¿Es un insulto o un piropo que te comparen con Evita Perón?
El Presidente de los Estados Unidos ha equiparado a la demócrata Alexandria Ocasio-Cortez con Eva Perón. Según él, ambas despotrican, deliran como lunáticas y no saben nada.
El próximo 16 de julio la editorial Harper Collins pondrá a la venta American Carnage, el nuevo libro de Tim Alberta. En este trabajo, el periodista incluye declaraciones de Donald Trump sobre Alexandria Ocasio-Cortez, la joven política demócrata que ha irrumpido con fuerza en el panorama estadounidense y ha devuelto la ilusión a los votantes progresistas.
Según relata Trump a Alberta, la primera vez que vio a Ocasio-Cortez estaba “despotricando y delirando como una lunática en la calle”, razón por la cual le habría recordado a Eva Perón. Un parecido que, según el Presidente de los Estados Unidos, sería aún mayor desde el momento en que Ocasio-Cortez, como Evita, “tiene criterio, lo que es un factor importante, pero no sabe nada”.
No es la primera vez que desde Estados Unidos se critica la figura de la segunda mujer de Juan Domingo Perón, como tampoco es la primera vez que desde Estados Unidos se cuestiona la salud mental de las líderes políticas argentinas. No hay más que recordar cómo, en 2010, Wikileaks publicó una serie de cables de la diplomacia estadounidense que afirmaban que la presidenta del país, Cristina Fernández de Kirchner, estaba mentalmente desequilibrada después de la muerte de Nestor Kirchner. Un mensaje cuya lectura podía ser: “las mujeres con poder están locas” o “las mujeres que pierden a ‘su hombre’, se desequilibran mentalmente, las pobres”.
No es nuevo. Desde que Perón decidiera postularse a la presidencia del país en 1945, los Estados Unidos desplegaron una dura campaña contra el líder argentino. Uno de los que lideraron esos ataques fue Spruille Braden, embajador estadounidense en el país, que no dudó en encabezar manifestaciones en contra de la candidatura del General, campañas difamatorias en su contra y, ya que estaba, también en contra de Evita.
La primera dama, que antes de serlo había trabajado en el mundo del espectáculo, era descrita como una mujer ordinaria y analfabeta. También era calificada de cabaretera –cuando no directamente de prostituta–, de violenta y de caprichosa. Incluso se le despreciaba por el hecho de haber nacido de una relación extramatrimonial de su madre, Juana Ibarguren, con un importante terrateniente de Chivilcoy, Juan Duarte.
Esta descripción de la persona de Evita es la que también popularizó la escritora británica Mary Main –a la sazón hija del jefe de los Ferrocarriles de Buenos Aires, una de las infraestructuras que fueron nacionalizadas por Juan Domingo Perón– que, en 1952, escribió The Woman with the Whip (La mujer con el látigo). Esta biografía no autorizada de la primera dama que cargaba las tintas sobre el despotismo de la esposa de Perón sirvió como base para que Tim Rice y Andrew Lloyd Webber compusieran Evita. El éxito de este musical y su posterior adaptación cinematográfica ha contribuido a que sea esa imagen de mujer caprichosa y tirana la que haya calado en la sociedad, al menos en el mundo anglosajón.
Sin embargo, si lo que Trump buscaba al comparar a Alexandria Ocasio-Cortez con Evita era transmitir la idea de que es una política desequilibrada y poco capacitada para la función pública, una vez más el POTUS da muestras de su falta de conocimiento de la historia reciente, no ya de la Argentina, que también, sino de su propio continente.
A pesar de la propaganda desplegada contra ella por Estados Unidos y los militares de la autodenominada Revolución Libertadora –los mismos que no dudaron en bombardear Plaza de Mayo en pleno día para derrocar a Juan Domingo Perón–, Evita fue una mujer con gran visión política y más iniciativa que muchos de los hombres de su época.
Eva Perón: una figura que despierta amores y odios
Nacida en una familia humilde, Evita decidió desde muy joven que iba a ser independiente, para lo que no dudó en trasladarse desde su Junín natal a Buenos Aires, para ganarse la vida como actriz en una época en la que no todas las mujeres trabajaban y las que lo hacían en el mundo del espectáculo gozaban de muy mala reputación.
Aunque nunca fue una gran estrella cinematográfica o radiofónica, Evita utilizó su fama y contactos como actriz para ayudar a los más necesitados. De hecho, el primer encuentro con Juan Domingo Perón fue en una velada benéfica en el Luna Park destinada a obtener fondos para los damnificados del terremoto que había asolado la región de San Juan.
Una vez casados, cuando Perón se presentó a las elecciones de 1945, Evita participó de manera activa en la campaña acompañando a su esposo y, cuando fue elegido, aprovechó para poner en marcha la Fundación Eva Perón que, si bien tenía ese toque propagandístico y paternalista que empapa todo el movimiento peronista, también es cierto que resolvió problemas sociales a los que los gobiernos anteriores apenas habían prestado atención.
De esta forma y bajo el lema “donde existe una necesidad nace un derecho”, Evita creó, a través de su fundación, colonias vacacionales para niños, refugios para madres solteras, para mujeres maltratadas y escuelas, al tiempo que desmantelaba la Sociedad de Beneficencia, institución dirigida por las damas de la alta sociedad argentina y en las que, como su propio nombre indicaba, se hacía beneficencia, no justicia social.
Toda esta labor de Evita fue duramente criticada tanto por la oligarquía como por los partidos de izquierdas. La primera dama consiguió lo que parecía imposible: poner de acuerdo a comunistas, radicales y terratenientes, que consideraban esas políticas meras prebendas destinadas a comprar los votos de las clases populares, a las que no dudaban en calificar con los más crueles adjetivos: desde grasitas a cabecitas negras.
En ese sentido, Evita también fue una pionera. Lejos de aceptar como insulto los descalificativos que las clases acomodadas dirigían a los más desfavorecidos, incorporó esos términos a sus discursos, se los apropió y los neutralizó, del mismo modo que hacen en la actualidad los colectivos homosexuales y feministas con palabras como “maricón”, “bollo” o “feminazi”.
En todo caso, esas críticas no fueron nada comparadas con las que recibió Evita cuando comenzó a intervenir en las cuestiones de gobierno. Una cosa era que la mujer de Perón se dedicase a regalar máquinas de coser, dentaduras postizas o gafas a los pobres y otra que propusiera la redacción de leyes nacionales.
Si bien es cierto que desde un punto de vista democrático esa actitud era una total anomalía, la presión que Evita realizó sobre Perón y sus ministros logró que se incorporasen a la Constitución de 1949 y a distintas leyes individuales derechos básicos como la igualdad jurídica entre hombres y mujeres, la igualdad de derechos entre hijos naturales y matrimoniales, el divorcio o el sufragio femenino, derecho que Evita tuvo que ejercer desde la cama del hospital debido a la enfermedad que le causaría la muerte y que haría que, en los muros de diferentes ciudades argentinas, apareciera la pintada “¡Viva el cáncer!”.
Habida cuenta de que en la figura de Evita se mezcla odio, adoración y logros sociales, resulta sorprendente que Donald Trump se acuerde justamente de Eva Perón al ver a Alexandria Ocasio-Cortez. Hacerlo supone reconocerle talento y capacidad para implementar políticas que mejoren la vida de la población. Sin embargo, no hay que descartar que la verdadera intención de Trump sea que los americanos piensen que Ocasio-Cortez es un sosias de esa mujer indómita y caprichosa que era amiga del Che Guevara, icono de la revolución comunista. Una relación que nunca se dio en la realidad, pero que se incluye tanto en la obra de Rice y Webber como en la película de Alan Parker con Madonna que, al fin y al cabo, son las referencias que la mayor parte de los estadounidenses manejan cuando se habla de Evita. Por si esto fuera demasiado sutil, también la llama loca, inexperta e ignorante. Todo muy Trump.
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