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‘Megxit’: machismo, clasismo y racismo en el último drama ‘royal’

Los tabloides y el sector reaccionario concentran las críticas en culpar a Meghan Markle de la decisión de los duques de Sussex de ‘independizarse’ de la Corona.

Meghan Markle, en una imagen de 2018.
Meghan Markle, en una imagen de 2018.Getty (Getty Images)

«La prensa británica ha salido exitosa en su aparente proyecto de acosar a Meghan Markle, duquesa de Sussex, para que se vaya de Gran Bretaña». La catedrática de periodismo y autora de Brit(ish): On Race, Identity and Belonging, Afua Hirsch, publicó hace un par de días Los negros británicos saben por qué Meghan Markle quiere irse en The New York Times. Su columna atacaba a la monarquía como «centro simbólico del establishment» responsable de la noción de un Imperio Británico «construido  en base una doctrina de supremacía blanca». También describía el «tratamiento racista» que ha tenido la canadiense en los medios británicos desde que anunció su noviazgo con Enrique de Inglaterra hasta las airadas reacciones por la voluntad de los duques de Sussex de ‘independizarse’ de la familia real británica y vivir en América del Norte.

Entre otras anécdotas, la autora recuerda que la prensa se ha referido al ADN de Markle como «exótico» (es mestiza), se ha comparado al primer hijo de la pareja, Archie, con un chimpancé en la BBC, se ha insinuado que su afición al aguacate es «responsable de asesinatos en masa» y expone la hipocresía de que Markle fuese «condenada» de forma casi unánime en los medios por haber ejercido de editora invitada en la revista Vogue, mientras se aplaudió y alabó que Kate Middleton hiciese lo propio en The Huffington Post o que el Príncipe Carlos lo fuese hasta dos veces en la revista Country Life.

«Este tratamiento prueba lo que muchos de nosotros ya sabemos: no importa lo guapa que seas, con quién te cases, qué palacios ocupes, qué causas apoyes, cuán creyente seas o cuánto dinero acumules, en esta sociedad el racismo siempre te perseguirá», firma Hirsch.

Dice la periodista que «la prensa británica, tras atacar a la pareja de forma continuada, ahora reacciona con shock frente a este movimiento». Una airada reacción en la que se ha hecho evidente no solo el racismo cotidiano hacia Markle (el columnista Owen Jones tiraba de parodia para resumirlo subiendo a sus redes un oportuno montaje con la película de terror Déjame salir, pero aquí protagonizada por la familia real británica), también han explosionado elevadas dosis de machismo y clasismo sobre la duquesa de Sussex.

Aunque en el texto de los duques se utilizó el «nosotros» en todo momento para referirse a una decisión aparentemente consensuada, la opinión pública insiste en responsabilizar a Markle de todo el asunto. No está al nivel de una crisis de abdicación como la de Eduardo VIII leyendo su renuncia en la BBC por amor a Wallis Simpson, pero el sector progresista aplaude que Meghan «haya desmantelado la monarquía en menos de dos años» o traduce este movimiento en un curioso intercambio de papeles en las fábulas infantiles: «Había una vez una bella princesa que rescató al príncipe», tuiteó la periodista Jenna Sauers.  El sector más reaccionario y conservador, por otro lado, tira de sexismo rampante. El grupo de la campaña Leave.Eu, fundado por el financiador del partido antieuropeo UKIP, el empresario Arron Banks, y que defendió el Brexit en el referéndum de junio de 2016, decidió publicar un montaje en el que Markle aparece ataviada como una dominatriz controlando a un Enrique sublevado ante su poder sobre el calificativo de «calzonazos» («pussy-whiped» en el inglés original).

«Que la decisión de Meghan y Harry se llame Megxit solo refuerza sus razones para emanciparse de la Casa Real británica», escribía Patricia Moreno en Vogue, lamentando que Megxit sea precisamente el apodo del fenómeno («no será porque suene mejor») o que ataque de nuevo el malogrado síndrome de Yoko Ono, cuando se responsabiliza de la deriva de un hombre carismático por la aparición de una novia incómoda. Un paradigma misógino que han sufrido múltiples mujeres (Ono se cargó Los Beatles, Nancy Spungen a los Sex Pistols, Courtney Love a Nirvana, etcétera) y que también ha rescatado en forma de denuncia Sarah Lyall en The New York Times frente las críticas que acusan a Markle de «haber llegado a interferir en las relaciones de Enrique y su hermano», el príncipe Guillermo.

Mientras el exchef de la princesa Diana, Darren McGrady, tiró de poderes psiquícos para salir a la palestra de Twitter y cargar contra Markle por «haber manipulado» a Enrique («la princesa Diana estaría furiosa con su hijo», dijo, emulando a Obamae Brown), no solo los tabloides alimentan la paranoia sexista, clasista y racista contra Meghan con múltiples fuentes anónimas desde el palacio de Buckingham. Las redes también reproducen ese desdén hacia la duquesa de Sussex, tal y como recogía Bustle. Desde cuentas en Instagram que exponen a la supuesta «estafadora que ha engañado a la familia real» (@scammingduchess) a hilos en 4chan y 8chan (foros de imágenes en la web) que cargan contra ella sin miramientos (el pasado mes de agosto una investigación de Sky News reveló el acoso de los trolls que sufría en numerosos hilos de conversación y cuentas de Facebook), a canales de YouTube con más de 20.000 suscriptores como Murky Meg (Turbia Meg), donde culpan a la duquesa de Sussex de fallar al patriotismo británico.

«Enrique y Meghan no escaparán del escrutinio, y mucho menos de las críticas, sin importar a dónde vayan, y deben saberlo. Pero que hayan elegido esta opción, una que dará como resultado que décadas de bilis mediática sea arrojada sobre sus cabezas, no es una reflexión sobre ellos. Es una reflexión sobre todos los demás», escribía la columnista Hadley Freeman sobre la inundación mediática de noticias sobre la pareja en clave negativa. Una reflexión que también llevará a cuestionar por qué la prensa de todo el planeta decidió taguear todo este entuerto como #Megxit y no se optó, haciendo justicia a ese «we» paritario que los duques defienden, por el suculento #Sussexit.

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