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Paz persigue su estrella

Paz Vega consigue triunfar y mantener la calma en Los Ángeles, criar a sus hijos y producir Amar en Madrid, su próximo proyecto.

Paz Vega

De niña, todo lo que Paz Vega quería de los Reyes Magos eran películas: cintas con sus títulos preferidos y un vídeo, claro. El cine era su pasión, un mundo al que ya de niña sabía que pertenecía. Lo que no sabía era cómo. La sevillana se ríe ahora de su inocencia. Lo hace en su tráiler, en el corazón de Beverly Hills, bañada por el sol, rodeada de palmeras, preparada para una sesión fotográfica de estrella y con un cierto olor a barbacoa en el ambiente. Pero eso fue hace unos días. Hoy estamos en España, donde la Paz madre lidia con sus tres hijos –Orson, Ava y Lenon– en una tarde de invierno en la que los pequeños están más inquietos que de costumbre. Dos países y una misma conversación que tiene lugar entre sus dos hogares con la única Paz Vega, esa niña de Triana que ha cumplido los 36 años siendo actriz en España y en Hollywood, y cuya vida transcurre a golpe de avión. Las películas ya las tiene: Lucía y el sexo, Carmen, Spanglish y Teresa. También posee la belleza y por eso es la nueva embajadora de L’Oréal Paris. Su preocupación ahora es el mundo que les espera a sus hijos, tal como van las cosas. «De momento los tengo aquí, revolucionándolo todo», comenta con humor, mientras los tres se dejan oír en la habitación contigua. Es el precio de volver a casa por Navidad y lo paga sin problemas. Su hogar está ahora en ese otro paraíso de cine que es Los Ángeles, donde también conversamos con ella semanas antes.

En sus sueños infantiles quería vivir en Hollywood. Parece que ahora se han cumplido.

Desde que hice Spanglish estuve yendo y viniendo, pero desde hace un año es definitivo. Hasta ahora me negaba a admitirlo. Cuando vine tenía claro que iba a ser una cosa momentánea, pero luego fue un continuo ir y venir y mis representantes estaban siempre con la misma cantinela: «Si vives aquí, todo es más fácil».

Y ¿es cierto? ¿Son las cosas más fáciles en Los Ángeles?

Bueno, si hablamos de trabajo, aquí hay más competencia. Esta ciudad me obliga a estar muy activa, a renovarme constantemente. En España puedo ser más comodona. Me conocen. No necesito ninguna audición. Como ciudad, Los Ángeles tiene algo muy positivo, y es que todos vienen aquí con mucha ilusión. Y eso me gusta, especialmente para criar a mis hijos. Los últimos cuatro años estuve embarazada todo el tiempo y ahora me puedo volcar en mi trabajo sin perder de vista
a mi familia.

Organizar trabajo y familia es todo un arte.

Soy impulsiva con las sorpresas que te da la vida, pero en el día a día soy rutinaria, metódica y ordenada. Cuando tienes una familia, lo necesitas, y esta ciudad es muy buena para llevar una vida tranquila, si eres organizada.

¿Cómo es un día con Paz Vega?

Empieza temprano, en cuanto entra la luz en casa, y eso es pronto porque aquí no existen las persianas (risas). Con el primer rayo de sol ya estamos en danza, preparando los desayunos. El mayor va al colegio y nos alternamos para llevarle. Luego trabajo en algún guión o doy clases de dicción para mejorar el inglés.

¿No hay ni un momento de paz para ti?

Nada. Ni correr, ni meditar por las mañanas. Lo único que hago son algunas clases de pilates y poco más. Eso sí, cuando voy a los hoteles durante un rodaje soy la mayor aficionada al spa. Un buen masaje, especialmente en el cuello, para descargar, es fantástico.

Pues se mantiene en perfecta forma, especialmente después de tres embarazos.

Mi única dieta es la mediterránea. Siempre he cocinado bastante bien. Procuro comer de todo y en su justa proporción. No soy de las que comen algo que no gusta por no engordar.

Y ¿esos continuos rumores sobre su anorexia? ¿Cansan?

Al principio me molestaba, pero, bueno, a veces los artistas estamos ahí no para que admiren nuestro trabajo, sino para ser vapuleados. Si estás delgada, porque estás delgada; si coges un par de kilos, porque estás gordita; si estás blanca, porque estás pálida; y si estás morena, porque estás achicharrada. Nunca estás a gusto de todos.

¿Qué tal lleva la presión de Hollywood para estar siempre joven y perfecta?

Yo estoy a favor de la cirugía porque todo lo que sea mejorar, tapar un defecto, es bueno. Pero de ahí a esas caras paralizadas que encuentras aquí… Me da mucha tristeza porque ves a gente de una edad pretendiendo tener la mitad, y eso es imposible. Personalmente no te digo ni que sí ni que no a lo de pasar por el quirófano, pero para mejorar, no para querer algo que no tienes, ni para convertirte en otra.

¿Quién le enseñó a sacarse partido?

Recuerdo que tenía una vecina que trabajaba en El Corte Inglés. Fue en los 80. Yo era pequeña y me encantaba verla cuando se maquillaba. La miraba embobada mientras se arreglaba.

¿Qué trucos de belleza ha aprendido desde entonces?

Te vas conociendo. Es una evolución natural. De joven, en general, te tapas mucho, te cubres de maquillaje: más es mejor. Pero ahora suelo ir con la cara limpia.

¿Un imprescindible en su bolso? Un bálsamo hidratante de labios. Aquí se secan mucho. Y una crema con protección solar. Es fundamental en Los Ángeles.

Y ¿en su armario? Pantalones vaqueros, tacones y una camiseta. No hace falta más. Y esta ciudad es genial para comprar camisetas. También tengo mucha ropa negra.

¿Disfruta de la moda o es parte del trabajo?

Me divierte. Me gusta ver las tendencias, aunque no las sigo todas ni soy obsesiva. Creo que lo que te pones es tu segunda piel, una manera de demostrar quién eres. Pero en mi armario hay de todo. En general, no tengo estilista. Tengo una buena relación con los diseñadores y los llamo directamente.

En cuanto al trabajo, ¿se ha hecho realidad el consejo de sus representantes?

Acabo de terminar en Túnez un rodaje de 10 semanas. Una serie, Las dos Marías, que ofrece una visión de Jesús a través de los ojos de la mujer. Una de ellas es su madre, y la otra María Magdalena, mi personaje.

¿Le sorprendió la reciente polémica por un calendario en el que posa cubierta solamente por una mantilla mientras reza en una ermita?

El calendario se hizo pensando en el mito de Carmen y me llamaron porque yo había hecho ese papel en el cine. La ofensa sería si mi actitud fuera sexual o provocadora, pero es una actitud de ruego, de recogimiento. No quise ofender a nadie y por eso pedí disculpas. Y es cierto que estoy desnuda debajo de la mantilla. Pero yo también me pregunto: ¿qué problema hay? ¿Por qué la desnudez de la mujer sigue siendo tema tabú? Esa es mi sorpresa.

¿Está preocupada por lo que les espera a sus hijos en este mundo en el que están creciendo?

Me preocupa muchísimo. Es cierto que hay algo que se está transformando, pero hay que cambiar la maquinaria y eso es muy difícil, porque la gente ya no se mueve por ideales, sino por dinero. Por eso pienso que hay que apoyar los movimientos alternativos que han surgido. Y no solo en el mundo occidental, sino también en el árabe, porque son necesarios y solo espero que sean para mejor.

Cada vez vemos más ejemplos de una Paz solidaria.

Intento colaborar en la construcción de escuelas en las regiones más pobres de México. O con Rafa Nadal en uno de sus proyectos de Aldeas Infantiles. Es lo mínimo. Yo también precisé ayuda. Vengo de una familia humilde y trabajadora y sé lo que es pasar necesidades.

Cuéntenos algo de su próximo proyecto, que también produce, Amar en Madrid. ¿La película es autobiográfica?

No, pero es un personaje muy cercano a mí. Alguien foráneo en ese Madrid de los 90, cosmopolita, abierto, acogedor. La ciudad es el personaje más importante de la historia, que también protagonizo. Es mi homenaje a una urbe que me ha querido y me ha hecho sentir como si estuviera en casa. De hecho, Madrid es siempre mi hogar.

La actriz, con vestido de lentejuelas en forma de estrella, de Dolce & Gabbana. En los labios, el rojo n.º 382 de Color Riche Intense, de L’Oréal Paris (10,70 €).

Derek Kettela

La actriz lleva una chaqueta de raso con estampado de leopardo, de Phillip Lim; camiseta de HTC; bolso de lentejuelas, de Dolce & Gabbana, y gafas de Marc Jacobs.

Derek Kettela

Paz Vega lleva un vestido de raso con broche en la cadera, de Gucci; pulsera de eslabones de plata, de Aristocrazy; perfecto, de Zadig & Voltaire; botines de Aperlai y anillo de tigre de Oh my God.

Derek Kettela

Vestido de punto metalizado, de Isabel Marant. Botas de piel de potro, de Alexander Wang, y chaleco de pelo, de Santiago.

Derek Kettela

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