Nicola Coughlan: «Le he tenido que explicar a mi madre que no tengo la culpa de lo que hace mi personaje de Los Bridgerton»
Trabajaba en una óptica y tenía 30 años cuando consiguió el primer papel que le dio fama mundial, en Derry Girls. A punto de estrenar la segunda temporada de ‘Los Bridgerton’, Nicola Coughlan habla de su infancia, de sus años de estudiante, de nepotismo en su profesión, del Bréxit y de qué podemos esperar de esta nueva entrega del nuevo gran éxito de Shonda Rimes.
Hace poco más de cinco años que Nicola Coughlan (Galway, Irlanda, 35 años) trabajaba en una óptica de Londres. Ahora sigue viviendo en la capital británica, pero con la mirada puesta en América y el estatus de nueva promesa de la ficción que le ha dado encarnar a Penelope Featherington en Los Bridgerton, el fenómeno de Shonda Rhimes que estrena nueva temporada. En el momento en que hablamos con ella está preocupada porque acaba de promover en su perfil digital una campaña para recaudar fondos para Ucrania y le parecía importantísimo haber tomado la decisión correcta. «He estado horas hablando con una amiga de mi hermana que es cooperante que me ha orientado. Me da muchísimo miedo mandar dinero a la gente equivocada y compartir información que no sea correcta. Desde que soy más famosa tengo una responsabilidad muy grande y lo quiero hacer bien», dice pizpireta, con un acentuadísimo acento irlandés que une a una forma atropellada y rapidísima de hablar. Al final se decantó por Cruz Roja: «Son gente que está sobre el terreno, en contacto directo con los ucranios. Eso me parece muy importante». Coughlan, que encarna a la gacetillera anónima Penelope Fetherington en Los Bridgerton, cuya segunda temporada se estrena el día 25, empezó a ser conocida gracias a Derry Girls, la serie en la que interpreta a una estudiante de un colegio de monjas en la Irlanda del Norte de los años noventa, donde el clima no era precisamente pacífico.
Se crio en Irlanda. ¿Cómo de cerca estuvo del conflicto en la vida real?
Es extraño porque cuando recibí el guión para Derry Girls, pues, claro, te das cuenta de que Irlanda e Irlanda del Norte son dos lugares muy diferentes y en realidad yo crecí viendo todo eso en las noticias, no era como vivirlo en la vida real. Escuchabas hablar de los atentados del IRA en Londres y todo eso, pero vamos, que básicamente lo veías en las pantallas. No era como formar parte de ello. Así que cuando hice el casting para ese papel sabía totalmente de que iba la historia, pero al mismo tiempo no sabía nada. Tampoco ese tipo de conflictos me resultaba totalmente ajeno. Mi padre trabajaba para el Ejército irlandés, que era totalmente neutral, pero él pasó tiempo en Oriente Medio, en misiones de paz. Mi familia, de hecho, vivió en esa zona antes de que yo naciese, a finales de la década de los setenta y él también estuvo destinado en Croacia y en Honduras, desde donde nos mandaba un montón de fotos. Aunque éramos niños y aún no nos enterábamos de mucho siempre estuvimos concienciados con esas situaciones. Obviamente no es lo mismo que vivirlo pero digamos que siempre ha formado parte de mi ambiente familiar.
¿Y se hablaba mucho de política en su casa?
Mis padres siempre han sido gente con un sentido de la moral muy acentuado y me educaron en esos valores y en la fe católica, aunque ya no tengo ningún tipo de interés por la religión. Odiaba ir a misa cuando era pequeña. Recuerdo con auténtico horror el miércoles de ceniza, cuando te decían que venías del polvo y en polvo te convertirías. Yo soy como una esponja y ese tipo de cosas me dejaban bastante consternada [risas] Así que en cuanto cumplí 16 años les dije a mis padres: «No vuelvo, no es mi rollo» y les pareció bien, cosa que agradezco mucho porque tengo amigos con padres muy religiosos y conservadores que les decían a quién tenían que votar, con que no fue así en mi caso en absoluto. Luego ya fui a la universidad, donde te encuentras gente de todo tipo, con distintas ideas, tradiciones y bagajes culturales y formas tu propio criterio. El sistema de enseñanza público irlandés no es perfecto, desde luego, pero sí es muy igualitario y permite mezclarse a gente de diferentes estratos. Hay muy pocos colegios de pago allí. Y después en la universidad te encuentras con gente de todo el mundo. Y encima yo tuve la suerte de hacer un Erasmus en Malta, lo que me dio la oportunidad de formar parte de una especie de Naciones Unidas en miniatura. De hecho vivía con una chica española. Había también una belga, una americana y una rusa… nos íbamos juntos de discotecas.
En Inglaterra una cantidad de actores enorme viene de las clases altas, ¿es así también en Irlanda? Es gracioso esto porque yo vengo de un entorno de clase media acomodada: vivíamos en una casa que estaba bien, iba a la escuela local, no íbamos de vacaciones a lugares muy exóticos, pero bueno, que íbamos a sitios buenos. Y luego cuando llegué a Inglaterra a estudiar me encontré con la percepción, entre un montón de gente, de que tenía que ser de clase trabajadora, solo por el acento que tengo, sin saber nada de mí y sin ningún tipo de contexto. Era una cosa extrañísima. Es decir, yo había ido a clases de dicción y de ballet, no tenía por qué hacerme pasar por alguien de otra clase social…
¿Y pensó que podría abrirse camino a pesar de todo?
Es cierto que cuando llegué a la Oxford School of Drama de pronto conocí a gente que tenía amigos dentro de la familia real. Al principio me encantaba, porque resultaba muy novedoso, pero cuando salí al mercado laboral ya empecé a enfadarme porque te empiezas a dar cuenta de las dificultades para encontrar trabajo. Yo pedí un préstamo para ir a la escuela de interpretación y mis padres me ayudaron, pero aún así, estaba sola ante el peligro y eso te asusta. Después comprendes que la suerte tiene un papel importantísimo y aunque confíes en que tienes talento y que te puedes ganar la vida como actriz, pues no fue mi caso en unos cuantos años. Así que tenía una deuda, estaba trabajando para ganarme la vida y me acordaba esas historias de productores famosos que fueron a buscar a actrices a sus colegios y yo pensaba: «Bueno, a mí no me fue a buscar nadie a mi colegio a Galway». Si no tienes que pagarte el alquiler ni preocuparte por poner comida en tu mesa es muchísimo más fácil todo.
¿Pero diría que el nepotismo es un problema en su industria?
Hay muchísimos tipos diferentes de personas en la industria del cine y te encuentras gente con gran talento, cuyos padres casualmente son famosos, y luego te encuentras también a otros que tienen oportunidades que a otra gente mejor nunca les llegarán. No es una industria justa ni es una meritocracia. Cuesta mucho entrar. Pero una vez que lo haces, pueden pasarte cosas increíbles.
Hay una cosa que es particularmente curiosa de esta nueva etapa de Los Bridgerton y es que apenas hay sexo…
Es una dinámica muy diferente. La primera temporada era más Daphne en una especie de triángulo amoroso, lo que podría llevar a pensar que la segunda temporada va a ser explosiva…
¿Qué es lo que le resultó más estimulante entonces de trabajar en esta segunda temporada?
Me parece un privilegio tan grande volver a formar parte de una serie que sabes que la gente disfruta tanto. Y luego además es que es un equipo majísimo, gente muy amable y muy dulce. Me encanta trabajar con Claudia Jessie, que es una actriz brillante pero es que además es generosa y divertidísima. Siente pasión por su trabajo y a mí siempre me ha gustado mucho la gente trabajadora que se preocupa por lo que hace. Me parece que su papel en la primera temporada era un reto, siempre tan callada y tan tímida. Para mí, como actriz, es divertidísmo cuando llegan los guiones y te dice: «Ay, ¡dios mío! ¡Tengo que darle vida a esa escena!».
¿Y hay tantas intrigas en el propio rodaje como en la serie?
A ver, es divertidísimo interpretar todas esas cosas y a veces se me hace raro. Una vez estaba viendo un episodio con mi madre y ve una acción y me dice: “¡Pero Nicola! ¿Por qué hiciste eso?!”. Y le tuve que explicar que esa persona no era yo [risas] ¡Yo no haría todas esas cosas!
He leído que cuando dejó su último trabajo convencional, en una óptica, para trabajar en Derry Girls, pensó para sí misma: “Es la última vez que hago un curro normal”. ¿Por qué lo tenía tan claro?
Tenía ya 30 años y había trabajado en un montón de sitios, de hecho el otro día estuve con mi agente en Nueva York y no daba crédito a la cantidad de curros normales que había hecho. Y no sé, simplemente lo sentí, tuve el presentimiento de que ese papel iba a ser especial. También es que me fichó una agencia muy buena, Curtis Brown, que representan a actores que siempre me han gustado, porque son frescos y hay algo muy particular en ellos, como Florence Pugh o Robert Pattinson y firmé para ellos en ese momento, justo cuando decidí dejar la óptica.
¿Nota Londres muy cambiada por el Brexit?
¿Sabes qué? Llegué a Londres en 2011 y era un tiempo y un lugar tan diferente… cuando me mudé a la ciudad trabajaba en tiendas y en ellas había muchísima gente que no era inglesa. Tuve muchos compañeros españoles y polacos por ejemplo… también brasileños. Había un mix increíblemente interesante. Cuando empezó el debate del Brexit pensaba, ¿quién crees que va a hacer entonces ese trabajo? Me resultaba y me resulta tan frustrante y me cabrea tanto porque siento que fui muy privilegiada de hacer un Eramus y después de formar parte de esa gran comunidad de europeos. Es un privilegio tan increíble poder estar cerca de gente de diferentes países y viajar libremente a visitarles. ¿Quién querría cerrarse a todo eso? Es algo que nos divide, que solo sirve para separarnos. Me parece un absoluto desastre, siempre he estado en contra y siempre me he manifestado en contra.
Pero imagine que le tiene que explicar a alguien que no ha estado en la ciudad dos años qué ha cambiado… ¿qué le diría?
Definitivamente ha cambiado mucho: hay muchísimos locales que han cerrado y todos esos trabajadores que veías antes, ya no están. La verdad es que para mí, como irlandesa, todo esto tiene un punto muy extraño. Recuerdo después del referéndum que había una señora en la tele diciendo: «Los irlandeses tienen que tragar con esto y punto». Y me ponía tan furiosa el hecho de no haber podido votar. Somos vecinos, nuestros vínculos comerciales son importantísimas, nuestra relación muy estrecha… ¡hay una frontera inglesa en nuestra isla! Y bueno, otra cosa que he notado desde el Brexit es que hay muchísima menos financiación para las artes. Cuando llegué a Reino Unido era muchísimo más fácil ir al teatro a precios buenos. El sector recibía muchas más subvenciones. Eso también ha cambiado mucho.
¿Y todo esto le ha hecho pensar en mudarse a Estados Unidos?
Yo siempre me digo a mí misma que allá donde haya trabajo, iré. Me gusta tener una actitud abierta. Y creo que es una locura hacer planes, porque en el momento en el que estoy pensado que me quiero mudar a Portugal igual me llaman para ir a Colombia. Probablemente siempre tendré una base en Londres, pero bueno, he estado en Los Angeles y estuve en Nueva York hace muy poco. Me chifla esa ciudad. Me chifla su energía. Me pareció divertidísima y también me gusta mucho la gente de allí. Siempre es la gente la que hace los lugares. La gente es siempre lo más importante, ¿verdad?
Sobre todo si una es irlandesa…
¡Sí! En Irlanda tenemos un dicho: “Hablamos con las escayolas” [risas].
* Estilismo: Aimee Croysdill. Maquillaje: Neil Young (Premier Hair and Makeup). Peluquería: Hally Brisker (The Wall Group). Manicura: Michelle Class (LMC). Diseño de set: Terry Palamara. Asistente de fotografía: Matthew Aland. Asistente de estilismo: Prudence Fisher. Atrezo: Max Stranger.
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