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Díselo con ‘emojis’: la nueva gramática parda

Los matrimonio se rompen por whatsapp y los emoticonos requieren hermenéutica para descrifrarlos. Así se forjan las relaciones en 2014.

Nueva Gramática del ligue por ‘chat’
Mirta Rojo

La boda de Katy Perry con el cómico Russell Brand, celebrada en 2010 en el Norte de India, requirió un tigre, varios elefantes, un número indeterminado de vuelos privados y, al menos, un vestido de alta costura de Elie Saab. El divorcio de la pareja, en cambio, se saldó de una manera bastante más sencilla: con un mensaje de texto que, al parecer, escribió Brand a Perry.

Es hora de constatar lo obvio. Si somos lo que decimos y ya no decimos las cosas de la misma manera, ¿ha cambiado la naturaleza misma de las relaciones humanas? O lo que es lo mismo, ¿cuándo empezó a ser aceptado contestar a diez mensajes largos de WhatsApp con un solo emoticono (aunque este sea el del brillante y polisémico monito que se tapa los ojos)?

Para empezar, y como demuestra el caso Brand vs. Perry, una proporción mucho más alta de la comunicación íntima tiene lugar ahora por escrito, ya sea por chat, por Line, por mail, por WhatsApp o en forma de mensaje público o semipúblico en una red social. Tanto nos hemos acostumbrado a esta nueva forma de intimar que para hablar necesitamos muletillas de lo textual. De ahí que se extienda ese gesto que consiste en hacer comillas en el aire, ese que le gustaba tanto a Ross, de la serie Friends, y que Joey utilizaba mal.

¿Y qué demonios quiere decir con esto? Comunicarse por escrito tiene sus handicaps: no se puede sonreír, ni poner vocecilla irónica ni indicar que, algo que a priori suena mal, en realidad se dice con cariño. De ahí que surjan todo tipo de malentendidos. ¿Quién no ha formado parte de un grupo de debate en el que los concurrentes discuten sobre el verdadero significado de un whatsapp? La web Hetexted.com se ha creado bajo la presunción de que este es un problema exclusiva o particularmente femenino. Vamos, que somos solo nosotras las que pasamos horas descifrando mensajes ambiguos de nuestros familiares, amigos y, especialmente, de nuestros ligues. Y todo para acabar emitiendo un juicio binario y radical: «No le gustas» o «sí que le gustas». Sería la versión moderna de la escena de la película española Nada en la nevera, en la que tres amigas analizan en profundidad el comentario que un presunto pretendiente deja en el contestador automático de una de ellas.

El estadounidense Michael Fiore es otro de los que se autoproclaman gurú y, más concretamente, «experto en relaciones en el mundo moderno». En su libro Text the Romance Back (algo así como «Al romance se le contesta por mensaje») se dirige también a las mujeres –que, al parecer, forman un mercado más sólido en asuntos de hermenéutica digital– y les asegura que los hombres son más directos en su comunicación, que no hay que leer demasiado entre líneas cuando escriben. Fiore ha llegado a la conclusión de que existen tres tipos de mensajes que, usados de manera combinada, son capaces de seducir a cualquier hombre heterosexual (porque, por cierto, el mundo de Michael Fiore es estrictamente heteronormativo): en el primero, la mujer, para picar la curiosidad y hacerse la interesante ante la posible conquista, tiene que finalizar su escrito con puntos suspensivos; en el segundo ha de establecer al susodicho como alguien poderoso y protector; y en el tercero debe invocar a la «imaginación». «Imaginar», asegura Fiore, es el verbo más poderoso en el mundo de la atracción.

Mirta Rojo

La gramática puede ser sexy (o no). «¡Pero es que escribe sin acentos!», se lamenta Anna (cita real, nombre simulado), una treintañera soltera ducha en el arte del flirteo por WhatsApp y chat de Facebook. La ausencia de tildes, para ella, reduce el sex appeal del candidato hasta en un 35%. No es la única que lo piensa. La web Popsugar sometió a sus lectores a la encuesta: «¿Provoca la mala ortografía un bajón de la libido?». El 90 por ciento respondió afirmativamente.

Los nuevos usos comunicativos han traído consigo sus propias normas. El punto y seguido, por ejemplo (y no digamos ya el punto y aparte) ha pasado de significar «esta frase se acaba aquí» a «esta frase acaba en modo cabreo».

El lingüista Ben Cairns lo detectó y lo expuso en un artículo reciente enThe New Republic. Según Cairns, si le propone a su novia: «Ya sé que es tu cumpleaños pero igual es más romántico si cenamos en casa esta noche» y ella responde: «Vale, podríamos», quiere decir que todo está bien y que cenar en el hogar es una opción viable y hasta deseable. En cambio, si ella redacta: «Vale, podríamos.» hay un serio problema. Cairns, de inmediato, se dispone a hacer una reserva o tiene todos los puntos para cenar románticamente solo esa noche. Un estudio de la American University sobre los usos gramaticales de la nueva comunicación concluyó que sólo se escribe un punto en el 39% de los mensajes y el 45% de los chats. Según Cairns, los puntos suspensivos (sin duda, el signo de puntuación más en alza), son los primos pasivo-agresivos del punto y seguido, «una invitación del ofendido al ofensor para que adivine su error y lo remedie».

Otros lingüistas han llegado a proponer la creación de un símbolo específico que expresara que algo se dice con ironía. Mientras llega, en la práctica, de esto se encarga el emoticono que guiña el ojo. Keith Houston, autor del libro Shady Characters, dedicado al uso moderno de los signos de puntuación, cree que vivimos tiempos fascinantes para la ortografía. Y apunta: «Lo que más me intriga ahora mismo es que la mensajería instantánea tiene un aspecto temporal. Te permite hacer pausas entre mensajes. Puedes, por ejemplo, hacer una parada antes de lanzar la conclusión de un chiste o para dar la impresión de que estás pensando mucho en lo siguiente que vas a decir. Esto nos retrotrae a la más primigenia puntuación.

Los primeros textos griegos no tenían espacios ni puntuación y los lectores añadían puntos indicando cuándo debían parar al leer un texto en voz alta. Cuando haces una pausa estás haciendo una especie deperformance verbal». Houston no comparte el odio feroz que otros lingüistas tienen por el sobreutilizado signo de exclamación, incluso en su forma múltiple. «Creo que los que dicen eso son unos pretenciosos. Un buen uso de la exclamación puede llevar vida y emoción a tus textos». De hecho, a partir del séptimo ‘!’ seguramente estamos hablando del equivalente escrito a chillarle a alguien al oído.

Russell Brand dejó a su esposa Katy Perry con un mensaje de móvil.

Cordon Press

La vida secreta de los ‘emojis’. El lingüista también es partidario de los emoticonos («su mayor función es permitir que el lenguaje sea más claro»), aunque advierte que «pueden volvernos más vagos. ¿Para qué esforzarnos en expresarnos con palabras cuando se puede solucionar con un simple pictograma?». De nuevo, según los expertos, hay diferencias entre sexos. Cinco investigadores (¡cinco!) de la Universidad de Rice, en Houston, Texas, y del Georgia Institute of Technology llevaron a cabo un trabajo titulado «Estudio longitudinal del uso de emoticonos en mensajería instantánea y Smartphones». Bajo este completo título concluyeron que las mujeres utilizan más emojis (y «son más emocionalmente expresivas en su comunicación no verbal»), pero los hombres emplean una gama más amplia y menos compleja. Así que una conversación prototípica podría ser así:

ELLAemoji cóctel, emoji pintalabios, emoji sushi, emoji fideos, emojigemelitas que bailan al bies (con todo ello expresaría el exceso de entusiasmo que le produce arreglarse para salir esa noche de cena y fiesta.)

ÉL: emoji pulgar hacia arriba (ok.)

Una encuesta informal entre usuarios frecuentes confirma que uno de los emojis que más activa la imaginación –que diría el gurú Michael Fiore– es el del tipo en la bañera (alusión a la ausencia de ropa), y que hay que evitar los demasiado obvios, como el del beso con la marca de carmín. El uso del smiley que lanza un beso-corazón se reduce a un contexto estrictamente irónico. Es sabido también que el set más común de emojis, además de racista (no hay negros ni orientales) es muy puritano. Carece de símbolos del campo semántico sexual y por eso hay quien hace un uso figurado de los emoticonos que pueden sugerir, por ejemplo, formas fálicas (plátano, mazorca de maíz o berenjenas son algo más que una merienda sana). La elegancia y el sentido común sugieren evitarlos si uno no es un virtuoso de la poesía emoji y el monólogo cómico.

Geolocalízate, cariño. El mundo de las citas online añade sus propias innovaciones comunicativas, y más si hablamos de las aplicaciones basadas en la geolocalización, como Grindr. La que está más al alza ahora mismo, Tinder –su fundador, Sean Rad, quien, por cierto, conoció a su novia vía Tinder, calculaba que cerraría 2013 con mil millones de usuarios ahora que China se ha unido a la fiebre– prescinde directamente de las palabras. Se seleccionan las posibles futuras parejas sólo mirando sus fotos. En Badoo, otro gigante del mercado, las reglas son otras. A pesar de su fama de ser un lugar donde conseguir sexo fácilmente, el 88 % de los nuevos usuarios dice que su intención es «hacer amigos» y sólo el 8% admite que busca tema, según explica su portavoz Carl Zide.

En esta aplicación han resucitado la idea retro de las frases para ligar y ofrecen una selección de citas sacada de libros y películas, para que no sea necesario pensar las propias construcciones. El año pasado, la preferida entre las mujeres fue: «No muerdo, ¿sabes? A no ser que sea necesario», como le dijo Audrey Hepburn a Cary Grant en Charada. Curiosamente, la favorita para los hombres también la pronunció una mujer, Bette Davis, en la película Esclavos en la tierra: «Me encantaría besarte, pero acabo de lavarme el pelo».

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