Hacer ejercicio en la cama: la última locura del ‘fitness’
BEl sueño hecho realidad de los más perezosos.
Es un misil a la línea de flotación del procrastinador. La cama, la última frontera de su reino histórico, también ha caído en manos de la expansiva y mudable industria del fitness. Si primero fue el salón de tu casa, luego la terraza y después los marcos de las puertas o los techos, ahora le toca el turno también al catre, hasta ahora territorio casto en lo que al esfuerzo físico se refiere si dejamos a un lado el barbecho o frenesí de la vida amorosa de cada uno. Ya no hace falta comprar conjunto para el gimnasio, este año nos ponemos en forma en pijama.
¿Absoluto despropósito o ‘cómo no se nos había ocurrido antes’? Lo último en el mundo del fitness vuelve a situarse en ese hilo fino entre la innovación y el disparate para intentar conquistar a los agnósticos del sudor y a los caseros convencidos. BedGym es un sistema de entrenamiento que utiliza diferentes puntos de anclaje alrededor de la cama en los que se enganchan unas bandas elásticas con las que poder realizar ejercicios de fuerza, resistencia, estiramientos, fisioterapia o una completa clase de pilates. “Desde el momento en el que te levantas, hasta que te vas a la cama cada noche, puedes agarrar las bandas elásticas y hacer algo de ejercicio. ¡Ya no tienes más excusas!”, claman sus creadores, que sostienen que su producto llega al mercado respaldado por doctores y fisioterapeutas y que está pensado para gente de todas las edades y condiciones físicas.
Rubén Gadea, consejero delegado de los centros de entrenamiento y nutrición Sanus Vitae, celebra cada nueva iniciativa que trate de captar adeptos a un estilo de vida activo y saludable, pero es escéptico sobre los beneficios de un sistema como el de BedGym. “Me parece más una estrategia de marketing que una metodología de entrenamiento en sí. Si mostramos a la sociedad que puede entrenar en la cama, mientras come un helado [como enseñan en su Instagram] y no sufre, le estamos vendiendo algo que no es, por lo que después asociarán entrenamiento a frustración”, confiesa a SModa.
BedGym se comercializa en dos modelos dependiendo del tamaño del colchón (individual o de matrimonio) y con un precio cercano a los 70 euros. Según defienden sus creadores, trasladar la sala de musculación a la cama no solo nos aportará un casi obsceno extra de comodidad, sino que la inestabilidad del colchón ayudará a que los músculos centrales trabajen más, como si de una bola de equilibrio se tratara. La clave del sistema es el cinturón que rodea a la cama, repleto de agujeros desde los que acoplar las bandas y que cualquier visita no iniciada en la materia podría confundir con alguna especie de fetichismo más propio de la saga 50 sombras de Grey.
“Al igual que con el teletrabajo se recomienda separar zonas de trabajo y de vida para poder concentrarse, en el sector del entrenamiento yo me posiciono igual. Es más recomendable a nivel físico y motivacional separar ambientes para conseguir mejores resultados”, explica Gadea. Precisamente el tema de la higiene es uno de los inconvenientes más visibles de BedGym, que obligaría al cambio diario de las sábanas y una óptima ventilación de la habitación para evitar que el olor corporal nos acompañe una vez acabado el ejercicio.
El entrenador considera muy positivo el trabajo con gomas elásticas, que permiten adaptar la intensidad al nivel del usuario y trabajar infinidad de movimientos en sesiones muy dinámicas. En el lado negativo, sin embargo, señala que “estar sentado en la cama te limita el trabajo tanto a nivel cardiovascular como de diferentes partes del cuerpo”, lo que obligaría a completar el entrenamiento con otro tipo de rutinas. El lanzamiento de productos de fitness en casa como este surge en un contexto excepcional que promete cambiar el sector a corto plazo. La crisis sanitaria ha potenciado tanto el número como la calidad de las opciones de ejercicio doméstico que, como confirma Gadea, se están extendiendo más allá de los meses de confinamiento obligado y ya son tendencia.
Los más experimentados en el ejercicio físico no son el público objetivo de BedGym, que tratará de poner a sudar a los más escépticos en lo concerniente a flexiones y abdominales y, sobre todo, a aquellos con movilidad limitada y problemas para realizar rutinas de entrenamiento clásicas. Magdalene Taylor en Mel Magazine ratifica que este grupo demográfico puede ser el más beneficiado por la implantación de este sistema. “Hay muchos productos que juzgamos como una ayuda para los perezosos cuando, la verdad, es que pueden auxiliar a los discapacitados a realizar de manera independiente las tareas que las personas sin discapacidad suelen dar por sentado”. También es una buena opción para todos aquellos que viven en casas de reducido tamaño, ya que no ocupa espacio, y su mera presencia sirve para poner a prueba nuestros remordimientos si no hemos realizado ejercicio físico durante la jornada. Después de unas cuantas series de curl de bíceps y remo, seguro que el sueño será más reparador que nunca.
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