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La trampa de Rauw o cómo romper bien una relación no siempre es posible

Hay gente que trata de mimar el cierre de sus historias de amor pero no siempre es posible un epílogo final.

Woman looking back at friend falling from cliff
Klaus Vedfelt (Getty Images)

Mimamos el comienzo de las relaciones, descuidamos el durante y dinamitamos los finales. Los motivos por los que el cierre se torna convulso son diversos: desde el miedo a poner fin a una relación hasta la entrada de terceras personas en la ecuación, una historia de amor bonita compuesta de bellos recuerdos puede verse manchada a causa de un final alargado y descuidado. De ahí la importancia de conquistar el complicado arte de no prolongar demasiado los finales y de cuidar el necesario y doloroso adiós para conseguir que no devenga en un hasta nunca.

La ruptura de Rauw Alejandro y Rosalía ha sido tan tormentosa como misteriosa, pues en el momento en el que en la fórmula se infiltró la sospecha de terceras personas, la cantante se apresuró a negar cualquier atisbo de infidelidad sembrando la duda entre sus seguidores. La sorpresa ha llegado cuando el puertorriqueño ha lanzado Hayami Hana, un tema repleto de mensajes dirigidos a su expareja. “Por si acaso nunca volvemos a hablar y mis ojos favoritos no me vuelven a mirar, esta la hago pa’ cuando te quieras recordar del loquito tuyo que te quería de verdad. No vo’a hacerme el fuerte, yo no voy a frontear. Aquí to’ el mundo sabe que te voy a llorar y que te vo’a extrañar. Sí, aquí no hay nada que ocultar. Pero hay un par de cosas que del pecho me quiero sacar”, dice la letra del tema, con el que trata de construir un cierre bello para que su relación no quede así manchada en el recuerdo de la expareja.

En el caso de que el adiós tenga lugar al descubrir una infidelidad o una triangulación, esa despedida quedará irremediablemente dañada, aunque como explica Daniel Blasco, psicólogo y experto en Vivofácil, hay muchas formas de vivir una traición. “La principal es el enfado, pero hay quien siente tristeza o decepción. En todos los casos se puede vivir con cordialidad siempre y cuando nos hagamos responsables de que nuestras emociones dependen de nosotros mismos y de la forma en la que las expresemos. Siempre se puede hacer con respeto. Por supuesto, respeto y cordialidad no es lo mismo que someterse a las necesidades del otro y hacer ver que sus actos, en este caso la traición, no tienen consecuencias emocionales”, dice. “En mi opinión, la sinceridad tiene que ser un valor fundamental en la pareja incluso para romperla, pero por supuesto siempre con respeto y con empatía hacia lo que sienta y necesite la persona con la que has compartido intimidad y amor”, añade.

No solo es el punto final el que nos preocupa, sino que el otro final que termina por arañar los recuerdos de una relación feliz es ese que se alarga hasta el infinito y que hace que lo que tendría que ser un adiós amistoso devenga en una despedida repletos de recelos y reproches.

La trampa de prolongar el adiós

¿Por qué nos cuesta tanto dejar una relación pese a que sabemos que ya ha vencido su fecha de caducidad? “Para algunas personas tendrá que ver con la necesidad de evitar a toda costa la soledad, de tener la sensación de no poder vivir la vida a solas y sentir que no serán capaces de gestionar su día a día si no están al lado de otra persona. Para otras, tendrá más que ver con la creencia de que el amor lo puede todo y que si nos seguimos queriendo, hay que estar juntos incluso cuando la relación nos hace daño, porque el amor es más que suficiente. En realidad, el amor es necesario, pero hacen falta mucho más ingredientes para que la relación funcione. Para otras tendrá que ver con la sensación de fracaso por poner fin a la relación, por sentir que no son capaces de mantener el concepto de familia que habían idealizado… Sea cual sea el motivo que tenga más peso en cada una de nosotras, una ruptura siempre será dolorosa y no sólo implica perder a la persona con la que has compartido parte de tu vida, sino que también implica renunciar a proyectos de futuro, a una vida social, a una estabilidad económica, a una vida que habíais construido juntos, a la persona que tú eras en esa relación… Aceptar este cambio no es fácil, nos puede desestabilizar mucho emocionalmente y es sencillo optar por sostener una relación que no funciona tratando de evitar afrontar todos estos miedos y cambios”, explica Noemi Seva Vidal, trabajadora social especializada en violencia de género, coach y terapeuta transpersonal.

Silvia Congost, psicóloga experta en dependencia emocional, autoestima y terapia de pareja, asegura que alargar algo que es tóxico, que ya no nos satisface y con lo que, en consecuencia, nos sentimos mal, siempre es contraproducente. “Empeora nuestra salud y nuestro estado emocional. Nos desgasta, estanca nuestro crecimiento y a menudo nos lleva a que nos hagamos más daño con discusiones y reiterados conflictos frustrantes que no se solucionan. Sin ninguna duda, cuando ya se tiene claro (al menos por una de las dos partes) que la relación ya no da más de sí, lo mejor es cortarla lo antes posible”, recomienda. Las consecuencias que puede tener alargar una relación que no está funcionando serán distintas en función del tipo de relación que tenemos. Noemi Seva Vidal explica que en el caso de que hablemos de una relación sana en la que se ha instalado la rutina, ya no habrá ilusión. Sentiremos que la pareja ya no nos mueve, dejaremos de admirarla y seguramente estaremos cada vez más irascibles, molestándonos todo de la otra persona. “Incluso empezaremos a necesitar más espacio, a no compartir tiempo con la otra persona y puede que la otra parte se sienta rechazada, sienta que algo que ocurre y no entienda el porqué del cambio. Es difícil para las dos partes. Para una parte, porque no se siente feliz y no se atreve a tomar decisiones, algo que nos apaga y nos hace sentir mal con nosotras mismas. Para la otra parte, porque siente el rechazo, siente que molesta y se cuestionará a sí misma, sintiendo que quizá hay algo que puede estar haciendo mal. Todo esto acaba teniendo un impacto en nuestra autoestima”, asegura. En el caso de que se trate de una relación tóxica, donde las dinámicas que se han creado dentro de la relación nos hacen daño, el asunto es, por descontado, más delicado. “No podemos olvidarnos que son un tipo de relaciones donde se suele generar dependencia emocional y abuso emocional. Nos podemos ir aislando cada vez más de nuestro círculo de amigos y de nuestra familia, sentiremos que sin la otra persona no podemos vivir e idealizaremos al otro. Todo esto nos puede llevar a seguir haciendo lo que sea para seguir al lado de esa persona, que nuestra autoestima esté cada vez más dañada y no nos sintamos capaces de salir de esa relación. Cuanto más tiempo pase, la sensación de no poder cada vez será más acusada”, señala.

La última charla

Cuando descuidamos el final de las relaciones, no es raro intentar organizar una última charla en la que hablar de temas no resueltos y luchar por limar asperezas con la finalidad de tener una despedida que no manche el recuerdo de la relación. El problema es que siempre quedan cosas por decir y en ocasiones, esta charla toma un camino inesperado que hace que el adiós sea aún más truculento. ¿Cómo no obsesionarnos con el hecho de que esta conversación no haya funcionado y cómo dejar de pensar que quizás sea buena idea organizar otra charla, condenando a una despedida sostenida y eterna? Responde Noemi Seva Vidal: “Aceptando que la relación no ha dependido de esa conversación. No hay nada seguramente que ahora puedas hacer o decir que vaya a cambiar la situación que hay. Hay que aceptar que a veces esperamos que la otra persona sea capaz de dialogar, que se muestre empático, que nos escuche, que pueda ver también nuestras necesidades y resulta que si somos honestas, tampoco hoy nos sorprende tanto cómo la persona está gestionando la situación, porque quizá durante la relación más o menos siempre se ha comportado de esta forma. Así que cuidado con estar idealizando de nuevo a esa persona y no verla como es. La parte que hoy vemos y nos gusta, también forma parte de esta persona. Y por último, hay que entender que el cierre de la relación no lo tenemos que hacer con la otra persona, pues nosotras también podemos decirnos todo aquello que necesitamos saber y hacer el cierre con nosotras mismas”, explica.

En el caso de que haya terceras personas… ¿Es mejor decirlo a la hora de romper o es conveniente callar? “Esto debe valorarlo cada quien, en función de sus propios valores y lo que considera adecuado. Para descubrirlo, es bueno preguntarse: “¿Realmente el haber estado con una tercera persona ha sido el motivo principal por el que he decidido dejar la relación, o había más temas entre nosotros que no funcionaban? ¿Necesita mi ex saber que he estado con otra persona? ¿Esta información le va a servir para algo? ¿Va a poder hacer algo con ello? ¿Cómo le va a impactar, va a dañar su autoestima? ¿Puede sostener esta información en este momento? ¿Cómo quiero que le afecte y para qué? ¿Hay una parte de mí que desea hacerle daño, o hacerle reaccionar de algún modo? ¿Cómo me voy a sentir yo al confesarlo? ¿Para qué necesito hacerlo? ¿Qué busco con esa confesión? A veces, en el fondo, lo que deseamos es sentirnos aliviadas quitándonos el sentimiento de culpa. Pero hay que tener cuidado y ser responsables afectivamente con el otro, teniendo en cuenta sus circunstancias personales y sus emociones, para evitar cometer un sincericidio. Habrá otros casos en los que la persona necesite saber que ha habido un tercero, para procesar la ruptura, y cuando así lo pide”, explica Ainoa Espejo, life coach.

Si la ruptura fue terrible, pero queremos arreglar ese mal sabor de boca organizando una última charla en la que aclarar cosas, ¿es mejor intentar que quien ha mentido confiese, enfrentándole a datos, o es mejor olvidar esas mentiras e intentar mantener cordialidad? “Sería bueno hacer introspección y preguntarse a una misma: “¿Para qué necesito volver a hablar del tema? ¿Acaso las veces anteriores hemos llegado a un entendimiento real? ¿Para qué necesito tener certezas? ¿Me va a servir para arreglar algo? ¿Me va a ayudar a sentirme mejor? ¿Es más importante la verdad, o mi salud mental? ¿Merezco paralizar mi vida por este engaño? ¿Acaso esta persona merece que yo destruya mi autoestima y mi paz mental? ¿Puedo permitirme seguir adelante a pesar del dolor?”. Sufrir una traición es algo desgarrador y angustiante. No es raro creer que necesitamos confirmar nuestras sospechas para quedarnos tranquilas, sabiendo que no estamos locas, que teníamos la razón al desconfiar… Pero hay que tener cuidado de no quedarse enganchada en esa búsqueda, sufriendo, obsesionándose, forzando al otro a que confiese, poniendo en sus manos tu tranquilidad y dándole un enorme poder sobre ti que no le corresponde. Que te haga sentir insegura y que sospeches firmemente que te está engañando, ya es motivo de peso para alejarte de esa persona. Esa es la única certeza que necesitas: saber que mereces lo mejor y que puedes confiar en ti, porque te cuidas y te proteges de lo que te daña. Date el cierre que mereces, no te tortures”, dice Ainoa Espejo.

Silvia Congost cree que es posible lograr un final feliz, aunque para lograrlo, ambas partes han de ser equilibradas, maduras y racionales. “Las dos personas tienen que ser capaces de entender al otro y de conectar con sus necesidades y su inocencia, siendo conscientes del aprendizaje que hemos realizado con esa experiencia. Si la relación acaba de mutuo acuerdo, es perfecto y es cuando más fácil va a ser ese final feliz, pero no siempre es así y no siempre nos encontramos dos personas capaces de llevarlo con elegancia, educación y madurez”, advierte. Como asegura Daniel Blanco, lo que hemos de buscar es, en realidad, un final en paz que no deje ningún asunto pendiente para que emocionalmente estemos preparadas para seguir experimentando otras relaciones que puedan volver a hacernos crecer individualmente y en pareja. Intentemos cuidar los finales, luchemos por aprender de ellos y dejemos de obsesionarnos con el final perfecto, pues obsesionarnos con cerrar una relación sin tropiezos puede conducir a que nos anclemos en una despedida eterna.

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