¿Incapaz de relajarte en yoga? Tiene una explicación
Una sesión de yoga o meditación que, en vez de relajarnos, nos acaba precipitando a un estado aún más nervioso. Un estudio reciente ha revelado que esa «ansiedad inducida por la relajación» es en realidad muy común entre personas que ya padecen un estado de ansiedad elevado.
Es el momento de la clase semanal de yoga. Sentados en el suelo con ojos cerrados, palmas hacia arriba y, en forma de susurro, llega una primera indicación: ‘pon la atención en tu respiración. Larga y profunda’. Inspirar, espirar. Inspirar, espirar. Por la mente cruza un pensamiento: ‘¿tengo algo de cena?’ Inspirar, espirar. ‘De mañana no pasa que haga la compra’. Inspirar, ‘¿seguro que tocaba inspirar?’ La sensación de ahogo y descontrol comienza a acechar. Esa quietud mental que se venía persiguiendo se aleja y la lucha interna es ya oficial: relajarse ha pasado a un segundo plano, ahora lo importante es capear el inminente ataque de ansiedad.
El trastorno por ansiedad afecta a lo largo de su vida a un 33,7% de la población mundial, según apunta el University Medical Centre de Göttingen (Alemania). Para algunas personas que lo padecen, experimentar la relajación con esas técnicas expresamente dispuestas para ello como el yoga, la meditación o el mindfulness, no siempre es posible. Sino todo lo contrario: puede hacerles sentir aún más ansiosas. “Ansiedad inducida por la relajación”, lo han denominado en un estudio realizado por la Universidad Estatal de Pensilvania (Estados Unidos) dirigido por la profesora de psicología Michelle Newman. En él explican que hay casos en los que el cuerpo se defiende activamente y de manera inconsciente ante posibles peligros a través de ese estado de alerta continuo, evitando así un salto mayor en el grado de ansiedad si ocurriera un imprevisto.
“Es aparentemente paradójico que nos inunde el malestar cuando hacemos algo por estar bien”, explica a S Moda María Martín Luengo, médica psicoterapeuta en el centro madrileño Ipsimed. “Lo que ocurre es que este tipo de técnicas realmente van dirigidas a prestar plena atención a lo que notamos, sentimos y pensamos. El mindfulness o la meditación tratan de hacernos más conscientes, menos automáticos y, por lo tanto, más flexibles y armónicos en nuestra conducta. Pero a corto plazo, prestar plena atención a todo lo que notamos, sentimos y pensamos, a veces puede resultar muy doloroso, y dispararnos”.
Esto ocurre en mayor medida, como apunta en su investigación la psicóloga Michelle Newman y recuerda María Martín Luengo, en “personas más sensibles a oscilaciones emocionales”. Relacionadas, según la médica psicoterapeuta, con dos teorías que pueden explicar bien por qué algunas personas lo son: “La teoría polivagal del Dr. Porges y lo que Daniel Siegel llamó ‘ventana de tolerancia’, el margen dentro del cual podemos procesar distintas intensidades de activación emocional y fisiológica sin alterar el funcionamiento del sistema, sin dispararnos y sin perder la conexión social”, explica. “Cuando el impacto emocional de un acontecimiento sobrepasa ese umbral, lo que hará el individuo será hiperactivarse (atacar o huir) o hipoactivarse (paralizarse), perdiendo así la conexión social”.
¿Qué se recomienda entonces para relajarse a aquellos que se topen con esta dificultad? En cierto modo, seguir mirándose. “Es importante buscar la manera que a cada uno le funciona para relajarse”, señala Núria Mallorquí, doctora en psicología clínica del Hospital Universitario Dexeus, en Barcelona. El primer paso para “encuadrar lo que nos pasa y después implementar el mejor abordaje posible” pasa entonces por “identificar los síntomas de ansiedad, los disparadores y el nivel de interferencia (es decir, si nos impide realizar nuestras tareas del día a día)”, apunta la psicóloga, recordando también que si se detecta que la ansiedad dificulta la consecución de las tareas diarias conviene acudir a un profesional para que “realice la evaluación y recomendaciones terapéuticas pertinentes. Si hacemos una detección precoz de la ansiedad, resulta más fácil adquirir nuevas estrategias para su manejo”.
“El concepto de relajación tiene que ampliarse para encontrar lo que a cada persona le sirve”, dice a S Moda Andrés Martín Quinteros, psicólogo clínico y director del centro Cepsim de Madrid. “Hay a quien le viene bien la meditación, pero el deporte también es un regulador emocional, por ejemplo. Las emociones son psicofísicas: si una persona con ansiedad o enfadada sale a correr, al regresar esas emociones habrán cambiado. Las personas a las que les cueste más meditar o relajarse pueden probar otras actividades: desde taichí, boxeo, música, a actividades manuales como pintura, costura o escultura, más pausadas y que les ayuden a fijar la atención, a parar y calmarse sin intentar de entrada esas otras fórmulas en las que cerrar los ojos puede resultarles muy invasivo y costoso”, explica.
El momento personal, las circunstancias y el grado de ansiedad van variando. Por eso, inciden los tres especialistas, el autoconocimiento y actuar en su consecuencia es clave. “Si en un momento determinado tengo un pico de ansiedad medio o alto pero quiero practicar una actividad relajante que en principio me conecta con cosas traumáticas o fuertes es mejor empezar con otras actividades o hacerlo gradualmente”, aconseja Andrés Martín Quinteros. La psicóloga Mallorquí recomienda igualmente “hacer un entrenamiento en relajación antes de poder aplicar las estrategias satisfactoriamente en nuestro día a día y no aplicarlas de entrada en un momento de máxima ansiedad”. Y recuerda que “las técnicas de relajación no deberían ser un sustituto del abordaje terapéutico completo que se realiza por parte de un psicólogo cuando una persona detecta que empieza a experimentar ansiedad clínica”.
“Entendemos que relajarse supone rebajar la ansiedad y la tensión. Pero es que la ansiedad para cada persona supone algo diferente y ocurre de modo diferente. Por tanto, los recursos para lidiar con ella también son algo único”, subraya la médica psicoterapeuta Martín Luengo. Que repara en señalar cuáles son las que, de cualquier manera, son las tres patas básicas para el bienestar y salud de todas las personas: “Dormir lo que cada uno sienta adecuado, alimentarnos de un modo equilibrado y hacer ejercicio físico. Sea de la índole que sea y de la intensidad que cada cual precise, la actividad física ayuda a nuestro bienestar psíquico, ya que entendemos la salud como el equilibrio a nivel físico, mental y social”, concluye.
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