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Carga mental: la tarea invisible de las mujeres de la que nadie habla

La labor de planificación, organización y toma de decisiones en el hogar la asumen mayoritariamente ellas. Un trabajo no reconocido que puede aumentar el estrés, la ansiedad y que es la base de muchos conflictos de pareja.

El 63% de las madres españolas afirman que todos los días tienen en mente un listado infinito de cosas por hacer, frente al 25% de padres que experimentan esta misma sensación.
El 63% de las madres españolas afirman que todos los días tienen en mente un listado infinito de cosas por hacer, frente al 25% de padres que experimentan esta misma sensación.Cordon Press

Hay un chiste que circula por ahí en el que un marido le dice a otro: «Yo también lavo los platos, hago la compra y paso la aspiradora, pero mi mujer aún pretende que sea a mí a quien se le ocurran esas estúpidas ideas!». Sí, algunos hombres ya ayudan (o así lo sienten al hablar sobre la corresponsabilidad de las tareas) en casa, pero la mayoría se limita a ejecutar órdenes que, a menudo, deben ser verbalizadas más de una vez y de forma convincente.

En el mundo laboral los hombres siguen siendo, en mayoría, los que ostentan el poder, los que planifican y dictan estrategias. Esos directivos y cabezas pensantes de las empresas, en casa, ese género masculino en las parejas heterosexuales tiene alergia al mando y a la toma de grandes decisiones que deja, casi siempre, en manos de las mujeres. Si comparamos el hogar con una gran compañía veremos que, en la gran mayoría de los casos, ellas son las que programan, prevén, diseñan planes, adelantan posibles fallos o problemas y tienen en cuenta todos los detalles y la interacción de las partes. Pero, además ,de esta labor de ejecutivo, las amas de casa realizan también los trabajos reservados a los empleados, a la mano de obra: cocinan, limpian, cuidan a otros, ponen lavadoras, hacen la compra o bajan la basura.

Una labor invisible y poco valorada hace que las cabezas de las féminas no paren de trabajar mientras sus parejas se relajan frente al televisor. La carga mental, es decir, la cantidad de esfuerzo no físico y deliberado que debe realizarse para conseguir un resultado concreto, la asumen casi siempre ellas. La marca de productos para el hogar, Procter & Gamble acaba de publicar una encuesta sobre el tema con datos muy reveladores. En España, 3 de cada 4 mujeres sufre carga mental, aunque un 40% de ellas desconoce el concepto y el 45% nunca ha hablado de con nadie de este asunto.

“El problema está en que hay una falta de conciencia absoluta respecto a esta cuestión”, afirma Violeta Alcocer, psicóloga con consulta en Madrid, que ha supervisado este estudio. “Dentro de esta investigación se incluye un experimento en el que se le pide a varias parejas reales que apunten en sus teléfonos móviles todas las tareas de casa que han hecho durante una semana. Aunque el 46% de las parejas creen que comparten estas labores, el resultado es revelador porque los hombres hacen muy pocas anotaciones. Son muchos y muchas los que nunca han oído hablar de este concepto y se sorprenden cuando descubren que sobre ellas recae no solo la mayor parte de las tareas, sino también la labor de estrategia”, afirma esta psicóloga.

Una carga silenciosa, doblemente pesada

La carga mental es silenciosa, y esa cualidad la hace doblemente pesada. La sociedad no la reconoce porque no valora ni remunera los cuidados domésticos, a pesar de ser un pilar fundamental de la economía. Históricamente, además, la gestión del hogar ha sido entendida como algo esencialmente femenino, que ellas hacen casi por instinto. Y la reciente asunción de tareas domésticas por parte de los varones, les ha proporcionado la coartada perfecta para demostrar su corresponsabilidad y dar el tema por zanjado.

La ilustradora francesa Emma Clit fue una de las primeras en poner el dedo en la llaga con su cómic Me lo podías haber pedido, en el que habla de esta asignación, casi bíblica, de tareas femeninas. En una entrevista a El Periódico Clit declaraba, “no hay nada biológico que lleve a las mujeres a ejercer ese papel, pero interesa que sigan haciendo ese trabajo gratis. Es lo que permite mantener el sistema. La crianza de los hijos y el trabajo doméstico sitúan a la mujer en ese esquema gracias al patriarcado. Una sociedad dominada por la clase masculina, que ha tenido el poder político y religioso durante siglos y ha mantenido el control sobre las mujeres, especialmente sobre su capacidad reproductiva, que es un poder esencial”.

Maite (40 años) pareja de Toni (42), es madre de dos niños, de 6 y 4 años, y vive en Palma de Mallorca. Aunque ambos desconocían el término de carga mental, estaban al tanto de la problemática, solo que con términos distintos. Era “el runrún obsesivo” de ella, la “master & commander”, en palabras de Toni, y “la habilidad innata para el escaqueo” o, directamente, “el morro” de él, según Maite. Pero la cosa estalló con el nacimiento de su segundo hijo. “Entonces yo tenía más responsabilidad en el trabajo y se me juntó todo”, cuenta Maite, “tenía mucho estrés, me sentía sola pero pensaba: no debe ser para tanto. Hay muchas madres que también trabajan. Tras peleas y disputas, la solución pasó por el reparto, no solo de tareas sino también de asuntos. Creamos unos ‘ministerios’ y cada uno se ocupaba de todo lo relativo al mismo. Por ejemplo, el ministro de salud debía gestionar los asuntos médicos de los miembros de la familia. Estar al tanto de visitas, revisiones, compra de medicinas, etc. Aunque si alguien necesitaba ayuda, por supuesto, podía pedirla. Otro de los aspectos que no me gustaba del régimen anterior es que el hombre se suele quedar con las faenas más glamurosas, que yo siempre ejemplifico con el símil de la barbacoa. La organización recaía siempre sobre mi (invitar a la gente, hacer comida, comprar, limpiar), mientras que él se limitaba a cocinar la carne. Resultado: él siempre recibía elogios; yo jamás, porque mi trabajo era invisible”, cuenta Maite.

Madres, las campeonas en levantamiento de carga

En opinión de Alcocer, “la carga mental está detrás de muchas peleas, crisis de pareja y hasta rupturas, ya que genera mucha desigualdad y descontento. Sentimientos de angustia que no se saben muy bien de dónde vienen. En parejas sin hijos, es común que estas disputas se tapen contratando a una persona que venga a limpiar unos días a la semana. Es una forma de ocultar el problema, pero cuando llegan los niños es ya más complicado, porque es más difícil delegar en otro la crianza y educación de los hijos. Hay momentos clave en la vida de las personas donde la carga mental se hace evidente. La post-maternidad, o cuando los padres se hacen mayores y requieren más cuidados, o incluso vienen a vivir a casa. No es casualidad que las mujeres consuman más antidepresivos y ansiolíticos que los hombres”.

En el equipo femenino, las madres son el grupo que más carga mental soporta. Según el estudio anterior, el 63% de las mamás españolas afirman que todos los días tienen en mente un listado infinito de cosas por hacer, frente al 25% de padres que experimentan esta misma sensación. Un 87% de las madres se pintan como las principales responsables de que todo fluya adecuadamente en la casa, y un 69% reconoce que sus parejas colaboran, pero que hace falta pedírselo. Los hijos perciben también de forma inconsciente esta desigualdad de tareas; ya que solo un 12% de los padres afirman que son las personas de referencia para las necesidades diarias de sus hijos, frente al 70% de las madres. Otro dato curioso es que solo el 14% de los padres están en el chat del colegio, frente al 65% de las mamás.

“La carga mental de las madres hace que el verbo conciliar sea más difícil de conjugar para ellas, e influye en la desigualdad por géneros del mundo laboral”, apunta Maite Egoscozabal, socióloga del Club de Malasmadres. “Según nuestro estudio Somos Equipo (2017), que ahonda en las causas de la imposibilidad de conciliar”, continúa Maite, “el 58% de las mujeres, después de ser madres, toman decisiones que implican una cierta renuncia (reducción de la jornada labora, excedencia o abandono del trabajo) en su carrera profesional, frente al 6,2% de los hombres. Y en estas actitudes hay dos causas, los factores externos, sociales y legales, que favorecen que la mujer aparque su trabajo en aras de sus hijos; y las barreras internas, que ellas mismas se autoimponen. Porque, incluso antes de tener hijos, ya saben que ellas son las que van a cuidarlos y, aunque los dos ganen igual (siempre está la excusa de que mi marido gana por, por eso renuncio yo a mi trabajo), es casi siempre ella la que recorta su vida profesional”.

Estrategias para repartir el peso

Antes que nada, hay que sacar del armario a ese peso invisible, esa labor incorpórea que vaga como un fantasma, ensombreciendo la vida del que la soporta. “En su mayoría mujeres, aunque también hay casos de hombres que son los que llevan la carga mental, pero en menor medida”, señala Violeta Alcocer. Un ejercicio útil, como propone el estudio de Procter & Gamble, “es visualizar el hogar como una empresa en la que hay diferentes departamentos: de ropa, comida, limpieza, educación o decoración. Acto seguido hay que cuestionarse quién dirige y coordina cada uno (aunque luego todos aporten su granito de arena en el ejercicio de las tareas), quién conoce lo que se hace en ellos y quién es más probable que diga cosas como: “He pensado que hay que hacer esto”, “¡Acuérdate de comprar tal o cual cosa!” o «¿Hiciste lo que te pedí?”.

“Una vez que se ha detectado a la persona que soporta más carga mental, el primer paso lo debe dar el que está más cómodo y comprometerse a ser más activo en la parte estructural y organizativa”, señala Alcocer. “Pero esto va a necesitar de un periodo de ajuste y, es probable que la persona que entra en juego se equivoque y cometa fallos, por lo que hay que tener paciencia y darle su tiempo”.

Saber delegar es una cualidad que no todo el mundo posee. Según el estudio anterior, solo un 24% de las mujeres son capaces de olvidarse de la tarea que han dejado para otros, mientras que el 72% declara que critica y supervisa cómo los demás hacen las cosas. “¡Déjalo!, ya lo hago yo, que acabo antes”, “me voy, pero os he dejado comida preparada en la nevera”, “ si no sabes dónde está algo, llámame” deberían se frases prohibidas en el vocabulario de cualquier aspirante a tirar por la borda su carga mental. “Aunque también hay mujeres que pueden ver en la equidad una pérdida de poder. Al menos, en la casa mandan ellas. Pueden ser perfiles de gente con trabajos poco gratificantes o valorados; que sienten que, al menos en casa, son imprescindibles”, señala esta psicóloga. 

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