Dormir y comer con las musas
Bajo el mismo techo se hicieron amigos Dalí, Buñuel y Lorca. Todavía hoy las residencias de estudiantes son más que hostales para artistas. En estas casas, nace el arte.
Las residencias para artistas no son solo un lugar donde vivir. Aquí, las musas se sientan a comer. Como en el espacio Felipa Manuela (felipamanuela.com), un piso antiguo en el barrio de Delicias, Madrid. A su directora artística, Andrea Pacheco, le pareció bien dejarlo vintage y «no montar un espacio aséptico, de paredes blancas y muebles de Ikea». Para ella, «una residencia de artistas tiene el doble objetivo de apoyar la creación y crear redes profesionales en contextos inusuales».
Su financiación es mixta, no recibe subvención y aspira al mecenazgo. Se inauguró hace menos de un año, está pensada para estancias breves (no más de dos meses) y cuenta con la colaboración de los espacios de producción alternativos Off Limits y Jugada a Tres Bandas.
Bien distinto es el proyecto Campo Adentro (campoadentro.es), un viaje de la ciudad al campo previsto para el periodo 2010-2013. A su director, el artista y agroecólogo Fernando García Dory, le gusta llamarlo «estrategia cultural a favor de lo rural». No es land-art, porque aquí entran en juego las actividades productivas y no solo el paisaje; y es «único en Europa, pues vincula poder político, institución cultural y organizaciones con base social». Hay residencias en múltiples provincias: en los pueblos abandonados de Guadalajara o los invernaderos hiperproductivos de El Egido, Almería.
Pero si hay una residencia que es un clásico es la Fundación Rosón de Arte Contemporáneo (fundacionrac.org), en Pontevedra. «Cada año, desde 2007, invitamos a un artista de prestigio internacional a residir en Galicia y desarrollar un proyecto para esta fundación. Esto contribuye a dar a conocer nuestra cultura y fomenta la comunicación entre agentes culturales», cuenta su presidente, el coleccionista Carlos Rosón.
Nada que ver con Half House (halfhouse.org), mitad casa, mitad galería, cuyo cartel con luces de neón cuelga en el Poblenou de Barcelona. En teoría, aspira al intercambio y la comunicación artística. En la práctica, son 110 m2 diciendo «úsame». El espacio expositivo ocupa 30 de ellos, y el resto es para que el artista coma, duerma y trabaje. La experimentación y el error son obligatorios. Y de ellos da muestra una exposición al final de la residencia. Half House se hace cargo de la mayor parte de los gastos domésticos y de producción.
En Can Xalant (canxalant.cat), en manos del ayuntamiento de Mataró, Barcelona, el artista se encontrará en su ambiente. Lo mismo que en la Fundación Antonio Gala (fundacionantoniogala.org), abierta a 18 creadores becados entre 18 y 25 años, donde manda «la libertad cruzada». El pintor aprende del escritor, el escritor del escultor y así. Y como telón de fondo desde 1910, la Residencia de Estudiantes (residencia.csic.es). Fue casa y cama de Buñuel, Dalí, Lorca o Unamuno. Hoy lo es de artistas e investigadores, que la usan como hotel por periodos cortos o para el curso entero si están becados. ¿Que para qué estas residencias de artistas? «Aportan diversidad no solo al contexto artístico, sino a una ciudad», asegura Andrea Pacheco. Desde la provechosa charla en la barra de un bar, hasta un encuentro profesional programado. Todo vale, artísticamente hablando.
Café literario José Bello, García Lorca, Juan Centeno y Louis Eaton Daniel en una habitación de la Residencia de Estudiantes.
Archivo Residencia de Estudiantes de Madrid.
Entrada de la casa velázquez.
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