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Isa Montalbán: «Fue en mi colegio público de Getafe donde me di cuenta de que quería ser actriz»

Gracias al corto ‘Tótem Loba’, de Verónica Echegui, Isa Montalbán es una de las promesas del cine español. Se estrena en la comedia con ‘HollyBlood’, estudia coreano y se confiesa un poco friki.

Isa Montalbán (Madrid, 24 años) lleva un tatuaje de una luna. Un tatuaje que no esconde en su última película, HollyBlood (en los cines desde el 22 de julio), porque conecta con el personaje que interpreta, su primer papel protagonista en un largometraje y su debut en la comedia, una adolescente de instituto obsesionada con los vampiros. Pero el significado de ese dibujo que muestra es aún más importante en la realidad. “Además de sentir una especie de atracción hacia la luna, para mí significa nuevos comienzos”, explica, “cuando decidí hacérmelo acababa de pasar por un momento algo complicado y sentí que este tatuaje marcaría un nuevo inicio en mi vida”. De nuevos comienzos va su carrera ahora, en un año en el que el estreno de HollyBlood vendrá seguido de otras dos películas, La inmensidad y Carl Sagan y Reyes contra Santa. Arrancó 2022 viendo cómo Verónica Echegui recogía el Goya al mejor cortometraje por Tótem Loba, el título que lo cambió todo para Montalbán. Echegui escogió personalmente a esta joven para protagonizar esa fábula entre el terror y la tradición rural que se inspiraba en la vida real de la actriz convertida en directora. “No fue mi primer casting, pero como ese no había hecho ninguno. Cada prueba era con Verónica y duraba como dos horas, una barbaridad, trabajábamos desde la improvisación porque ella necesitaba ver qué podía sacar de mí”, recuerda.

Y lo sacó todo, mucho. Gracias a Tótem Loba, Isa Montalbán pasó a ser presentada como “una de las promesas del cine español”. Y los proyectos se han ido sumando a su aún incipiente filmografía. “Supongo que sí me llegan más cosas gracias al corto, me ha dado visibilidad. En las audiciones ya no soy una desconocida”, afirma. Para ella, además, fue su bautismo, su conversión en actriz profesional, un sueño y aspiración que tenía desde los seis o siete años. “En mi colegio, en el Gabriel García Márquez, en Getafe, cuando me daban un personaje en las clases de teatro me lo preparaba un montón, me encerraba en mi habitación y pasaba horas estudiándolo, y después se lo enseñaba a mi madre”, relata. “También me escogieron para presentar las obras que se representaban y estaba muy emocionada. En ese momento empecé a decir que quería ser actriz”.

Sin embargo, no era una de esas niñas con ganas de exhibirse, de las que en cuanto tienen una oportunidad y audiencia se inventan obras, se disfrazan, cuentan historias. “Que va, que va”, responde rápido. “Yo era supertímida”. Y su forma de moverse todavía ahora en entrevistas y sesiones de fotografía prueba que esa timidez sigue muy latente. “Por suerte, luego a la hora de actuar se me olvida”, asegura. Y hasta es capaz de controlar bien sus nervios: “Me pongo música, me alejo un poco de todos, me concentro en mi personaje y consigo desconectar, necesito un poco de tiempo para mí y estar lista para rodar”.

Se recuerda como una “chica normal” en el instituto, de estética choni, como mandaban los tiempos, y que no estudiaba mucho. “Estaba más a otras cosas. Repetí tercero de la ESO y para mí fue una hostia de realidad, de decirme a mí misma que quería salir de ahí y que quería dedicarme a la interpretación”. En ese momento, empezó a tomárselo muy en serio. Se sacó el Bachillerato de Artes (“Que tenía muy poco de artístico”, dice) y se matriculó en la Central de Cine. Al poco de graduarse, consiguió el papel de Tótem Loba y mientras interpretaba se encontró como actriz, su forma personal de trabajar.

Dice que Verónica Echegui le dio muchos consejos sobre la profesión en general y para saber navegar en ella: “Para evitar que nadie se aproveche de mí”. Sabe que ha llegado en un momento en el que las mujeres están más protegidas y aun así recuerda una audición en la que un director le pidió un desnudo sin justificación. Y por ahí no va a pasar. También ha hablado con compañeros de la fama que acompaña triunfar en una profesión que deseas desde niña. El reverso del sueño. “Todos lo tratan como algo normal que pasa en su vida, intentan no darle importancia porque si no terminas en un punto en el que no eres tú. Pero por ahora tampoco lo pienso, no sé cómo voy a reaccionar cuando me pase”. Porque pasará. Para ella no es una opción no poder vivir de ser actriz. “Soy muy autoexigente”, dice. Le dedica a la interpretación el cien por cien de su tiempo ahora mismo. Formándose, haciendo pruebas. No tiene un plan B. O al menos, no uno real. “Durante un tiempo lo pensé porque la gente te insiste en que es un mundo muy complicado y pensé en otras cosas que me gustaban”. ¿Cuáles? Suelta una carcajada. “Moda, criminología o egiptología, ¡nada que ver!”, exclama.

Adicta lectora, sobre todo, de novelas del género fantástico, después admitirá que también escribe desde pequeñita y que tiene un proyecto de novela en mente que le gustaría ver publicado algún día. “Es cierto que no quiero solo dedicarme a la actuación porque soy mucho más inquieta, me gusta probar cosas distintas. No solo me quedaré en eso, pero no puedo imaginar un futuro y pensar en que no seré actriz”, insiste. Y mientras, tampoco puede aburrirse. Obsesionada ahora con la ficción coreana, estudia este idioma y su sueño no es Hollywood, sino Seúl. Todo el rato busca nuevos comienzos, nuevas aficiones. Ha empezado a pintar, practica esgrima y “colecciona cosas”. ¿Qué? Se ríe, admite ser un poco friki, como su personaje en HollyBlood, y dice: “¿Conoces los Funkos, esos muñecos de pelis o artistas? No me caben más en casa”.

* Estilismo: Paula Delgado. Maquillaje y peluquería: Yurema Villa para Guerlain y Mon Icon.

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