Carole Biancalana: la mujer que defiende a las flores de Grasse frente al cambio climático o la urbanización
Lidera una asociación que ha conseguido que se protejan los cultivos de las codiciadas flores de Grasse y que las habilidades relacionadas con las fragancias de la zona estén reconocidas por la Unesco. Desde 2006, sus rosas y sus jazmines van a parar a los frascos de los perfumes de Dior.
Según la leyenda, la tradición perfumística de Grasse —localidad medieval al sureste de Francia — le debe su origen a Catalina de Médici. Cuando la italiana se convirtió en reina de los galos, en el Renacimiento, los curtidores de la zona le regalaron unos guantes que perfumaron con aromas para camuflar el olor del cuero. Está documentado que en el siglo XVI en la comarca ya se dominaba el arte de cultivar flores para elaborar fragancias. Hoy sus cosechas son las mejor valoradas por los narices de todo el mundo. ¿Cuánto hay de real y cuánto de mercadotecnia? Además del saber hacer, “sucede como con el vino”, explica Carole Biancalana, productora floral en la región, “cuando plantas en una parte del mundo influye el terruño: factores como el suelo, el clima, la altitud… Las flores nos dan moléculas que se expresan de diferente manera, y en Grasse hay un microclima que favorece que el azahar, la tuberosa, la rosa o el jazmín tengan facetas muy interesantes”.
Biancalana es la tercera generación al frente del Domaine de Manon, una extensión de cuatro hectáreas en Grasse: “De joven ni me planteaba dedicarme a la agricultura. Estudié psicología y trabajé en un banco. Pero un día me vi en aquel cubículo y tuve una revelación, mi sitio estaba en el campo”, entre sacos de pétalos, en conexión con la naturaleza. Una epifanía pastoral que en el día a día no es tan bucólica. A solo 20 kilómetros de Cannes, el territorio batalla con la urbanización, mucho más rentable que las delicadas flores, con el cambio climático y la intransigencia de la meteorología: “Cuando decidí volver con mis padres me encontré que no teníamos contratos, que era difícil vender flores y con las tormentas o las heladas tardías que acababan con la cosecha…”. Arrancaba el siglo XXI y la deslocalización también amenazaba a la industria del perfume. “En 2005, tras una cosecha muy difícil, creé la asociación Les Fleurs d’Exception du Pays de Grasse, para preservar y establecer relaciones”. Entonces eran dos productores, hoy casi 30. Un año después conoció a François Demachy, entonces perfumista de Dior, y la buena conexión con él la llevó a firmar un acuerdo de exclusividad con la maison. “Sentí que me entendía, su respeto por las materias primas y que podía salvar el Domaine de Manon, que entonces pasaba por muchas dificultades. Auxiliaron mi negocio familiar. Es más que un contrato, es una relación por la que compartimos el riesgo”.
La inversión de las grandes compañías de perfumería permite un deshago para los productores, pero no todo queda en manos privadas. El Estado ya se encarga de salvaguardar las parcelas de la urbanización. Para proteger el oficio Biancalana hizo campaña durante años y en 2018 las habilidades relacionadas con el perfume de Grasse obtuvieron la distinción de Patrimonio cultural inmaterial de la Humanidad de la UNESCO. Ahora hay toda una nueva generación de jóvenes productores (en su mayoría mujeres) que revitalizan el sector y aseguran que las mejores flores del mundo sigan creciendo en Grasse. “Aportamos una pequeña parte a la botella de perfume, pero detrás hay mucho trabajo, tradición y pasión. Cuando alguien usa una fragancia es importante que sepa todo lo que hay detrás”. ¿Su objetivo? Hacer honor a Catherine Dior, la hermana del couturier, “que tuvo una vida muy difícil, con mucho sufrimiento y mucho dolor, pero que al final encontró el equilibrio y la felicidad en sus rosas”. Precisamente en una parcela no muy lejana a la de Carole Biancalana.
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