Olivier Polge, nariz de Chanel: «Ahora me puedo permitir hacer una fragancia que no guste a todo el mundo»
La visión de la industria del perfume de Olivier Polge, el nariz de Chanel desde 2015.
Cuando Olivier Polge (Grasse, Francia, 48 años) tuvo que decidir a qué quería dedicarse, se decantó por el mundo del arte. No fue hasta uno de sus veranos de estudiante, tras unas prácticas, cuando descubrió que le tiraba el negocio familiar. Su padre, el maestro perfumista Jacques Polge dirigía la división de fragancias de Chanel desde 1978 y había creado para la maison algunos iconos como Égoïste, Allure o Coco. Polge hijo se formó y se fue a hacer las Américas para regresar, 20 años después, con sus superventas personales bajo el brazo. Recogió el testigo e ideó sus propios éxitos: Gabrielle, Boy o la revisión del clásico Nº5 L’Eau. “Aunque mi padre es perfumista, no me enseñó perfumería. Su lección ha sido que lo más importante para un perfumista es interesarse por otras cosas. Como en cualquier trabajo creativo es indispensable construir tu sensibilidad conectando con otras formas de arte”, explica por videollamada desde sus oficinas en París. Precisamente la capital gala y el estilo de sus mujeres inspiran su última creación, Paris-Paris.
Las parisinas probablemente sean las mujeres más recurrentes a la hora de inspirarse. ¿Cómo ha enfocado esta propuesta para que resulte relevante?
Me gusta la combinación de algo masculino y algo femenino. Creo que aquí hay una interacción interesante entre la flor y la madera. Intenté hacerlo Chanel, siempre tratando de recordar que ya desde el principio Gabrielle introdujo varios aspectos de la moda de hombre en el estilo de las mujeres. Hay algo aparentemente simple en su estilo que Paris-Paris trata de expresar.
¿En las fragancias sucede como en el diseño, que es complicado conseguir algo minimalista, como hizo Coco con sus creaciones al liberarlas de lo superfluo?
Quizá lo más difícil es conseguir algo que hable por sí solo, aunque luego no se sepa cuántos hilos esconde para parecer casual.
Aparece la rosa, ¿cómo la trabaja aquí?
Es Rosa damascena, pero no es la misma que en Nº5, porque es mucho más aterciopelada. Esta es muy fresca, tiene cierto aspecto especiado, limonero, chispeante.
La fragancia pertenece a la colección unisex de Les Eaux. ¿Diría que el perfume no tiene género?
No lo diría exactamente así. Es todavía relevante decir que hay ciertas facetas más femeninas o más masculinas en un aroma u otro, aunque puedan ser llevados indistintamente por un hombre o una mujer. A mí me gusta dejar la elección a la gente. Esta por ejemplo, en la que la rosa es importante, es compatible con la masculinidad. La rosa aparece tradicionalmente en muchas fragancias masculinas.
Chanel Nº5 fue uno de los primeros grandes éxitos en perfumería en torno a las notas sintéticas, a los aldehídos. Un siglo después muchos quieren volver a lo natural 100%, como solución de sostenibilidad. ¿Qué opina del debate?
Es complejo, aunque todos coincidamos en la necesidad de sostenibilidad. En Chanel tenemos una manera sincera de hablar de nuestras fragancias, siempre pensamos que esos aldehídos del Nº5, aunque sean sintéticos, aportan una firma a la composición. Y son muy sostenibles. No se puede contraponer natural a sintético, frente a sostenible o no sostenible. Es un tema complejo y no hay una respuesta sencilla, me da miedo esa gente que te dice que tiene la solución. Hay que ser muy humilde y saber que el ingrediente ‘limpio’ no está siempre donde crees que está. Lo más importante es empezar midiendo el impacto de cada materia prima. Cada vez hay más nivel de exigencia y eso está muy bien, pero siempre recordando que los perfumes son menos peligrosos que los coches, que los carburantes, que la siderurgia…
¿Cómo ha cambiado la industria desde que empezó?
Hablábamos de la sostenibilidad, que ya ocupa el 30% de mi tiempo. Hoy analizamos cada materia prima y cada fórmula desde distintos ángulos. Además cuando empecé solo se hacía un tipo de perfume; cada marca buscaba su superventas, todos estábamos intentando crear el mismo tipo de lanzamiento. Lo que ha cambiado es que ahora, en una marca como Chanel por ejemplo, tenemos muchas líneas. Y creo que esto ha aportado riqueza y frescura a la creatividad. Un día puedo estar trabajando en un Les Exclusifs, otro puedo hacer Paris-Paris (que está dentro de una estética distinta), Gabrielle…
Entonces, se personaliza para llegar a consumidores más concretos.
Sí. Ahora puedo permitirme hacer una fragancia que no busque gustar a todo el mundo. Cuando empecé nos centrábamos en el gusto de los europeos y de los americanos, pero ahora también tenemos en cuenta el gusto asiático o de Oriente Medio. Aporta diversidad, me gusta.
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