«Con la moda rápida pasa como con la comida basura: no ha desaparecido, pero cada vez hay más alternativas para comer bien»
La periodista y escritora Dana Thomas analiza en ‘Fashionopolis’ los problemas de la moda low cost y recorre el mundo en busca de alternativas a un sistema en crisis. ¿Su consejo? Comprar menos y repetir ropa.
El día que Dana Thomas empezó a escribir su nuevo libro llevaba puesto un vestido de algodón con cuellos de camisa fabricado en Bangladés. Después de terminar Fashionopolis. El precio de la moda rápida y el futuro de la ropa, editado en España por la editorial Superflua, probablemente jamás se lo hubiera comprado. «Pinché en un anuncio de Facebook y en cuestión de días lo tenía en casa. Pero ¿pensé seriamente de dónde venía cuando lo pedí?, ¿lo tuve en cuenta por qué solo costaba 30 dólares?, ¿de verdad lo necesitaba?», reflexiona.
En su experiencia se reconocerán muchos lectores. Razón de peso, según dice, para agitar conciencias publicando esta aproximación al lado oscuro del consumo de moda en la era de la globalización. Su primer acercamiento editorial al fast fashion llega tras dos publicaciones anteriores centradas en el universo de la alta moda; Deluxe: cuando el lujo perdió su esplendor y Dioses y reyes: ascenso y caída de Alexander McQueen y John Galliano. «Creo que es importante que la gente tome conciencia sobre cómo se hace su ropa y confío en que cuando sean conscientes, cambien sus decisiones de compra», explica al otro lado del teléfono.
A pesar de que Thomas ha cubierto las noticias del sector durante los últimos 30 años para cabeceras tan importantes como The New York Times, se confiesa abrumada por la realidad a la que se ha enfrentado charlando, por ejemplo, con algunos de los supervivientes del derrumbe del complejo fabril de Rana Plaza, abandonados a su suerte tras el terrible accidente en el que perdieron la vida más de 1.000 personas y resultaron heridas otras 2.000.
No cabe duda de que en la década que está por comenzar, un cambio de paradigma resulta tan probable como urgente. La quiebra de la cadena de moda rápida Forever 21 es solo el ejemplo más reciente de cómo las nuevas generaciones van rechazando poco a poco la ropa de usar y tirar. «Con la moda rápida está ocurriendo algo parecido a lo que pasó con la comida basura. No ha desaparecido, pero cada vez ganan más peso las alternativas para comer bien», asegura.
Thomas vaticina un futuro en el que los gigantes low cost deberán incluir más líneas sostenibles si quieren sobrevivir. «Aunque el modelo completo necesite transformarse, es genial que estas marcas puedan ofrecer prendas fabricadas con tejidos reciclados o colecciones creadas a partir de materiales orgánicos», opina la periodista.
Los retos a los que debe enfrentarse la industria son muchos, pero Thomas confía en el futuro. Por eso ha bautizado Fashionopolis de manera oficiosa con el sobrenombre de «el libro de la esperanza». En su recorrido por el mundo en busca de nuevas marcas y proyectos que están cambiando las reglas (bajo estas líneas se recopilan algunos de los más relevantes, liderados por mujeres), la escritora ha encontrado nuevas firmas emergentes que sacudirán la industria los próximos años compitiendo con fuerza desde la liga verde.
Pero el verdadero poder de cambio lo tienen, apunta, las carteras. «Las marcas no lo harán por sí mismas. Somos nosotros quienes tenemos que demandarlo y obligarlas», asegura. Haciendo suyo el mantra de Vivienne Westwood («compra menos, compra mejor»), Thomas aconseja «no adquirir nada de lo que realmente no estés enamorado».
¿El objetivo? Evitar que muchas prendas acaben en la basura después de solo siete usos. «Si ya no vamos a ponérnoslas más podemos intercambiarlas con amigos, donarlas o venderlas en tiendas online como Vestiaire Collective o The RealReal». Incluso bromea con la imagen de Escarlata O’Hara transformando unas cortinas en vestido en Lo que el viento se llevó como referencia inspiradora para atreverse con la customización. «Lo más importante es no dudar en repetir prendas».
En esto de ponerse la misma ropa una y otra vez, Thomas señala dos referentes imprescindibles: Kate Middleton, duquesa de Cambridge, y Meghan Markle, duquesa de Sussex, máximos exponentes de lo que ella llama «royal rewear». Al contrario que las estrellas de Instagram, que han tenido un impacto irrefutable en el consumismo descontrolado en el que la sociedad actual se encuentra sumida, ambas muestran tanto en sus redes sociales como en los medios de comunicación tradicionales que «es cool ponerse la ropa una y otra vez». Ese es el consejo más repetido durante la conversación con Dana Thomas: «El estilo no es comprarse una prenda y tirarla después de un solo uso; es tener algo en tu armario y volver a llevarlo de una forma distinta».
En su libro Thomas también narra su recorrido por todo el mundo en busca de aquellos proyectos que están transformando la industria de la moda en una actividad sostenible y ética. Algunos apuestan por la innovación como motor de cambio y otros recuperan la artesanía. ¿El punto común? Están liderados por mujeres. Recopilamos a continuación cuatro de los imprescindibles:
Natalie Chanin
Pionera en el movimiento zero waste (sin residuos), la responsable de Alabama Chanin comenzó en el 2000 a fabricar prendas de algodón orgánico cultivado en granjas locales y confeccionado por artesanos que trabajan en sus casas. El proceso de producción es trazable.
Cyndi Rhoades
Esta investigadora al frente de Worn Again ha conseguido separar el poliéster y la celulosa del algodón, algo imposible hasta hace poco y que ayuda tanto a poder reciclar los tejidos de la ropa en desuso como a convertir los paquetes y objetos de plástico en potenciales prendas completamente nuevas.
Sarah Bellos
Su empresa, Stony Creek Colours, tiene solo cinco años de vida, pero esta científica planea que en los próximos cuatro años un 2,8% de los vaqueros que se fabrican en el mundo estén teñidos con índigo natural. Trabaja mano a mano con agricultores para crear tintes sin pesticidas ni otros contaminantes tóxicos.
Stacy Flinn
Colaboradora habitual de Stella McCartney, Flinn –de la compañía Evrnu– es capaz de realizar tejidos técnicos de alta resistencia a partir de fibras recicladas. Su tecnología NuCycl no necesita grandes cantidades de agua, no provoca emisiones de carbono y utiliza el deshecho como recurso principal.
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