Michael Douglas: de macho alfa en los 80 a seductor con problemas de próstata
El actor estadounidense de 74 años, que en las décadas de los 80 y 90 fue uno de las estrellas más taquilleras con películas como ‘Atracción fatal’, ‘Instinto Básico’ y ‘Acoso’, asume con ironía el paso del tiempo en ‘El método Kominsky’, la aclamada serie de Netflix, por la que está nominado al Globo de Oro.
En el documental de HBO, Bright Lights, Debbie Reynolds, la inolvidable protagonista de Cantando bajo la lluvia, afirmaba con un socarrón sentido del humor que se tendría que haber casado con Burt Reynolds por dos motivos: porque así no habría tenido que cambiar de apellido y porque podrían haber compartido las pelucas. La actriz y su hija, la inolvidable princesa Leia de La guerra de las galaxias fallecieron con un día de diferencia, en diciembre de 2016, poco antes del estreno de esta enternecedora película en la que se da la clave de por qué ciertas estrellas ven agostarse sus carreras prematuramente: no asumen el paso del tiempo y se aferran a una imagen que no corresponde con su edad. Algo que no le ha pasado a Michael Douglas.
El actor estadounidense sigue en plena forma profesional porque ha sabido adaptarse a las distintas etapas de la vida, sin complejos y asumiendo algunos riesgos que demuestran su sagacidad y olfato, también como productor. La mayor evidencia es su último trabajo, la serie de Netflix, El método Kominsky, por la que está nominado al Globo de Oro y en cuya calidad e ingenio se aprecia, además, la varita mágica de Chuck Lorre, artífice también de Big Bang Theory y Dos hombres y medio. Son ocho capítulos de apenas treinta minutos en los que Michael Douglas se mete en la piel de Sandy Kominsky un respetado profesor de interpretación, que, sin embargo, no consigue triunfar aplicando la materia que él enseña y tiene que conformarse con optar a papeles en producciones de segunda fila o en anuncios para televisión. Un personaje al que le gustan las mujeres mucho más jóvenes que él (un irónico guiño a su vida privada: la primera, Diandra Lucker tenía 14 años menos cuando se casaron, y la segunda, Catherine Zeta-Jones, un cuarto de siglo) y que utiliza para seducir la retórica y el encanto personal con los que suplir las carencias de un físico que ya no es el que era. Además, padece los achaques propios de la edad, por lo que toma medicación para evitar la disfunción eréctil y la próstata comienza a convertirse en una obsesión (su urólogo lo interpreta Danny DeVito, uno de sus mejores amigos en la vida real desde que compartieron apartamento en Manhattan cuando daban sus primeros pasos laborales).
El otro personaje central de la serie es Norman, su compañero de fatigas -a quien da vida Alan Arkin-, un productor de éxito cuya mujer es una enferma terminal de cáncer (Douglas tuvo un tumor en la garganta de grado cuatro, según desveló en agosto de 2010) y una hija que arrastra graves problemas por sus adicciones (Cameron Douglas, su primogénito, estuvo en la cárcel por tráfico de drogas y aún sigue rehabilitándose). Muchos paralelismos con la biografía del ganador de dos Oscar, uno como productor por Alguien voló sobre el nido del cuco y otro como protagonista por Wall Street, que este año ha vuelto a ser noticia por un escándalo de naturaleza sexual que se remonta a tres décadas atrás. En aquel entonces se encontraba en la cima de su carera con papeles que exudaban testosterona, sobre todo gracias a películas como Atracción fatal (1987), donde vivía una relación extramatrimonial con Glenn Close que acaba pagando muy caro; Instinto Básico (1992), en la que interpretaba tórridas escenas con Sharon Stone que ya han pasado a la historia del erotismo en el séptimo arte, o en Acoso (1994), donde una pérfida Demi Moore le hacía la vida imposible.
En enero de este año, la periodista Susan Baudry afirmó en Hollywood Reporter que cuando trabajaba en la productora del actor, éste había utilizado un lenguaje muy inapropiado con ella, le había hablado de supuestas relaciones con Katheleen Turner (su compañera de reparto en Tras el corazón verde, La joya del Nilo y La guerra de los Rose) y con una rica heredera europea. Además, le acusaba de haberse masturbado delante de ella, algo que él negó categóricamente. Un asunto muy delicado para el actor y su mujer, que abordaron con naturalidad delante de sus hijos (Dylan, de 18 años y Carys Zeta, de 15), tal y como Catherine Zeta-Jones desveló en Today, el popular programa de la cadena NBC. La actriz galesa no solo dio todo su apoyo a su marido y quitó credibilidad a las acusaciones, también manifestó que su matrimonio era muy abierto. Esta expresión, por cierto, dio lugar a un error de traducción que se reprodujo en numerosos artículos y generó un aluvión de comentarios. A lo que la ganadora de un Oscar por Chicago se refería es a que hablan con franqueza de cualquier cuestión, incluida esta, y no a que mantengan relaciones con otras personas. Eso sí, admitió que no todo había sido fácil en su vida de casada: «Es imposible que estés con alguien durante 18 años y todo sea color de rosa a diario. No es así. Mi padre y mi madre llevan casados 52 y fueron un gran ejemplo para mí, porque he visto en ellos lo bueno, lo malo, lo feo y también que su relación sigue estando fuerte».
No es la primera vez que el actor -por otro lado un ferviente defensor del movimiento #Metoo- se ve involucrado en una historia de estas características. En 1992, en pleno fragor mediático por Instinto Básico, ingresó en Sierra Tucson Center, una clínica de desintoxicación para tratar sus problemas con el alcohol, aunque se publicó que era adicto al sexo y que estaba intentando salvar su matrimonio con Sandra Lucker, de quien se separó en 1995 y cinco años más tarde se divorció. Una decisión que, según manifestó en la época, tendría que haber tomado ocho o diez antes, en lugar de haberlos pasado haciendo terapia de pareja.
Desde su primer gran éxito, Las calles de San Francisco, la emblemática serie que protagonizó con su mentor y gran amigo Karl Malden entre los años 1972 y 1976, la carrera de Michael Douglas estuvo marcada por personajes que podríamos considerar como prototipos de macho alfa. A finales de los años 90, por el contrario, empezó a alternar producciones muy comerciales con títulos independientes y a interpretar a hombres de mediana edad que cedían su lugar a actores de nuevas generaciones que asumían ese rol. Este fue el caso del fallido remake de Un crimen perfecto, donde Gwyneth Paltrow interpretaba a su mujer y Viggo Mortensen a su amante; Ni una palabra, donde compartió reparto con la malograda Brittany Murphy; Hasta que la muerte los separe, donde se vio las caras con Ryan Reynolds y Los fantasmas de mis exnovias, con un emergente Matthew McConaughey. Tampoco podemos olvidar la catártica Cosas de familia, en la que reunía para la gran pantalla a sus padres, Kirk y Diana Douglas, que se divorciaron cuando él era un niño, y a su hijo, Cameron, quien está enderezando su vida tras su paso por prisión y le hizo abuelo por primera vez el 18 de diciembre de 2017 cuando nació su nieta Una Izzy.
El gran salto sin red para Michael Douglas, sin embargo, fue Behind the Candelabra, un biopic sobre el controvertido pianista y showman Liberace, que falleció a los 67 años en 1987, a consecuencia de una neumonía asociada al VIH. Se estrenó en el Festival de Cannes en 2013, pero ni las excelentes críticas, ni el prestigio del director, Steven Soderbergh, ni el potente casting -en el que también brillaba Matt Damon en el papel de su amante-, fueron aliciente suficiente para que los productores la distribuyeran en los cines de Estados Unidos, por lo que fue relegada a ser emitida por la cadena HBO. Aún así, esta película, que se rodó en parte en la mansión californiana de la legendaria Zsa Zsa Gabor, devolvía por la puerta grande al actor, plenamente recuperado del cáncer, tras haber recibido duros tratamientos de quimio y radioterapia. Además, le valió su tercer Globo de Oro.
Michael Douglas no es el único actor de su generación que ha hecho a la perfección esa transición a interpretar papeles de una edad más avanzada. Se puede decir lo mismo de sus compañeros de reparto en Plan en Las Vegas (2013), Robert de Niro, Morgan Freeman y Kevin Kline (de 75, 81 y 71 años, respectivamente). Una ocasión más en la que se autoparodia, pues, Bill, su personaje, se va a la Ciudad del Pecado con sus tres amigos a celebrar su despedida de soltero, ya que se va a casar con una mujer de 31 años. Un ejemplo más de cómo el sentido del humor puede ser un antídoto fabuloso para combatir las consecuencias del paso del tiempo.
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