El lamento de Sharon Stone o por qué quiere paralizar el nuevo montaje subido de tono de ‘Instinto Básico’
La actriz de 63 años ha lamentado su incapacidad para detener el reestreno del celebrado thriller erótico, que llegará a los cines este año en una versión restaurada y con nuevo material explícito, pese a no contar con su beneplácito.
A la espera de que los grandes estudios se atrevan por fin a recuperar para las salas los grandes taquillazos que retiraron tras el estallido de la crisis sanitaria, la insólita y raquítica cartelera pandémica nos ha dejado situaciones tan curiosas como el hecho de que un clásico como El señor de los anillos: El retorno del rey ocupe actualmente la primera posición en la taquilla nacional. En esta coyuntura de control de daños, varias productoras han decidido dar lustre a las grandes joyas de su catálogo, tratando de seducir a una nueva generación de espectadores o apelando a la nostalgia entre aquellos que ya las disfrutaron en su día. Ese es el caso de Instinto Básico, el thriller erótico de 1992 protagonizado por Sharon Stone y Michael Douglas, que llegará a los cines este mismo año en una versión restaurada para conmemorar el 30 aniversario de su estreno. Un cumpleaños que no será celebrado por todos sus responsables.
“Nadie me ha preguntado como me sentía al respecto, eso lo puedo asegurar”. Resignada, pero sin disimular su enfado, Sharon Stone desveló en su visita al programa de televisión australiano A current affair que ningún miembro de la producción la había informado siquiera del reestreno de la película que la convirtió en una estrella. Supervisado por el realizador de la original, Paul Verhoeven, y en calidad 4K, el nuevo montaje ha sido calificado por la propia intérprete como “XXX”, por el añadido de escenas subidas de tono que no formaron parte del metraje original. Stone se lamentó de su incapacidad para controlar qué nuevas secuencias explícitas serían rescatadas o de no poder obstaculizar un reestreno que va contra su voluntad. “Hay nuevas normas del Sindicato de Actores al respecto que podrían impedirlo, pero se establecieron después de que yo, cuando era mucho más joven, rodara esta película… por lo que no pueden aplicarse a mi caso”, anunció la actriz de 63 años, apesadumbrada porque en Hollywood se continúe “ignorando los pensamientos y sentimientos de las mujeres en este tipo de situaciones”.
“Si Sharon Stone no tiene poder sobre su propia vagina, ¿qué esperanza les queda a otras actrices menos conocidas en Hollywood?”, se pregunta la periodista de Metro Mel Evans. “Este es un escenario increíblemente rancio y sombrío, en el que se fuerza a una mujer a enfrentarse a la grabación de un abuso”, añade el crítico de cine Caspar Salomon. Pese a la indignación generalizada de buena parte de los tuiteros, en solo unos meses los cines volverán a proyectar las escenas que hicieron de Stone una de las mayores estrellas del cine de los noventa, pero que la traumatizaron durante el resto de su vida.
En su libro de memorias The Beauty of Living Twice (La belleza de vivir dos veces), publicado el pasado marzo, la intérprete de Pensilvania reveló cómo Verhoeven la había engañado para que se quitara la ropa interior en la inolvidable escena del interrogatorio policial. Alegando que el blanco de sus bragas reflejaba la luz y estropeaba la toma, el cineasta le pidió que se deshiciera de ellas, sin advertirle de que rodaría un plano de sus genitales durante el célebre cruce de piernas, y que aparecería en el montaje final. Ella solo se enteró de que su sexo había sido grabado cuando acudió a un pase privado y previo al estreno, rodeada, dice, de decenas de agentes y abogados. En su biografía, Stone cuenta cómo se levantó ipso facto de la butaca, “caminó hasta la cabina de proyección, abofeteó al director y se dirigió hasta su coche para ponerlo en conocimiento de su abogado”. A pesar de tener, esta vez sí, la posibilidad de paralizar el estreno con una orden judicial que hubiera calificado la película como X, aniquilando cualquier opción de hacerse un hueco en las salas comerciales –“1992 no era como ahora, que vemos penes erectos en Netflix”, apunta con precisión–, Stone decidió seguir adelante y permitir la escena. “¿Por qué? Porque era correcta para la película y para el personaje; y porque, después de todo, la había hecho”, apunta, no sin volver a reseñar la falta de empatía del cineasta con ella, que negó que tuviera ningún poder sobre el material.
Verhoeven, sin embargo, guarda una versión muy diferente de los hechos narrados por la actriz, y asegura que contaba con su beneplácito explícito. “Cuando rodamos la escena hice que todo el mundo saliera del plató, incluido Michael Douglas. Solo estábamos ella, yo, y Jan de Bont, mi director de fotografía. Sabía muy bien lo que estábamos haciendo. Luego dijo que no sabía que estábamos filmando su vulva, pero es falso. Y, además, justo antes de rodar la escena me regaló sus bragas, aunque eso siempre se olvida de decirlo”, reveló en una entrevista al Journal de Montreal.
El thriller erótico se convirtió en todo un fenómeno en los cines, que acudieron en masa a verlo hasta hacer de él la cuarta película más taquillera del año, solo por detrás de producciones familiares como Aladdin o Solo en casa 2. Recaudó cerca de 300 millones de euros en todo el mundo –en España marcó uno de los mejores estrenos históricos hasta la fecha– y Sharon Stone pasó a ser aclamada, tal como indica esta crónica de El País de la época, como todo un “símbolo erótico”. Su papel de Catherine Tramell catapultó una trayectoria sumida hasta entonces en la mediocridad –“me había pasado años haciendo películas de mierda”, ratifica ella misma–, y estrenó posteriormente otros éxitos como Rápida y mortal o Casino, pero casi treinta años después Stone no ha dejado de reiterar su arrepentimiento por haber accedido a rodar las escenas más explícitas del filme.
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