Facturar 17 millones o aparecer en ‘White Lotus’: los últimos hitos de Indi & Cold, la firma de San Sebastián que no busca crecer
Cada vez más compañías de moda abogan por compartir su visión estética mediante un modelo sostenible en el tiempo, con objetivos que van más allá del crecimiento a doble dígito.
El equipo de la firma española Indi & Cold fue el primer sorprendido cuando en un capítulo de The White Lotus apareció una de sus camisas. Una camiseta a rayas abotonada a la espalda de la colección del pasado verano que Harper Spiller, el personaje al que da vida Aubrey Plaza, viste en dos capítulos, en una de las escenas clave. La segunda temporada de la serie, una de las que más conversación ha generado en redes este otoño, se rodó en Italia, así que seguramente allí consiguió la prenda el equipo de vestuario. “En otras ocasiones, cuando te piden algo, estás un poco pendiente, pero aquí fuimos las primeras sorprendidas, nos hizo muchísima ilusión”, relata Cristina Villar, directora creativa y una de las dueñas de esta compañía familiar de San Sebastián.
La aparición suponía un nuevo hito en una carrera de fondo que empezó en 2012 al fusionar las marcas Indiwoman y Cold Alaska, ambas propiedad de los hermanos Gonzalo y Diego Santaolalla. Aquel año Villar, mujer de Gonzalo y una de las fundadoras de Hoss Intropia, se incorporó completamente a este proyecto familiar. “La filosofía de la empresa lleva el mismo ritmo que la familia, un poco slow. Nada de crecimientos exponenciales, sino crecimiento controlado y producciones abarcables. Nos gusta lo que hacemos y la empresa crece, pero sin prisas”, cuenta la creativa, “en nuestras oficinas de San Sebastián centralizamos absolutamente todo”. Su crecimiento ha sido orgánico, reinvirtiendo beneficios: “Es una de las razones por las que, después de tantísimos años y tantos vaivenes de esta industria, seguimos aquí”. Sin las prisas que imponen los objetivos de pertenecer a un gran grupo pero sin pausa, porque la enseña ya da trabajo a 110 personas y factura 17 millones de euros anuales.
En los últimos años el crecimiento ha llegado por la exportación, una vía que siguen explorando a su propio compás: “Ahora mismo representa prácticamente el 60% de nuestro volumen y estamos presentes por todo el mundo a nivel multimarca. Nuestro primer mercado, es Francia y están despuntando Australia y Canadá”. Además, Villalar y su equipo ha puesto los ojos en el potencial que una firma romántica y personal como la suya puede tener en países como Japón o Corea del Sur. “Aunque no es una estrategia de repentinamente implantar tiendas en el extranjero. No es necesario. Nos gusta seguir ese línea de que somos una marca local, con su bagaje, su historia. Y si penetra en mercados extranjeros es a nivel nicho”.
“Una marca consciente, más que sostenible”
Esa manera de entender el negocio de la moda permea desde el departamento creativo, hasta la producción o la transparencia. En su página web es posible conocer dónde y por qué se produce cada prenda: en Italia el punto, en España pantalones o algodón orgánico, en China piezas técnicas o en India, los acabados más artesanales. En los países asiáticos son fundamentales las relaciones a largo plazo: “Gran parte de nuestros proveedores son los mismos desde que empezamos. Han crecido con nosotros y se han ido renovando para cumplir las exigencias, que es realmente la manera de ir consiguiendo avances, porque no es una cosa de un día para otro”. En India, por ejemplo, colaboran desde hace años con la Fundación Vicente Ferrer para construir casas para sus costureras que, además, escrituran a nombre de las mujeres en un país en el que todo pertenece a los hombres, “a ellas les da un valor dentro de la sociedad muy significativo”. Ya llevan entregados 72 hogares.
“Me gusta recalcar que nos consideramos una marca consciente más que sostenible, porque todo el mundo habla ahora de sostenibilidad, pero eso sí que son grandes palabras. Nosotros somos conscientes de que cada decisión tiene un impacto en la gente y en el planeta, así que tratamos de medirlo y mejorarlo”, añade la creativa. Cambios en las materias primas, en los procesos de producción, en el packaging… Una filosofía, unida a una estética delicada, que da como resultado prendas especiales que buscan escapar del dañino ciclo del usar y tirar: “La idea es hacer un producto de calidad. Si trabajas una buena materia prima, con unos procesos éticos, procurando cada vez más cerrar el círculo, proponiendo prendas que no son 100% tendencia, todo dura mucho más”. Pensar en el largo plazo y no tener prisa como pilares fundamentales de una filosofía slow que a esta compañía le ha dado resultado.
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