Verónica Echegui: «Antes sufría más, ahora el miedo me activa»
La madrileña confiesa sentirse más a gusto haciendo televisión: estrena la británica Fortitude y rueda en España Apaches.
No oculta su sorpresa cuando habla de su participación en Fortitude, el enigmático thriller que emite Movistar+, y cuya segunda temporada ya ha sido confirmada. «Me tocó el Gordo. Aunque la prueba que hice no fue la mejor, tenía el feeling de que iban a llamarme», reconoce Verónica Echegui (Madrid, 1983). Pero pasó un mes y pensó que no lo había conseguido. «El personaje era una irlandesa católica», recuerda. La llamada del sí la pilló durmiendo y «con algo de resaca». «Me puse como loca, estuve celebrándolo durante días», reconoce. Y así fue como nació Elena Ledesma, un papel finalmente hecho a su medida, la camarera española del único hotel de este inhóspito pueblo islandés. En el reparto, Stanley Tucci –«un actor que me encanta, no podía creer que actuaría con él»–, al que retó a una partida de Lobos. «Es un juego de cartas muy divertido. Tuve que convencerle. Creo que pensaba que estaba loca».
¿Cómo se ve ahora que acaba de celebrar su 32 cumpleaños?
El paso del tiempo, sinceramente, no me importa. Veo la época que estoy viviendo como en un mismo pack. Todo lo que me está pasando es bueno. Pensé que llegar a esta edad iba a apabullarme, especialmente por lo que me contaban mis amigas, que solo hablan de niños.
¿Se plantea ser madre?
No, la verdad es que ya no me planteo nada, porque luego pasa lo contrario. No me fío de mí misma. Tengo épocas… a veces soy familiar y tranquila, otras, me da por viajar, por no parar. Será porque soy Géminis. ¿Cómo me siento ahora? Nómada.
¿Qué queda de la Verónica de Yo soy la Juani, película de Bigas Luna por la que obtuvo hace casi una década su primera nominación a los Goya?
Queda la pasión. Llevo 12 años trabajando, eligiendo los proyectos con el corazón, y soy feliz. Siempre doy el 100%. Sin embargo, la ingenuidad de aquella época ha desaparecido. Ya no espero nada, mi imaginación vuela, pero tengo los pies en la tierra.
«Me atrevo con todo», decía en 2013 en esta revista. ¿No hay nada que le aterre?
Ahora me siento más abierta y flexible. Antes sufría más, tenía más miedos, a no tener trabajo, por ejemplo. Hoy este sentimiento es casi inexistente, aunque tengo mis momentos. Me he dado cuenta de que cuando aparecen los miedos, me lanzo. El miedo me activa.
Y echando la vista atrás, ¿se arrepiente de algo?
Es cierto que todo lo que te pasa te hace crecer y bla, bla, bla. Los varapalos te pueden venir bien, pero me hubiera gustado conocerme más, haber sabido tomar mejores decisiones, no estar tan perdida en algunos momentos. Seguramente, todo lo que me está pasando habría llegado mucho antes. Habría cambiado esa sensación de no saber lo que quieres. Y ese par de películas que, pensándolo ahora, no tendría que haber hecho. Por respeto, no voy a decir cuáles.
Verónica lleva vestido de Loewe, botines de Rochas y anillos de Michael Kors.
Mirta Rojo
¿Un buen consejo al respecto?
Ernesto Alterio me dijo una vez algo que me encantó y con lo que mi chico [el actor Álex García] y yo nos reímos mucho: «De las 200 películas que he hecho, solo 20 eran buenas; el resto, trabajo, solo trabajo». Eso es lo que hay que pensar.
Se dio a conocer en 2004 con la serie Paco y Veva, y ahora vive un regreso triunfal a la televisión. ¿Cómo vive este fenómeno de las series?
La televisión y el cine se mezclan, lo que está dando como resultado un nuevo formato. Como actriz, prefiero las series. De las películas me gusta la brevedad y que reseteas rápido; pero cuando haces una serie se le da más valor al personaje y eso me interesa mucho.
¿Cuáles sigue?
Vis a vis y Sin identidad, aunque voy con retraso. Picoteo mucho, pero no termino ninguna. Mad Men, Extras, que es maravillosa, Black Mirror… y una miniserie con Tom Hardy, The Take, inglesa, muy loca.
¿Durante el rodaje de Fortitude en Londres se aficionó a las series inglesas?
Sí, cuentan historias más profundas, arriesgan, me encantan sus locuras. Pero los estadounidenses saben enganchar como nadie, en eso son los mejores. Tengo pendiente Transparent, que dicen que es formidable.
En Fortitude protagoniza algunas escenas explícitas, ¿cómo se enfrentó a ellas?
Tuvieron mucho cuidado desde el inicio. Allí lo hablan todo, lo justifican todo, cosa que no pasa en España. Estoy acostumbrada a establecer los límites, pero no hizo falta.
¿Se sintió cómoda con compañeros de reparto como Stanley Tucci, Sofie Gråbøl –conocida por Forbrydelsen, la versión danesa de The Killing– y Michael Gambon?
Todos eran mayores que yo. Cuando fui a la lectura de guión en Londres, pensé que por ser la más joven se iban a arrepentir de haberme elegido. La verdad es que me impuso estar en ese salón gigante del Hilton con tanta gente y té y pastas por todos lados. Luego me di cuenta de que todos estábamos igual.
Mirta Rojo
Se atreve a arriesgar en su vestuario, ¿hasta qué punto le interesa la moda?
Me gustan sobre todo las tiendas desconocidas. Para los básicos compro en Zara y H&M y prefiero tiendas como Urban Outfitters o River Island. No suelo comprar por Internet. Mi última adquisición fue un vestido de flores precioso de la tienda Capellier, en la zona de Conde Duque, en Madrid.
¿Descubrió algo en Londres?
Vivía en Notting Hill y allí las tiendas eran un poco caras. Buscaba las de segunda mano por Brick Lane, que tienen precios más asequibles.
¿Cómo ha vivido desde fuera los últimos cambios políticos en España?
Me he tenido que poner las pilas, enterarme de lo que sucede y de lo que ocurre en mi gremio. En el extranjero nos ven como un país caótico, parecido a Grecia, en vez de valorar la parte positiva. Será porque en Reino Unido no existen estos partidos, así que se sorprenden.
¿Qué le parece la nueva situación política?
Ha empezado el cambio, había mucha desidia y tristeza. Pero haberle dado un buen palo al bipartidismo ha generado odios y tensiones. Siempre he vivido esa hostilidad, por eso no creo en este sistema político. No he sido de ningún partido. He votado al PSOE un par de veces, pero no hemos avanzado.
Como actriz, ¿qué tal ve el futuro de la industria?
Un grupo de cineastas nos hemos unido para cambiar el modelo audiovisual, autogestionarlo, demostrar que no somos unos chupópteros. Creemos que no hay que politizar el arte. Hay que estar al margen de los partidos que gobiernan y solucionar la relación entre el público y la cultura.
Las redes le habrán ayudado mucho para estar al tanto de la actualidad, ¿cómo es su relación con las nuevas tecnologías?
Es bastante intermitente. Twitter me sirve para informarme y retuiteo las cosas que me parecen interesantes, como las que se refieren al maltrato animal. Creo que con la edad me estoy haciendo cada vez más sensible.
¿Le gustó Islandia, qué recomendaría?
Me encantó. Es diferente a todo lo que conocemos. Rodamos en una zona inhóspita, donde llegábamos en avioneta desde Reikiavik. Lo mejor es alquilar un coche y recorrer la isla, darse un masaje en Blue Lagoon [un balneario natural] y disfrutar de los paisajes del norte, con sus playas volcánicas y sus animales salvajes. En cuanto a la comida, hay que probar el reno, una carne deliciosa, fuerte, como las sopas, con mucho sabor. Y contemplar la aurora boreal y esa no puesta de sol que disfrutamos una tarde de junio.
¿Los islandeses son tan serios como los pintan?
Para nada. Parecen muy serios, pero es gente muy loca. Un día, un camarero muy correcto y tranquilo pensó que estaba triste, y me dijo que iba a hacerme un truco de magia. Se tiró al suelo, hizo el pino y chocó su tripa contra la tarima de madera, golpeándolo y haciendo un sonido muy fuerte. No sabía dónde meterme.
¿Y usted qué imagen cree que da? ¿Busca su nombre en Google?
Sí, me busco sobre todo para saber qué le transmito a la gente, qué imagen doy. Me importa, porque tengo vocación de comunicadora. A veces leo cosas que he dicho y me digo: «No sé por qué conté esto». Es difícil hacer entrevistas, a veces no sé qué responder y termino diciendo lo que no siento.
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