuelo
La compositora murciana fue la primera mujer en salir al escenario de TVE con pantalones, un atrevimiento que le valió muchas críticas y suspicacias que los periodistas de la época no se callaron.
La vida de María Trinidad Pérez de Miravete-Mille y Pascual de Riquelme, más conocida como Mari Trini (Murcia, 1947-2009) no fue fácil, pero la artista supo convertir la necesidad en virtud. El primer contratiempo al que se enfrentó tuvo lugar cuando aún no había cumplido 10 años y supuso el comienzo de su carrera. Porque a aquella muchacha, que procedía de una familia aristocrática, la acechó una nefritis crónica que la mantuvo postrada en cama durante años. “No recuerdo si fueron cinco o seis. Solo sé que entré en aquella habitación como una niña y salí con sostén”, confesó en un programa de televisión en pleno siglo XXI.
Y fue durante aquel periodo de su infancia que pasó tan sola, años de comidas sin sal y frascos de colonia con los que sus padres le lavaban le pelo, cuando Mari Trini empezaría a componer sus primeras canciones. Pero los días eran largos y las distracciones pocas. Por suerte, también encontró consuelo leyendo y escribiendo poesía, demostrando ya entonces una sensibilidad que después estaría presente en las letras de sus canciones.
Yo no soy esa, que tú te imaginas
Para Miguel Ángel Bargueño, periodista y autor de Las chicas son rockeras (Libros Cúpula, 2019), la compositora “supo como nadie diseccionar los sentimientos femeninos, hablando tanto por las que sufrían como por las que no se dejaban avasallar”. Lo hizo en uno de sus temas más conocidos Yo no soy esa (1971), versionado recientemente por La bien querida, un himno que todavía resulta moderno y que sigue apelando a mujeres de todas las edades (y preferencias afectivo-sexuales).
“La canción tiene una historia bastante curiosa”, nos cuenta Bargueño. “El éxito de su álbum Amores (1970) la llevó a actuar sin descanso por España, Europa y Latinoamérica, y a la hora de grabar Escúchame (1971) ocurrió algo bastante habitual entre los músicos: que no tenía canciones suficientes. Así que, para solventarlo, recurrió a versiones de Brel, Becaud o Edith Piaf, pero seguían sin ser suficientes. Entonces, su productor, Rafael Trabucchelli, desempolvó los dos EP que Mari Trini había grabado para EMI Francia en 1965 y consideró una buena idea volver a grabar Ce n’est pas moi, incluida en el segundo de esos EP».
Ese Ce n’est pas moi se convertiría en Yo no soy esa, una adaptación a la española que se grabaría con arreglos de Miguel Ramos en los míticos estudios de Hispavox de la calle Torrelaguna. “Cuando se publicó en 1971, hasta cierto punto ya era una canción antigua. Es de suponer que la compuso durante su estancia en París y claramente estaba muy influida por los grandes de la Chanson y el pop de Françoise Hardy”, apunta Bargueño.
Antes, Mari Trini había pasado por Londres, donde encontró trabajo tocando la guitarra en un programa de televisión de la BBC 2. Pero fue París la primera ciudad que la acogería fuera de España y la que más la influyó musicalmente: allí conoció a maestros de como Jacques Brel, Gilbert Bécaud o Léo Ferré, influencias que la llevaron a escribir ese himno que aún sigue resonando en nuestras cabezas.
“Este periplo formativo y su propio carácter rebelde forjaron un estilo único e ingobernable que alcanzó su cota más alta en Yo no soy esa”: una canción feminista que describe a una mujer libre, que se escabulle del dominio masculino, que es autónoma y que exige ser amada por cómo es. Un tema que pasó el filtro de la censura solo porque se consideró demasiado ambiguo”, recuerda Bargueño. El creador y artista Paco Clavel, que tuvo la oportunidad de conocerla, lo considera también un referente. “En esa época ya había surgido la canción protesta, pero esto era más sutil, más personal, más intimista”.
Pero la rebeldía de Mari Trini no solo estaba presente en sus letras: ese estilo ingobernable también se reflejaba en su carácter. La música nunca aceptó las propuestas poco razonables de ejecutivos, casas de discos y representantes. “El sello RCA quiso lanzarla como cantante pop de rostro angelical, con canciones de otros compositores como Aute, Juan Carlos Calderón o Patxi Andión, pero ella ya tenía un repertorio propio”, nos cuenta Bargueño. “El director de la casa de discos dijo que una mujer no era capaz de componer canciones, así que no prestó atención a mis temas”, recordaría también Mari Trini en una entrevista.
Por suerte, aquello no prosperó y en Hispavox pudo desarrollar su talento. “Yo siempre he dejado un margen de imaginación para que la persona que escuche la canción ponga su final. En aquel momento, muy pocas mujeres opinaban de política. Eso sí, tenían que vestirse muy bien y salir muy bien. Aun así, mis canciones no adquirieron la dimensión que adquirieron las de Serrat, las de Patxi…”, lamentaría la música años después.
Porque entonces, las mujeres podían escribir “cartas a sus amigos”, pero no poemas ni canciones. Con todo, ella consiguió hacerlo: su primer álbum, Amores (con la canción Ayúdala que dio lugar a gran cantidad de especulaciones porque muchos consideraban que podría hacer referencia a un trío), era un trabajo muy intimista y con letras en donde el amor se situaba siempre en el centro. Un sentimiento que Mari Trini colocó en lo más alto de su pirámide vital hasta el final de sus días: “La calidad de vida se centra en el amor”, sentenciaba.
Pantalones, smoking y pajaritas de terciopelo
Mari Trini también fue la primera mujer en aparecer en Televisión Española con pantalones; concretamente, con unos vaqueros. Una decisión que no fue casual: la artista se oponía a la exaltación de la sexualidad a la que todas las cantantes se veían abocadas. “Su música, con ese aire intelectual, tampoco invitaba al escote y la minifalda”, reconoce Bargueño. Durante sus comienzos, tenía un punto más afrancesado, que cambió con el tiempo. “Ella llevaba pantalones cuando entonces lo que se estilaban eran las minifaldas, el minishort, las maxifaldas…”, recuerda Clavel.
El cantante y pinchadiscos cita a una de sus coetáneas, la poeta Gloria Fuertes, que era amiga de Mari Trini y a la que incluso le dedicó un poema. La madrileña apareció en TVE con pantalón, camisa y corbata. Y aunque Mari Trini tardó algunos años en virar su estilismo hacia uno más arriesgado y fuerte, sus comienzos también fueron interesantes. Lo desarrolla Juan Sánchez, documentalista y colaborador de Clavel en diversos programas musicales. “Me gustaba mucho su imagen porque era diferente. La recuerdo con maxivestidos de flores. Llevaba un estilo como hippy sofisticado, pasado por París. Pero la Mari Trini de los ochenta cambió bastante: tenía el pelo más corto y una imagen más ambigua, con chaquetas con hombreras, a veces con smoking…”. Y las pajaritas de terciopelo negras estaban también presentes.
Décadas después, Mari Trini sentenciaría que estaba decidida a triunfar en la canción vestida de negro de la cabeza a los pies. “Me vestí de negro reivindicado a los existencialistas, y para demostrar que sin falda se podía triunfar y trabajar”. Rocío Saiz, cantante y música, reconoce que Mari Trini siempre ha sido una importante referencia para ella; no solo musical, también estética. “Desde el principio de mi carrera, he tenido muy claro que en los conciertos iba a ir con traje. Y lo tengo claro gracias a ella, a Patti Smith, y a otras mujeres que han reventado el género en la moda, que se han adueñado de eso que llaman masculino. Porque no tenemos por qué ir codificadas y sexualizadas solo por ser mujeres”.
Esa imagen, que no buscaba agradar a nadie, se unió a un gesto característico de la cantautora, resultado de la mala praxis de un médico. “A los 17 años, tuve una sinusitis y al cirujano se le fue la tijera y me dejó con la boca mirando hacia Soria”, contó Mari Trini. Sin embargo, y, a pesar de tener una imagen fuerte y las ideas claras, todos los que la conocían coinciden en que era una persona muy sensible, tímida y con principios muy férreos. “Escuchar a Mari Trini cantando esas letras, con su tono de voz un poco tembloroso, tan cálido y con ese toque dramático, me caló muy hondo. En los setenta no dejaba de ser una mujer frágil, que sentía mucho el amor y el desamor, de una gran sensibilidad. Luego en los ochenta asumió una actitud más dura, pero igual de vulnerable”, recuerda Juan Sánchez.
Una vida en el armario
Mari Trini nunca fue completamente libre; fue discreta con respecto a sus sentimientos porque no tenía otra opción. Durante cuarenta años, mantuvo una relación con la que oficialmente ejercía como su secretaria personal, Claudette Loetitia Lanza, a la que conoció en Madrid, y que estuvo con ella hasta el día de su muerte, en 2009. “Mari Trini andaba un poco a caballo entre Madrid y Barcelona. Allí frecuentaba lugares de ambiente de mujeres, porque en la capital catalana había un rollo lésbico muy interesante, [y había] muchos clubes de lectura. A las lesbianas antes las llamaban las libreras”, nos cuenta Rocío Saiz. De hecho, Mari Trini se dejaba caer por el Daniel’s, el primer local de Barcelona para lesbianas, donde además sonaba su música.
Era en la época en la que vivía en Sant Pol de Mar. Lo recuerdan en la minibiografía que forma parte de Desconocidas y fascinantes. “Mari Trini nunca hizo declaraciones sobre sí misma, ni sobre su orientación sexual, pero de la manera en la que mostraba su personalidad no era muy difícil intuir que sería gay o bisexual. También por sus canciones y por su actitud, que era totalmente diferente a todo lo que estaba en el candelero en ese momento”, reconoce Clavel. Por su parte, Saiz considera que Mari Trini se protegía para no perderlo todo. “No eres más valiente por salir del armario”, apunta. “Pero no por eso Mari Trini era menos honesta. Ahora la etiqueta de lesbiana sirve para vender discos, pero antes te la tenías que quitar. Para nosotras Mari Trini es un estandarte”, sentencia.
Sobre esto, Isabel Franc, prolífica novelista (con su primera obra, Entre todas las mujeres, quedó finalista en el XIV Premio La sonrisa vertical) y profesora en el máster en Género y Comunicación en la Universidad Autònoma de Barcelona, reconoce que Mari Trini era una especie de mito para la comunidad lésbica. Y apunta hacia una nueva interpretación de Yo no soy esa: “Para nosotras, era un himno; ese ‘yo no soy esa’ era una manera de decir que ella no era como el resto de mujeres heterosexuales”.
Porque Mari Trini no renunciaba a sus canciones para expresar cómo se sentía. “Jugaba con una absoluta ambigüedad. Recordemos que en la época aún existía la ley de peligrosidad social, una medida que no fue derogada completamente hasta 1995, y que declaraba “en estado peligroso” a los vagos, los proxenetas y “los que realicen actos de homosexualidad”, entre otros. Dicho de otra manera, declararse lesbiana no era una decisión que una mujer pudiese tomar.
Lo que sí que existían eran las especulaciones. En los medios de comunicación del momento, el tema de su sexualidad se deslizaba con mayor o menor acierto. El periodista José María Íñigo le dijo en una ocasión mientras la presentaba: “Tú tienes un gran secreto que nunca has querido contar, que nunca quieres contar y que seguramente no vas a contarme, naturalmente”. Por suerte, su interlocutora estaba más que acostumbrada a estas preguntas y sabía cómo salir victoriosa. “Sí, sí, yo te lo voy a contar. Yo tengo un secreto que es ser optimista”.
Otros eran menos discretos y andaban más perdidos, como Jorge López Pedrol. “Dime la verdad, ¿en algún momento de tu vida pensaste en que te gustaría ser hombre?”. No contento, insistió segundos después. ¿Por qué cuando veo las revistas del corazón, no veo ningún romance, ningún flirt, con un señor?”. Jesús Hermida tampoco se quedaba corto: “Das la impresión de ser una mujer solitaria”. Pero ella nunca se venía abajo ni dejaba su sonrisa de lado, a pesar de que la acusaban, cómo no, de no sonreír.
En resumen, Mari Trini se enfrentó durante años a preguntas directas que la acusaban de tener algo que ocultar y que la cuestionaban por no haberse casado y por no haber tenido una relación oficial con un hombre. Y aun así, seguía concediendo entrevistas, sin perder los nervios, y continuaba disfrutando de escribir sobre el amor. “Había que insinuar y hacerlo con metáforas”, explicaba ella misma.
Mari Trini protagonizaría en 1984 la portada de la revista Interviú. Tras años de comentarios que aseguraban que tenía una pierna ortopédica, una pierna de palo, quiso demostrar que “era una mujer sin ningún defecto físico”. Rocío Saiz cree que nunca se usan palabras positivas a la hora de calificar a una lesbiana. “Somos antipáticas, feas… entonces y ahora; y dicen que tenemos mal carácter porque no nos da la gana de meternos en los pantalones del patriarcado”.
Lamentablemente, Mari Trini tuvo que enfrentarse al final de su carrera pese a no querer dejarla atrás: durante sus últimos años, la industria no contó con ella. Pero para la artista murciana, componer canciones formaba parte de su día a día, y era trabajando como se sentía más cómoda. “En este país, si no has triunfado antes de los 30, te dejan atrás”, insiste Saiz, que es consciente de que en esta industria, como en todas las demás, la vejez no se contempla.
Un año antes de su muerte, en 2008, la Región de Murcia le otorgó el premio Lucha por la igualdad. Y el pasado diciembre, en el programa Melódico de Movistar+, cantantes como María Rodés o la periodista musical Virginia Díaz recordaron su canción Yo no soy esa y su valor como figura feminista, adelantada a su tiempo y con mucho coraje. Sus letras, las de Mari Trini, seguirán con nosotras para siempre.
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