‘Descansa en paz, Dick Johnson’: la documentalista que ‘mató’ a su padre decenas de veces por amor
Kirsten Johnson explora los límites de la realidad y la ficción grabando una peculiar, surrealista y tierna carta de despedida a su padre, enfermo de demencia.
Tras trabajar hasta en 50 documentales como directora de fotografía para otros, Kirsten Johnson decidió que en el próximo que ella dirigiera tenía que matar a su padre. Lo asesinaría muchas veces y de todas las formas imaginables: lo grabaría desangrándose en la calle tras un golpe fortuito, dejaría la cámara encendida tras verlo caer por las escaleras y quedarse con las piernas al aire, lo atropellaría, tendría un primer plano del impacto en la cabeza de un aire acondicionado que le caería de una ventana mientras caminase por la calle. Hasta tendría metraje de su llegada al paraíso y la fiesta hedonista de recuerdos y alegría en la que se convertiría su vida después de la muerte. Kirsten mataría a su padre como si se tratase de una serie de gags surrealistas a lo Monthy Phyton. En su documental, su padre siempre podría resucitar de cada embiste mortal. Al menos podrían prepararse juntos y reírse mucho juntos imaginándose ese momento. Algo que nunca pasaría en la vida real. El proyecto sería un inspirador (y extraño) foco de luz sobre la muerte, sobre cómo la gestionamos cuando nos golpea, nos preparamos (o no) para recibirla y todo lo que dejamos atrás cuando dejamos de ser quién somos.
«La idea de que podría perder a este hombre era demasiado dolorosa» dice Kirsten Johnson al inicio del delicado, bello y distinto Descansa en paz, Dick Johnson, el documental que estrenó el pasado 2 de octubre Netflix. Esa idea, la de asumir la llegada de la muerte y la de su proyecto, llegó cuando a su padre, un entrañable y elocuente psiquiatra jubilado de Seattle, le diagnosticaron demencia y tuvo que dejar la casa en la que había formado una familia junto a su mujer (fallecida seis años antes por Alzheimer) para mudarse con su hija a un apartamento de una habitación a Nueva York. Johnson (hija) grabaría todo el proceso de traslado y adaptación a su nueva vida en Manhattan y, además, añadiría unos toques de surrealismo cómico ficcionado sobre la muerte.
En Descansa en paz, Dick Johnson, se entremezclan los pasajes ficticios sobre posibles escenarios de la muerte de Dick (él mismo aparece conversando entre risas con los distintos especialistas o stunts que van a interpretar su muerte minutos más tarde), un curioso funeral en el que él está vivo en el ataúd abierto escuchando toda la ceremonia y escenas cotidianas sobre la pérdida paulatina de su memoria, de su propia autonomía personal (especialmente dura es la secuencia en la que tiene que decir adiós a su coche). También son especialmente sensibles los entrañables momentos compartidos con sus dos nietos cantando la canción de Popeye en el coche o jugando con ellos en la playa –Kirsten Johnson y los dos padres de los hijos que parió por inseminación artificial son vecinos puerta con puerta. Los niños viven con ellos, pero su gran familia organiza desayunos comunales con los niños, así como escapadas familiares y celebraciones juntos–.
El proyecto, una personalísima carta de despedida que también podría ser la de todos nosotros, se llevó el premio a la innovación en el último festival de Sundance y ha sido recibido con entusiasmo por la crítica por su peculiar acercamiento hacia la enfermedad y el adiós a los que más queremos. Durante la promoción, la documentalista ha explicado que la primera «muerte» que filmaron fue en su casa, en la escalera donde la difunta madre de Johnson se rompió la cadera al poco de ser diagnosticada de Alzheimer. «Ver a mi padre de 84 años, riéndose, pero también ver la vulnerabilidad de él tirado al pie de las escaleras porque se lo había pedido, me hizo cuestionar toda la idea del proyecto, pero también pensé: ‘Vaya, esto es potente'», ha explicado la propia Johnson en el podcast Fresh Air a propósito de su documental y el proceso de trasgredir fronteras entre lo personal y lo fílmico. Uno de los aspectos, precisamente, que más le obsesionan al grabar documentales.
Como hizo en Cameraperson (2016), un proyecto en el que se cuestionaba el poder y el vampirismo sobre las fuentes de los propios documentalistas en las situaciones de conflicto, aquí la creadora se pregunta a sí misma hasta qué punto está también abusando de su padre para su proyecto personal, qué fronteras está cruzando. «Tengo que ser cuidadosa con no cruzar los límites de lo que significa la decencia para él», cuenta la documentalista a la enfermera que se hace cargo de su padre. En entrevistas posteriores, como la que ha dado a Vulture, insiste en la idea: «¿Estoy explotándolo con esta película? ¿O le estoy dando la inmortalidad?»
Tras trabajar codo con codo con Laura Poitras en proyectos como Citizen 4 (el documental de Snowden), grabar para Michael Moore en Fahrenheit 9/11, registrar la lucha de las mujeres de Liberia en Pray the Devil back to hell o descifrar la cultura de la violación en la guerra de los Balcanes (Women, War&Peace), Johnson dirige su séptimo documental. Tras acabarlo y presentarlo en Sundance, llegó el coronavirus y la familia de Kirsten (sus dos hijos, los dos padres de sus hijos y su novia) se trasladaron a una casa en Connecticut para confinarse juntos. A su padre lo dejó en una residencia por el miedo a que pudiese contagiarse por si ella, o los niños, o el resto de adultos convivientes, enfermaran con el virus. Ahora, como contó ella misma Vulture, hacen facetime a diario y Dick le cuenta cómo pasa las tardes viendo El precio justo con sus compañeros de residencia.
El amor, tal y como apunta Matt Zoller en su reseña del documental, es el mecanismo que trasciende en Descansa en Paz, Dick Johnson. El amor de la hija al padre, del padre a la hija, a sus nietos, a los padres de sus nietos y el amor de sus amigos hacia él. El amor, también, por los que no están, como el recuerdo constante a esa madre enferma que también dejó de ser ella misma y de la que la documentalista, arrepentida, cuenta que apenas guarda documento gráfico. «Sería tan fácil si amar solo nos diera lo bello», dice en un momento de la película Kirsten: «Pero lo que el amor exige es que enfrentemos el miedo a perdernos».
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