Esta es la temperatura a la que debes poner la calefacción para que no afecte a tu piel
Los grados de más y los cambios bruscos deshidratan la piel y aceleran el envejecimiento. Ajustar el termostato se vuelve prioritario.
Que hombres y mujeres toleran el frío y el calor de forma diferente es un hecho. Se ve a diario en las oficinas, donde los compañeros luchan porque se regule a su gusto. Y lo vino a demostrar la ciencia. Una investigación del biofísico Boris Kingma, de la Universidad de Maastricht (Holanda), concluía que el metabolismo de ellas es más lento que el de ellos, por lo que «requieren un ambiente levemente más cálido para perder menos calor y mantener una temperatura corporal estable”. El estudio Battle for the thermostat: Gender and the effect of temperature on cognitive performance demostraba que las mujeres rinden mejor cuando el termómetro sube.
La misma ciencia ha probado, además, la que podría ser la solución a este dilema: que la calefacción afecta a la piel. Descubrir los efectos de unos grados de más sobre el cutis y la temperatura adecuada podría concluir en el consenso a la hora de regular el termostato.
Como apunta el doctor José María Ricart, dermatólogo y director médico de Instituto Médico Ricart, los termómetros de oficinas, viviendas y comercios suelen marcar entre 24 y 25 grados. «Cuanto más alta sea la temperatura, más se reseca el ambiente, sobre todo si se hace uso de sistemas de aire acondicionado, y la piel se lleva la peor parte», explica. «La sequedad ambiental rompe su acción barrera provocando picor o descamación en algunas, y sobre todo agravan la sintomatología de determinadas patologías como la psoriasis o la rosácea».
Los cambios bruscos, el peor enemigo
Los problemas no se quedan en la sala con exceso de calor. La doctora Sara Carrasco, con clínica propia en Bilbao, señala otras consecuencias. «Los contrastes de temperatura que se generan entre el ambiente exterior y el interior resultan aún más perjudiciales. Pocos se acuerdan de otro factor: los sistemas de calefacción aumentan la polución, que envejece de forma prematura».
La oscilación de grados desencadena una serie de reacciones en la dermis. «Aumenta la pérdida de agua transdérmica, produce vasodilatación de pequeños microcapilares (por lo que se rompen con más facilidad) e incluso estimulan la inflamación de pacientes con rosácea», dice la doctora. El doctor Ricart destaca el impacto que tiene el frío. «Cuando los grados caen por debajo de 15, la piel padece estrés térmico. Los vasos sanguíneos se bloquean para no perder calor, lo que perjudica al aporte de sangre a la piel y su correcta oxigenación. En el caso de las pieles maduras, contribuye a la aparición de arrugas de forma prematura».
Ni para ti, ni para mí: la temperatura adecuada
Ambos especialistas en el cuidado de la piel coinciden en el número que debe marcar el termostato: entre 21 y 23 grados. «Nuestra piel está más cómoda en este rango», opina la doctora. «Una piel sana requiere entre 15 y 20 minutos para adaptarse de forma completa a un cambio brusco de temperatura. Las pieles atópicas necesitan más». Si el contraste disminuye, lo mismo ocurre con el tiempo de adaptación. Otra ventaja: el consejo de los profesionales se acerca a los 20 grados que propone el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico para ahorrar en la factura de la luz.
El doctor añade la importancia de mantener una humedad ambiental entre el 50 y el 70%, pues la falta reseca. Para conseguirla, la doctora Carrasco recomienda incorporar un pequeño humificador. «Proporcionará un ambiente más saludable para nuestra piel».
Cuando no puedes regular los grados
Sin embargo, fuera de casa no se pueden controlar los termómetros. Lugares como las oficinas, las tiendas o los medios de transporte suben los grados volviendo inviable el cuidado de nuestra piel. La cosmética llega al rescate. «No podemos manejar todos los factores externos, pero podemos preparar nuestra piel para que resista mejor la agresión térmica», cuenta la especialista. «En nuestra rutina de invierno, debemos incorporar elementos de limpieza suaves y respetuosos como la loción micelar o las leches limpiadoras. Nuestra cosmética puede ir cargada de antioxidantes como el ácido ferúlico, el superóxido dismutasa o la vitamina C. Las fórmulas con ácido hialurónico o a basa de ceramidas hidratan y protegen de la evaporación transdérmica de agua».
El doctor Ricart desaconseja el uso de jabones. «Agreden nuestra piel». Más allá de los productos dermocosméticos, recomienda adoptar hábitos como beber abundante agua y evitar las duchas muy calientes o muy frías. «Ningún extremo es bueno. Lo ideal es agua tibia y una vez al día, pues un número mayor aumenta la deshidratación».
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