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El fotógrafo que huía de la vulgaridad

La National Portrait Gallery de Londres rinde homenaje a la obra de David Bailey, que inspiró la película ‘Blow-up’ de Antonioni. La retrospectiva integra los personajes más destacados de la cultura pop en la segunda mitad del siglo XX.

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La exhibición Bailey's Stardust que acaba de inaugurar la National Portrait Gallery de Londres se suma a otras muchas que en los últimos años han permitido vivir el principio de la cámara oscura desde las salas de esta institución centenaria. La estela de Annie Leibovitz, Helmut Newton o Mario Testino, que ya consiguieron articular su mensaje artístico en el museo, deja paso al movimiento y elegancia de David Bailey. En total, 300 piezas sobre moda y cultura pop, sus temas recurrentes, que revalidan el incansable empeño de este artista por perpetuar la celebridad como concepto absoluto.

La modelo Kate Moss en una imagen de 2013.

David Bailey

La selección incluye grandes iconos del mundo de la moda y las artes, como Kate Moss o Francis Bacon, así como una breve antología de personas anónimas que encontró en sus viajes por Australia, India y Papua Nueva Guinea. Desde la mastodóntica imagen de Michael Caine que ocupa todo un muro de la entrada, hasta llegar a los rictus de los Rolling Stones, la exposición recorre decenas de nombres propios: Jerry Hall, Jack Nicholson, John Lennon, Catherine Deneuve… Los retratos, elegidos personalmente por Bailey, constituyen en su mayoría un elogio del arte monocromo y los sueños lúcidos.

El cantante Mick Jagger en 1964.

David Bailey

Moda y música son fundamentales en la identidad de David Bailey (Londres, 1938), razón por la cual la edición británica de la revista Vogue lo reclutó para testimoniar las tendencias. Tras curtirse como asistente en el estudio de John French, en los años sesenta el fotógrafo ayudó a formar el concepto cultural Swinging London. Junto a sus colegas Terence Donovan y Brian Duffy, ese fue el lema que los tres inventaron para definir el sonido efervescente de aquella ciudad, cuando los mods alternaban con la diosa Twiggy y Mary Quant asestaba un tajo sin precedentes a la falda. Entre todos reflejaron el sentir de una contracultura palpitante.

Catherine Deneuve
Ted West (Getty Images)

Con Catherine Deneuve en 1966, durante su matrimonio.

Getty

La trayectoria de Bailey en Estados Unidos, donde recaló cuando Londres mudó de piel, fue consustancial a la de la editora Diana Vreeland. Juntos formaron un tándem histérico alimentado por insultos, cuchilladas y carantoñas, un cóctel explosivo que alumbró otra era dorada en lo creativo. Fue él quien acompañó a la célebre editora de Vogue USA (antes en Harper's Bazaar) hasta su defenestración en 1971. En el documental Diana Vreeland: The eye has to travel, emitido en nuestro país por Canal Plus, Bailey describía su particular relación con la columnista y gran valedora del Costume Institute del museo Metropolitan de Nueva York (el próximo mes de mayo pasará a llamarse Anna Wintour Costume Center): "Amaba a Diana y odiaba trabajar con ella, pero sé que hicimos algo grande".

Bailey And Shrimpton
Terry O'Neill (Getty Images)

Con su musa, Jean Shrimpton, en 1963.

Getty

Tras la disolución de aquella unión el fotógrafo colaboró con un sinfín de publicaciones y siguió retratando a los protagonistas de su tiempo. El director de cine Michelangelo Antonioni se inspiró en Bailey para su personaje de David Hemmings en Blow-Up: Deseo de una mañana de verano, una película basada en un breve relato de Julio Cortázar sobre un fotógrafo que presencia un asesinato que resulta no ser tal. Conquistó Cannes y su Palma de Oro, pero los críticos la despreciaron por incomprensible y aburrida. Todos sabían que el canalla que protagonizaba la cinta emulaba la personalidad de David Bailey, aunque Antonioni nunca lo reconoció.

El fotógrafo protagonista de ‘Blow up’ está inspirado en Bailey.

Blow Up

Esos intentos por hacer de Bailey una leyenda en vida han acabado desembocando en la exposición de la National Portrait Gallery, una oportunidad única que sus detractores no han dejado escapar. Jonathan Jones, del diario The Guardian, lanzaba su particular torpedo: "Si la brillantez artística consistiera en la creación de imágenes llamativas, Bailey sería uno de los grandes. El problema es que el dinamismo, el color y la vitalidad no son grandes temas, ni tampoco son suficientes para dar sentido y profundidad". Y remataba: "Bailey es inagotablemente superficial". El crítico Steve Pill tildaba la muestra de "confusa" y aseguraba que "las verdaderas estrellas estás colgadas en las paredes", pero según Sue Steward, del London Evening Standard, el retratista "no es solo un icono de la fotografía del siglo XX, sino una presencia continua adaptada a la era digital". La última palabra la tendrán los visitantes: hoy por hoy la medida más estimada para valorar la talla de un artista es la cuenta de resultados.

La exposición BAILEY’S STARDUST, patrocinada por Hugo Boss, se podrá visitar hasta el 1 de junio en la National Portrait Gallery de Londres.

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