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Inés Alberdi: «Ser joven y autónoma no debería costar un mundo»

Inés Alberdi, exdirectora del Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas Para la Mujer, sabe mejor que nadie lo difícil que lo tienen las féminas en la sociedad actual

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Soledad Fox Maura

«Éramos 13 hermanos y teníamos que sacar buenas notas, las chicas igual que los chicos. Lo que más valoraban en casa era que fuéramos trabajadores y optimistas. Mi padre era un pijo vasco, y mi madre, asturiana de campo. Su afán por la igualdad y la dignidad para todos venía de sus creencias religiosas». Así recuerda sus años de juventud Inés Alberdi (1948), quien también creció, tanto a nivel intelectual como personal, con las tertulias de mujeres en las que participó en la universidad, a finales de los 60: «Leíamos a Simone de Beauvoir y a Lidia Falcón. Desde entonces, España fue evolucionando a toda velocidad. Los cambios sociales que vivió Europa en el siglo XX se desarrollaron en nuestro país a partir de los 70. Pero después hemos sido pioneros en otras cosas, como en hacer desaparecer la categoría de hijos ilegítimos, en 1981, o en legalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo». Ya casada, se instaló en Moratalaz, donde los grupos de lectura y discusión siguieron con otras jóvenes de su barrio.

Como socióloga, lleva 40 apasionados años entregada a los derechos de las mujeres y a la sociología de las relaciones de género. «Mi profesión me ha ofrecido la posibilidad de dedicarme a todo lo que me interesa: los cambios en la familia, los malos tratos…». En 2008 fue escogida, entre más de 100 finalistas internacionales, para dirigir el Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas Para la Mujer (UNIFEM). Tenía un equipo de casi mil personas repartidas por todo el mundo: «La gestión, la organización, todo me encantó. He aprendido mucho. Me impresionó, por ejemplo, la puntualidad con la que se trabaja en Estados Unidos».

Viajó constantemente por el planeta, y sus experiencias se recogen y relatan en el libro Cartas a Alicia (Eila Editores), basado en los correos electrónicos enviados a su hija durante los tres años que estuvo fuera. En él retrata su adaptación al cargo y a Nueva York, los traslados a países subdesarrollados, varias observaciones culturales y algunos malos tragos, pues aunque escribe con mucho sentido del humor, reconoce que ha visto «cosas tremendas». Los asuntos de cada email nos sitúan en cuanto a la geografía («Ruanda») o el estado de ánimo («Cansancio»).

¿Qué retos nos quedan en España para el futuro? No duda: «Hacer de verdad realidad lo que las mujeres jóvenes quieren: ser autónomas, tener pareja, tener hijos. Esto no debería costarles un mundo. Ahora las nuevas generaciones lo tienen difícil, pero las chicas siguen teniéndolo aún más. Esto, de una vez, debería dejar de ser así

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