Cuando tu pareja detesta tu perfume favorito: cómo afrontar la situación
Cuando tu pareja, tu madre, tu compañera de trabajo o cualquier persona de tu círculo más cercano detesta tu fragancia preferida, se inicia un debate interno de difícil solución.
El perfume que llevamos en nuestro día a día influye en la forma en la que somos percibidos por los demás y puede llegar a decir tanto de nuestra personalidad como la música que escuchamos o la ropa que vestimos. Por eso, cuando se encuentra la fragancia perfecta, muchas personas optan por mantenerse fieles a ese olor, al que vuelven una y otra vez. De acuerdo con el estudio El perfume y la persona, elaborado recientemente por Kantar para la Asociación Nacional de Perfumería y Cosmética, cuando se compra un perfume que gusta, el 33,1% de las personas lo sigue utilizando después de un lustro. Pero encontrarlo no siempre es fácil. O todavía peor, puedes dar con el perfume perfecto pero que a la gente no le guste. ¿Cómo afrontar esa situación en la que tú adoras un perfume pero tu pareja lo detesta? Teniendo en cuenta la estrecha asociación entre olores y amor romántico (algo especialmente cruel cuando se intenta olvidar a alguien), si un perfume nuevo no agrada a la pareja, se podría pensar que esa reticencia está más relacionada con el componente emocional que se atribuye a algunos aromas. A veces, cuando estás acostumbrado a identificar una fragancia con una persona, puede costar asimilar un olor diferente. Otra cosa es cuando esta división de gustos se alarga en el tiempo. Lo llamativo de estos casos es cómo el mismo perfume puede resultar tan agradable para una persona y tan poco atrayente para otra. ¿Acaso existen diferencias entre hombres y mujeres a la hora de percibir las notas olfativas de un aroma en concreto?
Cómo se percibe un aroma: factores culturales y convenciones sociales
Daniel Figuero, Fragance Ambassador de Dior y autor del libro Contraperfume (Superflua, 2021), explica que no existen estudios concluyentes al respecto. Si bien tampoco es tan sencillo reducir las diferencias a una cuestión de gustos: “Es una cuestión cultural. Se han encontrado textos egipcios y romanos en los que se recomendaban determinados aromas según el género”. En este sentido, existen ciertos elementos recurrentes en las fragancias femeninas en contraposición a las masculinas, pero todo es fruto de construcciones sociales. “Desde la separación de fragancias por género en los primeros años del S. XX, la idea de las flores como algo femenino asociada tradicionalmente a cierta delicadeza y romanticismo ha calado hasta nuestros días. Así como los aromas tónicos y/o amaderados, representando cierta rudeza, se han unido a lo masculino. Obviamente es pura convención: las fragancias femeninas cuentan con maderas y muchas flores se incluyen en fragancias dirigidas a un público masculino”, puntualiza el experto acerca de esta dualidad aromática.
Un debate interno
Si has vivido en primera persona este drama milénico puede que te hayas planteado cambiar de perfume para agradar a la otra parte. La psicóloga Bárbara Zapico, experta en terapia familiar y de pareja y miembro de Top Doctors, señala que incluso en los pequeños detalles, siempre que cambiemos algo de nosotros mismos en relación con la pareja, tenemos que hacerlo desde el convencimiento: “Si uno está seguro de un cambio por algo que a su pareja le molesta, le animo a que lo haga. Siempre es importante la tolerancia y encontrar el equilibrio de aquellas cosas que más gustan de la otra parte y lo que más desagrada”. Opiniones expertas aparte, esta inesperada dicotomía podría dar para alargar sobremesas y profundizar en otras cuestiones de índole sociológica. Sin duda, parece poco probable que pudiera existir el amor a primera vista si la persona en cuestión no pasara el filtro del sentido del olfato, la primera barrera a superar a la hora de iniciar cualquier tipo de relación, no solo romántica.
De todos los sentidos, el olfato quizá sea el más subjetivo, pero sean como sean tus preferencias aromáticas, hay una situación con la que todo el mundo puede sentirse identificado. Ese incómodo momento el que debes compartir espacio con alguien que usa un perfume que irrita tu pituitaria, provocando incluso dolor de cabeza. Abrir la ventana, si estás en un sitio cerrado o en un entorno laboral, es casi un acto reflejo de supervivencia. Cuando eres tú quien lleva una fragancia que no convence en absoluto (ya sea a tu pareja, madre o compañera de trabajo), el debate interno está servido: ¿claudicar y renunciar a tu perfume preferido o mantenerse firme y dar un nuevo giro a la relación haciendo solo planes que impliquen una separación de dos metros entre uno y otro? Ninguna de las opciones parece convincente, pero hay una tercera posibilidad.
Cuando un aroma forma parte de nuestro día a día de manera recurrente, este termina por convertirse en un “ruido blanco”, comenta Daniel Figuero. Es decir, llega a pasar desapercibido.“El sistema olfativo es bastante vago, una vez que ha detectado que no hay peligro (olor a fuego, gas, o comida en mal estado) tiende a olvidar el resto de olores. Los aromas, pasado cierto tiempo, terminan convirtiéndose en un estímulo constante al que nuestro cerebro decide no prestar atención”. En definitiva, la rutina, culpable del fracaso de tantas relaciones de pareja, puede ser la solución en esa ocasión.
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