Clase de historia: cómo nacieron las prendas más icónicas de la moda
Algunas prendas indispensables no nacieron de la mente creativa de un diseñador, sino de las exigencias de un ejército en guerra, los caprichos de un aristócrata o las necesidades de un trapecista.
El duque de Wellington no estaba contento con el calzado que tenía que llevar en la batalla, así que le pidió a su zapatero Hobb´s, en el elegante barrio de St.James en Londres, que pensara en hacerle unas botas que guardaran los pies del barro y del agua. Corría el año 1812 y estaban naciendo las katiuskas.
Pese a lo efímero de la moda, hay piezas inmortales que nos siguen fascinando, con los cambios puntuales de la tendencia del momento. Sin embargo, la mayoría de esas prendas no tiene su origen en el mundo de la moda, sino en las necesidades del hombre en un momento dado de la historia, para mejorar su comodidad, su rendimiento en el trabajo o en una determinada tarea por desempeñar.
Así pasó con el trapecista francés Jules Léotard, que necesitaba una prenda que le otorgara libertad de movimiento en sus piruetas en las alturas y causó un revuelo monumental entre las mujeres del XIX, impactadas por esas medias tupidas ajustadas al cuerpo que dejaban adivinar sin mucha imaginación lo que el acróbata escondía debajo. El leotardo, creado en 1867, se quedó con el apellido de su creador.
“A menudo he dicho que me habría gustado haber inventado los tejanos, la pieza más espectacular, más práctica y desenvuelta”, aseguró en su día Yves Saint Laurent. Sin embargo, el origen del vaquero se remonta al siglo XII en Génova (Gêne es Génova en francés, que derivó en jean para los angloparlantes). La armada necesitaba una prenda recia para sus durísimas travesías. Se les hicieron unos pantalones con tela de cobalto de la ciudad de Nîmes (de ahí el denim). Muchos años después, el 20 de mayo de 1873, la oficina de patentes americana autorizó al comerciante Levi Strauss y al sastre Jacob Denis a la producción en exclusiva de estos particulares pantalones con remaches metálicos.
Si el vaquero viene de la armada, los primeros trenchs fueron diseñados en 1914 específicamente para los oficiales del ejército británico por el propio creador de la marca que aún hoy los sigue incluyendo en todas y cada una de sus colecciones, Sir Thomas Burberry. Esa prenda de algodón resistente a la lluvia que necesitaban los soldados ingleses en la I Guerra Mundial fue después elevada a la categoría de icono gracias al cine y a actores como Humpfrey Bogart, Ingrid Bergman, Audrey Hepburn, Meryl Streep o Kim Basinger.
Al Ejército británico también le debemos los pantalones cortos, después de que los soldados destacados en zonas cálidas comenzaran a utilizarlos en el siglo XX, bautizándolos con el nombre de su colonia Bermudas del Atlántico.
El tacón rojo solo podía ser utilizado por la aristocracia, pero firmas como Fendi actualizan el calzado que hizo famoso Luis XIV para vestir el pie femenino.
Corbis/Imaxtree
Mucho más humilde es el nacimiento del chándal y además no tuvo nada que ver con el deporte. Los mercaderes de ajo (marchand d´ail, que derivó en chand’ail) y otras hortalizas del mercado de Les Halles en París necesitaban una ropa cómoda y abrigada para pasar horas a la intemperie . El nombre comenzó a usarse, no sin cierta guasa, en 1893, y el chándal fue después utilizado por el ejército y más tarde por los deportistas.
Los tacones, ese objeto de deseo y elemento nada práctico de la indumentaria femenina, nacieron sin embargo y al igual que muchas otras piezas del vestidor, fruto de la necesidad, pero en este caso de los hombres. Mucho antes de la era cristiana, los hititas empezaron a utilizarlos con el motivo práctico de afirmar a los estribos del caballo las botas de montar. En la Edad Media, los que podían utilizaban zapatos elevados para alejar sus pies de las inmundicias de las calles, a las que se arrojaban basuras y desechos. El salto al mundo de la moda y su uso como pieza estética se produjo más adelante, pero aún no por mujeres. El rey Luis XIV los incorporó a su vestuario para disimular su corta estatura. No fue hasta el siglo XVIII, también en la corte francesa, que los empezaron a utilizar las féminas.
En tiempos de Luis XIV nació también el uso de la corbata como elemento del vestuario, después de que los cortesanos y se quedaran prendados de los largos paños que llevaban anudados al cuello los integrantes de un regimiento de caballería de croatas (cravates) que les visitó.
En otra corte posterior, ya en el XIX, y en este caso de la mano de la española Eugenia de Montijo, nació el bolero. La “emperatriz de la moda”, como se conoce a la esposa de Napoléon III, fue la primera en utilizar la chaquetilla corta que diseñó su modista de cabecera, Charles Worth, considerado el padre de la Alta Costura.
E igualmente sin nada que ver con el ejército, pero tampoco con los reyes, fue el nacimiento del bikini. En 1946 y con algo de caradura, su inventor, el sastre francés Louis Réard, que tenía claro que esas dos piezas minúsculas iban a ser a ser algo “explosivo”, bautizó su creación en alusión a las pruebas nucleares que se estaban desarrollando en ese momento por EEUU en el atolón de Bikini, en las islas Marshall.
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