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«Te lo ruego, deja de verla»: por qué ‘Criadas y señoras’ se ha convertido en la película más controvertida del momento

En plena oleada antirracista en Estados Unidos, que el filme más visto en Netflix sea un amable relato sobre la reconciliación racial desde el punto de vista del “salvador blanco” ha despertado la indignación de las redes sociales.

Una película dirigida y adaptada por un hombre blanco, basada en una novela escrita por una mujer blanca, editada por un hombre blanco, fotografiada por un hombre blanco y producida por tres hombres y una mujer blancos, que narra los estragos de una joven blanca para documentar la discriminación sufrida por sus criadas negras. Criadas y señoras, la cinta protagonizada por Viola Davis y Emma Stone, y que se convirtió en un inesperado taquillazo internacional en 2011, vuelve a protagonizar titulares casi una década después de su estreno. Las redes sociales claman indignadas ante el hecho de que sea esta la película más vista en Netflix en Estados Unidos durante la oleada antirracista más intensa y prolongada vivida por el país desde finales de la década de los sesenta. Periodistas, críticos cinematográficos y tuiteros varios ruegan a sus seguidores que no se adhieran a este relato buenista sobre la reconciliación racial desde el punto de vista de los ‘salvadores blancos’, mientras las calles claman el fin de la opresión experimentada por la comunidad negra en Estados Unidos.

“Te lo ruego, deja de ver Criadas y señoras: no te hará mejor a la hora de confrontar tus privilegios”, alega el periodista de Buzzfeed Elamin Abdelmahmoud. “Que Criadas y señoras sea tendencia en Netflix ahora mismo significa que mucha gente todavía no lo ha pillado”, concede la monologuista Kenice Mobley. “Por favor, no veas Criadas y señoras para entender el momento que estamos viviendo”, concluye la editora de opinión internacional de The Washington Post Karen Attiah. Decenas de tuits como estos inundan las redes los últimos días para poner de manifiesto uno de los síntomas del racismo sistémico presente en el país: la hegemonía del punto de vista. Incluso cuando la población caucásica decide empatizar con la comunidad negra e interesarse por escuchar su relato, son ellos quienes cuentan las historias previamente tamizadas por su mirada indulgente.

Las carencias narrativas de la película han sido abordadas por su propia protagonista, Viola Davis. Nominada al Oscar a la mejor actriz por su papel de criada en el Mississippi de la segregación racial, en 2018 Davis renegó públicamente de su participación. “¿He interpretado papeles de los que luego me he arrepentido? Lo he hecho, y Criadas y señoras está en la lista”, afirmó durante una entrevista con The New York Times, asegurando que la película “no escuchaba las voces de las criadas” que aparecen en la trama. “Conozco a Aibileen (su personaje). Conozco a Minny (interpretada por Victoria Spencer). Ellas son mi abuela. Son mi madre. Y sé que, si haces una película cuya premisa es escuchar cómo se sentían las mujeres que trabajaban para los blancos y criaban a sus hijos en 1963, quiero escuchar cómo se sentían ellas realmente al respecto. No escuché nada eso durante todo el metraje”.

La cinta ha sido calificada como uno de los mejores ejemplos recientes del subgénero bautizado como ‘complejo del salvador blanco’. Una denominación que engloba aquellas historias en la que aparecen personajes blancos erigidos en héroes de los episodios de sufrimiento de la comunidad negra; siendo estos reflejados, además, como meros espectadores de su propio relato. Desde la inolvidable Matar a un ruiseñor (Gregory Peck) a Green Book (Viggo Mortensen), pasando por Mentes peligrosas (Michelle Pfeiffer), Figuras ocultas (Kevin Costner) o Un sueño posible (Sandra Bullock), la historia de Hollywood está repleta de redentores caucásicos similares al criticado papel de Emma Stone en Criadas y señoras. Con motivo de su estreno, medios como Indiewire denunciaron la xenofobia subliminal de la cinta por “reforzar estereotipos con poderosas imágenes de sometimiento que perduran en la conciencia de los espectadores”.

Viola Davis también tuvo palabras de reconocimiento para el realizador de la película, Tate Taylor, y para el reparto femenino (“el tiempo más profundo, íntimo y feliz que he pasado en compañía de mujeres”) que logró que Criadas y señoras se convirtiera en un inesperado éxito de crítica y público. Multiplicó por diez su presupuesto en taquilla, logró cuatro nominaciones al Oscar e impulsó al estrellato a Emma Stone, Jessica Chastain y la propia Davis. Spencer, que logró la estatuilla a la mejor actriz secundaria, se sumó al debate afirmando que durante la preparación del personaje aprendió que “da igual si el vaso está medio lleno o medio vacío, lo que importa es de quién es el vaso”. “Minny, Aibileen y el resto de criadas no tenían un vaso. No contaban con el lujo de decidir si eran positivas (vaso medio lleno) o negativas (vaso medio vacío), ya que era la sociedad la que decidía por ellas”, evocó en su cuenta de Instagram. Más allá de la abrumadora escasez de realizadoras, productores, intérpretes, guionistas o técnicos de afroamericanos en Hollywood, los tuiteros que censuran ahora el éxito de Criadas y señoras reclaman que se dirija la atención a la obra de cineastas como Ava DuVernay, Jordan Peele, Dee Rees, Ryan Coogler o Barry Jenkins.

Lanzada en 2009, la novela despachó más de siete millones de copias, permaneció durante más de cien semanas en la lista de los más vendidos del New York Times y se convirtió en la opción predilecta de los clubes de lectura que abundan en los barrios suburbanos habitados por familias blancas de clase media-alta. Criticada por trivializar el racismo endémico con tal de ofrecer una ficción más accesible a los lectores, no es la primera vez que la obra genera controversia. La representación de las criadas negras ya llevó a los juzgados a su autora, Kathryn Stockett, en 2011. Ablene Cooper, la niñera en la que se basó la escritora para esbozar el personaje interpretado por Viola Davis, interpuso una demanda contra Stockett por valor de 75.000 dólares alegando que se había apropiado indebidamente de su nombre y que la imagen que da de ella el libro resultaba “vergonzosa”. La denuncia fue desestimada por el tribunal.

Las caras visibles del cine estadounidense están gozando de un papel esencial en el transcurso de las multitudinarias protestas originadas a raíz del asesinato de George Floyd a manos de un policía blanco. No solo ejercen como canalizadores y altavoces de la rabia de la sociedad ante los medios y donan cientos miles de dólares a organizaciones por los derechos civiles, también están pidiendo a los estudios un compromiso real para lograr una igualdad efectiva en la industria.

“Os comprometisteis a alcanzar la paridad de género en 2020, ¿dónde está el compromiso para contratar a gente negra? Queremos contenido sobre negros dirigido por ejecutivos negros, consultores negros. ¿También vais a controlar nuestras historias? Dejadnos llevar nuestra oscuridad hacia la luz”, adujo Michael B. Jordan, protagonista de filmes como Cuestión de justicia, una película del género judicial de 2019 basada en un caso real y que Warner ha lanzado de forma gratuita en Estados Unidos este mes de junio para sumarse a las protestas. Paramount ha hecho lo mismo con Selma, que narra las marchas lideradas por Martin Luther King en 1965. Dos opciones perfectas para entender un poco mejor las motivaciones de quienes toman las calles de Estados Unidos sin tener que volver a recurrir a los puntos de vista hegemónicos de la meca del cine.

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