Por qué las comedias románticas se han convertido en la apuesta ganadora de Netflix
La plataforma de ‘streaming’ ha encontrado un rentable e inesperado nicho de mercado en la actualización de un género que parecía confinado en la nostalgia.
Como el chico malo de El club de los cinco, alzando el puño al ritmo de Simple Minds. Como Vivian, encontrándose con Edward al final de la escalera de incendios. Como Harry y Sally, degustando un sándwich de pastrami en el Katz. El usuario de Netflix, al igual que estos inolvidables personajes y como sostenía el apasionado hijo batería de Liam Neeson en Love Actually, también está dispuesto a que “el amor le cosa a leches”. La comedia romántica vive una inesperada resurrección en la plataforma de streaming gracias a más de media docena de títulos que reivindican el lado almibarado de la vida –sobre todo si se es adolescente– en tiempos convulsos. El género, que parecía condenado al ostracismo nostálgico desde su último repunte a principios de siglo con clásicos del clínex como El diario de Noa o Un paseo para recordar, renace de las cenizas actualizado, inclusivo, autoconsciente y tan naíf como marca la tradición.
“Temporada del amor”. Con este eslogan promociona el gigante del entretenimiento su propuesta temática de estrenos en el periodo estival: ocho películas originales para aumentar la temperatura de nuestro corazón al mismo ritmo que la de los termómetros. Netflix tenía una pista. 80 millones de personas, dos tercios de sus clientes, vieron una película romántica el último año; presumiendo además de un alto ratio de revisionado. Es decir, de azúcar mejor dos cucharadas, y soperas. Matt Brodlie, director de películas originales de Netflix, desgranó en THR la “simpleza” de su estrategia: “Somos conscientes de qué ve la gente y cuánto lo ven, y descubrimos que se consumían muchas comedias románticas, incluso de las malas. Era una gran oportunidad para saltar a un lugar en el que nadie estaba haciendo nada. Si hablas con cualquier agente en la ciudad durante los últimos dos años te dirá que hemos estado golpeando los tambores diciendo, ‘¡Enviadnos vuestras rom-coms!’”.
Mi primer beso, Sierra Burguess es una perdedora, Alex Strangelove, Hija de su padre, La sociedad literaria y el pastel de piel de patata… la extensa lista de lanzamientos en las últimas semanas habla por sí sola de la apuesta de Netflix por el género. Convirtiéndose además en un trampolín para intérpretes semidesconocidos que, como hicieron en el pasado los Julia Roberts, Hugh Grant, Sandra Bullock o Reese Witherspoon, tienen la oportunidad de hacerse un nombre en la industria sin la necesidad de enfundarse las mallas y la capa. En un tiempo en el que los cines parecen restringidos a blockbusters millonarios pensados para las multisalas o producciones indies con aspiración a premio y firma de autor, las plataformas de streaming se antojan como el único refugio posible para este tipo de proyectos de presupuesto medio ignorados durante la última década. Hay que remontarse a 2009 para encontrar la comedia romántica más reciente en gozar de un puesto en el top ten histórico de las más taquilleras del género, que vivió su época de esplendor entre finales del siglo pasado y principios de este. Lo consiguieron Sandra Bullock y Ryan Reynolds con La proposición.
Una de las últimas reinas del rom-com, la actriz y cantante Jennifer Lopez (Sucedió en Manhattan), expresó en su visita a The Tonight Show de Jimmy Fallon el sentimiento que se esconde detrás de la alta demanda popular: “Necesitamos esa forma divertida, extravagante de mirar a la vida, esa mirada romántica… A veces las cosas son duras y es necesario ese escape”. Esta remesa de estrenos temáticos no es la primera que lanza Netflix con éxito. Algunas, como Un príncipe de Navidad, ya cosecharon repercusión viral hace meses. Sin embargo, sí son las primeras en encandilar a una crítica históricamente condescendiente con el género, más aún si están pensadas para Internet y sin grandes nombres detrás de las cámaras. El fenómeno más reciente, llamada A todos los chicos de los que me enamoré y estrenada este pasado 17 de agosto, cuenta con reseñas entusiastas de Los Angeles Times o la revista Time. El filme, basado en un best-seller, narra la historia de Lara Jean, una estudiante estadounidense de origen asiático que ve como su vida da un vuelco cuando sus cartas de amor secretas, escritas a lo largo de los años, caen por accidente en mano de sus destinatarios.
A pesar del éxito comercial de las novelas de Jenny Han, el proceso de adaptación a la pantalla se topó con el racismo tradicional de los estudios durante casi un lustro. En un artículo publicado en The New York Times titulado Una ídolo adolescente asiático-americana en pantalla, finalmente, la autora revela que la mayor parte de los productores interesados en la película intentaron cambiar la raza de la protagonista, perpetuando el extendido whitewashing de Hollywood. Han se negó en rotundo. “¿Qué habría significado en mi juventud que la protagonista de una película se pareciera a mí? No como secundaria o como interés romántico, sino como protagonista. Todo. Existe un poder en ver una cara que se parece a la tuya hacer algo, ser alguien. Existe un poder en moverse desde los márgenes hacia el centro”. Finalmente el filme fue liderado por Lana Condor, actriz de origen vietnamita y calificada como la heredera de Molly Ringwald (La chica de rosa). Además de un ejemplo de diversidad, Variety sostiene que esta es “la película que bien podría hacer John Hughes si estuviera vivo, tratando a su audiencia como jóvenes adultos”.
Cómo deshacerte de tu jefe fue la primera obra original de Netflix en llamar la atención con una historia tan formulaica y autoconsciente (solo hace falta ver la traducción del título a nuestro idioma) como encantadora. “Es previsible y un poco cursi. Pero aún así, es una absoluta joya de película que sí, realmente deberías ver”, sostiene The Washington Post. No ganará el Óscar, ni siquiera la recién anunciada categoría de popularidad, pero tampoco le hace falta. Siguiendo los cánones, tiene lugar en las calles de Manhattan y su pareja protagonista exhibe la química propia de las históricas del género. Zoey Deutch (hija de la también actriz Lea Thompson) y Glen Powell (parte del reparto de la próxima secuela de Top Gun), que coincidieron anteriormente en el filme de Richard Linklater Todos queremos algo, dan vida a dos miserables asistentes que urden un plan para hacer que sus jefes se enamoren y poder así recuperar sus vidas. Sobrecualificados pero mal remunerados, sus perfiles son reconocibles en el público millennial y juntos desprenden un carisma que según los especialistas les hace candidatos para «suplir la vacante que dejaron libre Tom Hanks y Meg Ryan».
La cuestión ahora es saber si esta tendencia trascenderá de la plataforma digital para retomar el flechazo también en las salas de cine o si todo quedará en una pasional aventura estival. Como escribe Kathryn Lindsay en Refinery 29, “la explosión es prometedora, pero un verdadero retorno necesita más que un par de meses para afianzarse. Por suerte, el público ha dejado claro que están listos y dispuestos. Solo esperamos que su amor acabe siendo correspondido”. Solo por si acaso, mejor tener localizada la insulina.
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